Categoría | Medio Natural

Notas de campo de Verdemorillo: Dando vida a la Vereda

  • Un ‘¿sabías que…?’ sobre la flora y fauna de la Sierra Oeste.

Nuestro granito de arena contra la desertificación.

Quien pasee hoy por algunos tramos de la Vereda del Camino de Robledo de Chavela, a la salida de Valdemorillo, puede tener la sensación de estar atravesando un paisaje detenido en el tiempo. Suelo desnudo, piedra aflorando, retamas dispersas y tomillos que resisten como pueden.
Un entorno áspero, aparentemente inmóvil, que, sin embargo, nos habla de una historia larga y compleja: la de un territorio profundamente transformado por la acción humana y hoy amenazado por uno de los grandes problemas ambientales de nuestro tiempo: la desertificación.
La Vereda es una vía pecuaria, una de las categorías en las que, por su anchura, se dividen estos caminos milenarios. Durante siglos vertebraron el territorio peninsular, permitiendo la trashumancia y conectando ecosistemas. Hoy, aunque su uso ganadero es residual, conservan un enorme valor ecológico: funcionan como corredores de fauna y flora y como espacios de contacto directo entre la población y la naturaleza. En municipios como Valdemorillo, además, forman parte del día a día: son rutas de paseo, de deporte, de acceso a instalaciones educativas y deportivas.
Sin embargo, no todas las veredas gozan de buena salud ambiental. El tramo de la Vereda del Camino de Robledo de Chavela sobre el que estamos trabajando desde Verdemorillo es un ejemplo claro de degradación progresiva del suelo. Décadas de sobrepastoreo, la pérdida histórica de la cubierta forestal y la ausencia de regeneración natural han dejado una zona altamente erosionada, vulnerable a la escorrentía y al avance silencioso de la desertificación. Además, tiene la mala suerte de ser cruzada por la M-600, lo que la convierte en un “atajo” para evitar el atasco de salida del municipio, sumando a su ya deteriorado estado los efectos de un tráfico motorizado que no debería existir.
Conviene recordar que este paisaje no siempre fue así. La historia de Valdemorillo está íntimamente ligada a sus montes. Encinares, madroñales y pinares cubrían las lomas hasta que la Guerra Civil marcó un punto de inflexión. La deforestación masiva causada por los bombardeos de un frente constante desde el principio hasta el final de la guerra, la maquinaria bélica y la necesidad de combustible para los frentes y para Madrid dejaron un territorio exhausto y sin vida. Después de la guerra llegaron las repoblaciones, principalmente de pinos; aquí solo se realizaron en algunas zonas. En las inmediaciones de la Vereda, no. El uso ganadero continuado, sin control, terminó de impedir la recuperación del encinar.
En la toponimia local aún perduran nombres que nos dan una idea del patrimonio natural perdido: “Vereda de los Madroñales”, el “Arroyo de la Peraleda”, la calle “Higueras”…, nos cuentan que un día pudo haber árboles tan curiosos como madroños y piruétanos en la zona. Nombres de parajes como “Las Aguas” o “El Camino de Lanchalagua” nos indican la abundancia de manantiales y arroyos, y así un largo y riquísimo etcétera que nos da cuenta de la riqueza natural de la región (“Cercado de la Encina”, “Prado de la Jara”, “Majuelo del Cura”…).
Hoy sabemos que la desertificación no es un fenómeno lejano ni exclusivo de otras latitudes. Según Naciones Unidas, cada año se pierden más de 24.000 millones de toneladas de suelo fértil en el planeta, y dos tercios de la superficie terrestre están ya afectados por procesos de degradación. España, por su clima y por la presión histórica sobre el territorio, es especialmente vulnerable. La Sierra Oeste de Madrid no es una excepción. Y las vías que atraviesan sus entornos naturales también sufren este efecto.
Ante este contexto nace el proyecto Dando vida a la Vereda, una iniciativa de recuperación ambiental que va mucho más allá de plantar árboles. Desde Verdemorillo entendemos que no se puede conservar lo que no se valora, y no se puede valorar lo que no se conoce. La restauración ecológica solo es sostenible si va acompañada de educación ambiental y participación social.
El proyecto se desarrolla en un tramo concreto de la vereda, fácilmente accesible y muy transitado. Precisamente esa accesibilidad ha favorecido también otros impactos, como vertidos incontrolados de escombros y basuraleza, que hemos ido retirando en jornadas comunitarias. Pero también es esa cercanía la que convierte el lugar en un espacio ideal para implicar a la ciudadanía.
Las primeras acciones comenzaron en febrero de 2024, aún sin un proyecto del todo claro, con una jornada participativa de reforestación autorizada por la Comunidad de Madrid. Plantamos especies autóctonas adaptadas a las duras condiciones del terreno: encina (Quercus ilex), quejigo (Quercus faginea), pino piñonero (Pinus pinea) y otras propias del encinar carpetano. En junio realizamos una recogida de basuraleza y los primeros riegos de verano, comprobando con satisfacción un alto porcentaje de supervivencia. En enero de 2025 volvimos a plantar, reforzando la apuesta por este pequeño bosque incipiente.
El salto cualitativo lo hemos dado en noviembre de 2025. El proyecto Libera, formado por SEO/BirdLife y Ecoembes, ha seleccionado este proyecto entre cientos de propuestas para ser apadrinado. Gracias a esta ayuda hemos podido dedicar más recursos y tiempo para incrementar la cantidad y calidad de lo plantado y, además, permitirnos ser más ambiciosos y no quedarnos solo en la reforestación. El verdadero corazón del proyecto es el programa de educación ambiental que lo acompaña. Talleres de semillado, creación y mantenimiento de un vivero forestal, charlas divulgativas, jornadas de reforestación, actividades con centros educativos y acciones de sensibilización buscan algo fundamental: generar un vínculo emocional entre las personas y el territorio.
Trabajamos conceptos como biodiversidad, erosión, desertificación o servicios ecosistémicos, pero siempre desde lo cercano, desde lo que se puede tocar y observar. No se trata solo de aprender qué es el suelo, sino de entender que sin él no hay bosque, ni agua, ni vida. Que cada planta autóctona cumple una función, que el matorral no es un estorbo, sino un aliado, y que la flora acompañante prepara el terreno para que los árboles puedan prosperar.
Este año estamos poniendo especial énfasis en la plantación de especies arbustivas, ese “cortejo florístico” que protege el suelo, fija nutrientes y ofrece refugio a la fauna. Es un trabajo lento, paciente, poco espectacular a primera vista, pero esencial. La restauración ecológica no entiende de atajos.
Dando vida a la Vereda es también un proyecto social. Ha generado espacios de encuentro intergeneracional, colaboración con colegios e institutos y participación de vecinos y vecinas que quizá nunca habían plantado un árbol. La respuesta está siendo muy positiva. Cuando alguien participa en los riegos de verano de “su” planta, o vuelve meses después a ver cómo ha crecido, el paisaje deja de ser anónimo.
Frente a un problema global como la desertificación, este proyecto es una respuesta humilde pero decidida. Pensar en global y actuar en local no es un eslogan vacío: es la forma más participativa de mantener vivos nuestros paisajes y nuestra cultura ligada a ellos.
La Vereda del Camino de Robledo de Chavela aún está lejos de convertirse en el bosque mixto que imaginamos, pero ya no es un espacio olvidado. Es un aula al aire libre, un laboratorio vivo y una oportunidad para demostrar que la recuperación ambiental es posible cuando se hace desde el conocimiento, el cuidado y la participación.
Desde Verdemorillo seguiremos trabajando para darle vida. Y la invitación está abierta: quien quiera aprender, plantar, cuidar o simplemente mirar este paisaje con otros ojos será bienvenido. Porque la vereda es de todos y todas, y su futuro también.

Verdemorillo es una asociación ecologista vecinal que actúa para preservar la biodiversidad de la comarca de Valdemorillo desde tres frentes: la divulgación, la denuncia y la realización de proyectos de conservación. Si deseas saber más sobre este u otros temas entra en www.verdemorillo.org

Texto: José Ángel de la Banda. Educador ambiental y miembro de Verdemorillo. Fotografías: Emma Álvarez Marty, socia de Verdemorillo.

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