El 20 de enero se volvió a celebrar La Vaquilla en Fresnedillas de la Oliva, una de las fiestas más importantes de este tipo en la Comunidad de Madrid. La pandemia lleva dos años impidiendo que podamos vivir con normalidad, pero tras la llegada de la variante Ómicron y la bajada que se está produciendo en las tasas de incidencia de esta enfermedad, la Sierra Oeste se dispone a vivir otro gran festejo: el carnaval. La mayoría de nuestros pueblos han elaborado programas para poder celebrarlo como solíamos hacerlo y por ello dedicamos varias de nuestras páginas a ello. Parece que la fiesta ha regresado.

Editorial

Parece increíble que en el último mes hayan pasado tantas cosas y el olvido se haya apoderado de la mayoría de ellas. ¿Quién se acuerda ya de la rocambolesca votación para la convalidación del Real Decreto-Ley de medidas urgentes para la reforma laboral, la garantía de la estabilidad en el empleo y la transformación del mercado de trabajo? ¿Cómo van las negociaciones para que Fernández Mañueco sea reelegido presidente de Castilla y León tras convocar unos comicios autonómicos antes de agotar la legislatura? E incluso, ¿no ha quedado desfasada la noticia de una denuncia de espionaje dentro del Partido Popular que destapaba un caso de nepotismo corrupto en la Comunidad de Madrid? Al cierre de esta edición todos los focos están centrados en la agresión a Ucrania comandada por Vladimir Putin.
¿Quién iba a decirlo?, pero en pleno siglo XXI la guerra sigue instalada en Europa. Todavía quedan algunos que padecieron en carne propia la contienda civil española de 1936 y bastantes más que vivían cuando Hitler invadió Polonia causando el conflicto más devastador de todos los tiempos. Otros muchos no olvidan la época de la Guerra Fría y la amenaza atómica capaz de aniquilar la raza humana.
Las heridas parece que, en todos los casos anteriores, no han sido del todo restañadas. La violencia sigue siendo moneda común en el mundo globalizado que nos ha tocado y, lejos de continuar con la evolución y mejorando la especie, la amnesia nos vuelve a aturdir igualándonos con el Paleolítico más brutal. Conceptos como el nacionalismo iracundo y hasta la limpieza étnica vuleven a sobrevolar las mentes de nuestros dirigentes.
Ni que decir tiene que el trasfondo económico (lo que viene a ser la codicia) sea la verdadera causa de la invasión rusa de su país vecino. Pero, ¿nos hemos parado a pensar si Ucrania y Rusia no fueron una misma cosa hace un tiempo? Quizá sea algo que no nos importaba cuando Mijail Gorbachov abrió las puertas de la Unión Soviética con el glasnost y la liquidó con la perestroika. Nos sentimos miembros del bando ganador sin hacernos la cuenta de que la nación más grande de la Tierra entregaba la cuchara al victorioso Occidente. Tal vez no reparamos en que aún había heridas abiertas, problemas sin resolver, que podrían lastrarnos en un futuro. Ese día ha llegado apestando de muerte y miedo la vieja Europa, esa misma que pierde siempre la memoria.

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