El sábado 7 de agosto el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid acordó declarar el yacimiento de Piedra Escrita, situado en el municipio de Cenicientos, Bien de Interés Cultural (BIC), cumpliendo así el deseo del Ayuntamiento y de numerosas entidades, investigadores y particulares que, a lo largo de los últimos años, venían trabajando y publicando estudios que dieran a conocer, tanto en el campo universitario de la investigación académica como en el de la divulgación histórica, la importancia para la cultura y el patrimonio de la Comunidad de Madrid del monolito de Piedra Escrita. Hoy, por fin, dicho megalito ha sido catalogado como BIC siguiendo la Resolución de 26 de noviembre de 2020 que incoaba expediente de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid al yacimiento de Piedra Escrita en la categoría de Zona de Interés Arqueológico. Siguiendo con la normativa vigente, todo ello se acoge a la Ley 3/2013 de 18 de junio de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid.

Vista general del yacimiento declarado BIC.

Pero realmente ¿qué es lo que significa esta declaración para el yacimiento? Pues que, aplicando la mencionada Ley, se “establece un régimen general de protección que se concreta en un deber genérico de conservación dirigido a los titulares de derechos sobre los bienes del patrimonio histórico”. En este caso el titular de los derechos, es decir, el propietario de la parcela donde está enclavado el yacimiento, es el Ayuntamiento de Cenicientos y a él, por lo tanto, compete la protección y conservación del monumento. Los planes de protección especial incluyen un régimen de visitas públicas al yacimiento y las obras que puedan afectarle deberán ser autorizadas por la Consejería competente en materia de Patrimonio Histórico. Dicha Consejería estará “facultada para adoptar las medidas necesarias de control e inspección de los bienes objeto de la Ley, así como de las actuaciones que sobre ellos se realicen”. Esta Ley da muestra de cómo las autoridades competentes, en este caso de la Comunidad de Madrid, están dispuestas a proteger, con todos los predicamentos legales, un patrimonio que es de todos los madrileños.

Verraco frente a Piedra Escrita. Cultura vettona

En cuanto al yacimiento en cuestión ¿qué es lo que le hace tan importante para haber sido declarado BIC? En primer lugar, el monolito, tal como se describe en el Expediente para la declaración de BIC de 10 de diciembre de 2020, es el único monumento romano de la Comunidad que se encuentra en su lugar de origen desde el siglo II d.C. En él se abre una hornacina donde aparecen tres personajes que ofrecen un sacrificio a la diosa Diana. En segundo, es un lugar en el que destaca la continuidad de un culto que arranca de época vettona y que pervive en época romana y cristiana, como parece indicar la presencia de un verraco acostado frente al monolito, y la inscripción latina donde el romano Sisquinio dedicaba el monolito a la diosa Diana y que en la Edad Media fue repicado y cristianizado para que se leyera en él una dedicación A las Tres Marías en vez de a la pagana Diana-Selene. Esto significa que hubo una continuidad de poblamiento alrededor del yacimiento, donde se dio un ejemplo de sincretismo religioso entre los paganos y los cristianos que culminó con la conversión del monolito en un testimonio cristiano. Todo ello propició la construcción de una ermita en 1188 patrocinada por el señor Martín Gómez. En su entorno aparecen tres decenas de tumbas excavadas en la roca de tipo antropomorfo y de bañera principalmente. Tanto la Piedra como la necrópolis fueron estudiadas por el arqueólogo Eduardo Penedo que dirigió un trabajo encargado por la Comunidad: “Prospección arqueológica superficial y actuaciones sobre la valoración del monumento romano de Piedra Escrita”. Lamentablemente no quedan restos del poblamiento vettón ni romano ni cristiano, tal vez algunas huellas del contorno de cabañas en algunos lugares en torno a la necrópolis rupestre a ambos lados del arroyo Cantarranas y en el Prado del Húngaro. Todo ello es explicable por la pobreza de los materiales de construcción, madera, mampostería y adobe y su reutilización a través de los siglos.

Monolito romano de Piedra Escrita con la ofrenda a la diosa Diana

En tercer lugar, la declaración BIC también incluye una piedra de unos 4m de largo con la apariencia de un toro o verraco acostado, típico de la cultura vetona, y que solo puede verse si se le mira de frente. Que Cenicientos pertenece a esta cultura es innegable pues se encuentra en el centro de una región con restos de castros y verracos de origen vettón desde el castro del cerro Almoclón en San Martín de Valdeiglesias hasta el castro y verracos de Castillo de Bayuela. La roca del pseudo verraco es muy importante porque no “nació” en el lugar, sino que fue trasladada desde otro sitio y colocada y calzada frente a la Piedra. Estas dos figuras nos hablan de que estamos en un “locus sacer”, un lugar sagrado desde la época vettona, de los pueblos prerromanos representados por el verraco frente a la Piedra y los posibles altares identificados por nosotros en Cadalso y Almorox: Miguel A. Martínez Artola “Vettones en el suroeste de Madrid”. La profesora Alicia M. Canto en su trabajo sobre la piedra, “La Piedra Escrita de Diana en Cenicientos”, identifica claramente el verraco y la zarpa de un oso en la parte posterior y nosotros hemos encontrado otra unos dos km al sur, lo que indica que estamos en un bosque sagrado, mientras que en un estudio posterior sobre la “Silla de Felipe II”, la doctora Canto afirma que hay que tener en cuenta “las cosas que parece que no se ven, pero están ahí” y sobre las piedras sagradas que representan formas animales o antropomorfas indica que “para un antiguo, en un sitio así vivía un dios”, idea que nosotros aplicamos a los descubrimientos que hemos realizado en el cerro de Pedro Abad.

Todo ello indica que la catalogación de Piedra Escrita y su entorno vettón como Bien de Interés Cultural es un hito importante en el desarrollo de Cenicientos y en el conocimiento histórico de nuestro pasado.

Miguel A. Martínez Artola.