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Los secretos del Monasterio (y 2) ‘El último monje de Valdeiglesias’

  • Un documento del Archivo Histórico en 1855 desvela la situación penosa en la que se encontraba el convento a mediados del XIX.

Los monjes de Santa María de Valdeiglesias (Pelayos de la Presa) tuvieron que abandonar el monasterio cisterciense en 1836. En esa fecha se produjo el real decreto de Desamortización, dictado por el ministro Álvarez Mendizábal, en tiempos del reinado de Isabel II, aunque era su madre, María Cristina de Borbón, quien ejercía la regencia debido a la corta de edad de su hija (tres años). Lo que ocurrió en Valdeiglesias no fue exclusivo de este convento puesto que la ley afectó a todos los monasterios españoles. Nuestro monasterio vivía, como otros muchos, una evidente situación de decadencia: tan solo diez monjes pertenecían al convento cuando se produjo la mencionada desamortización (1835-36). Y cabe matizar que algunos de ellos, incluso, no vivían en ese momento en Pelayos sino que estaban destinados a otras propiedades monacales. En concreto está documentado (Tumbo de Valdeiglesias, bibliotecadigital.rah.es) que el monasterio tenía una granja en Alarza (la actual Cáceres) con, al menos, un monje destinado.
Pues bien, la Historia, con mayúsculas tiene sus sorpresas. El autor de este artículo ha rastreado en la Academia de la Historia y en el Archivo Histórico Nacional buscando manuscritos de esa época (que no debió ser nada fácil para los monjes de Valdeiglesias). Y se encontró con una sorpresa. El último documento de un monje de dicho monasterio está fechado en 1855. ¿Cómo es posible que en 1855 siga habiendo monjes en Valdeiglesias cuando estos, han tenido que abandonar su casa monacal, veinte años antes?
La respuesta viene de los expertos. En un congreso internacional celebrado en el monasterio de Piedra, un convento también cisterciense, varios historiadores confirmaron a este autor la evidencia documental de la permanencia de monjes una vez desamortizados sus conventos. Son casos puntuales pero a los investigadores no les extraña el manuscrito de Valdeiglesias, fechado, como digo, en 1855. Lo que no sabemos es cómo vivieron esos monjes, aunque debemos imaginar que la vida monástica como tal, ya había desparecido años atrás
La transcripción del manuscrito es bien evidente
“Fray Ildefonso Martín de la Orden de Nuestro Padre San Bernardo y Prior de Santa María de Valdeyglesias con la más reverente sumisión hago presente a D. la imposibilidad de poderme presentar personalmente para sacar licencias necesarias para oír confesiones por impedírmelo las muchas ocupaciones anexas a mi destino, a las que se agregan otras muchas ya por hallarse mi Prelado ausente y enfermo, y ya por ser el único (gracias a Dios) que gozo salud en esta Santa Comunidad, y siéndome vergonzoso el que vengan los fieles y se marchen sin confesar.
Suplico rendidamente a usted se digne concederme su permiso y licencias, para poder oír confesiones en la inteligencia que soy el único en esta Santa Casa, que pueda socorrer a los fieles pues uno solamente tiene licencias, y está el pobre habitualmente enfermo. Es gracia especialísima que espero de Vuestra Santidad.
Dios que a guarde a V.S [muchos] años. Santa María de Valdeyglesias y Diciembre 19 de 1855”.
El Archivo de Mariano García Benito cuenta con una copia fotográfica de este documento del Archivo Histórico Nacional (AHN), en donde está depositado. Nos encontramos con el último manuscrito de Valdeiglesias y por extensión, podemos intitular a fray Ildefonso Martín como “el último monje de Valdeiglesias”. Porque la fecha lo dice todo: 1855, diecinueve años después de la Desamortización de Mendizábal. Además consultamos con Luis Miguel de la Cruz, del propio Archivo Histórico para validar la fecha y esta no tiene dudas paleográficas.
El manuscrito describe bien a las claras la situación penosa en que vivían los escasos monjes que aún residían, debemos suponer, en el propio monasterio, seguramente en una parte del mismo. Y la carta hace mención a la necesidad, del que es todavía prior, de pedir a la Orden de San Bernardo (Císter), de la cual depende, licencia para confesar a los fieles de la zona. Seguramente el prelado al que se refiere Ildefonso Martín es el abad, impedido de sus funciones eclesiásticas, por la enfermedad.
Siguiendo a Tomás y Valiente, en su imprescindible texto sobre las desamortizaciones (“El marco político de la desamortización en España”), las fechas claves para entender este proceso son:
-25 de julio de 1835. Decreto suprimiendo los conventos y monasterios religiosos que no tuvieran como mínimo 12 individuos profesos. Para pagar la deuda interior y guerras carlistas
-11 de octubre 1835. Ampliación de la desamortización a instituciones y supresión de conventos
-19 febrero 1836. Intervención de Mendizábal ante la reina Isabel II y reina gobernadora. Defiende la ley porque propiciaría “capitalistas hacendados”, y fomentaría un “labrador aplicado”. Réplica de Antonio Flores criticando la medida desde una posición más progresista, anticipando los errores que la medida tendrá por no cumplir sus objetivos.
-8 de marzo de 1836. Real decreto de Desamortización
-24 de marzo 1836. Reglamento. Ejecución más concreta. Señala pensión diaria a los religiosos de las instituciones suprimidas. Solo para religiosos (masculinos).
Y para terminar de contextualizar la situación diremos que en el entorno del monasterio no existía, a menos de una legua a la redonda, ninguna iglesia, con algún sacerdote, que pudiese confesar a los feligreses. Porque Pelayos, a mediados del siglo XVIII no disponía de tal templo. A lo sumo un oratorio. La población de este pueblo apenas alcanzaba la centena, según datos de 1857.
Fue a finales de dicho siglo cuando se construyó la actual iglesia de la Asunción, aunque otras fuentes sitúan un templo ya desde el siglo XVI. Por tanto, una vez que el monasterio decae, es el pueblo de San Martín de Valdeiglesias el centro de la vida de la comarca, incluida la vida monástica a través de su inconclusa iglesia.
El manuscrito desvelado ahora nos permite intuir la precariedad de los últimos monjes que habitaron en Valdeiglesias antes de ser obligados a abandonar su casa conventual.

Enrique Jurado Salván. Periodista y presidente de la asociación Alberche-Albirka.

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