
Honestidad a raudales.
Por Pierre Garní.
Tras cruzar el umbral de la puerta de este típico mesón castellano uno se siente absolutamente apabullado por la inmensa cantidad de abalorios, oropeles y trastos de todo tipo y condición que hay colocados y colgados por todas partes sin excepción, muy apto y recomendable para amantes de lo curioso.
Pero vamos a lo nuestro, el recibimiento, previa reserva telefónica en directo, cosa que se agradece, (estoy harto de reservar en una máquina) fue muy correcto, la mesa bien vestida a tono con el ambiente y decoración del lugar.
La carta no demasiado amplia pero bien construida, entrantes, guisos, ensaladas, pescados (apartado este que sorprende por estas latitudes) y carnes de plancha y asador de leña. Optamos por unas anchoas muy aceptables con pan asado y tomate rallado, una ensalada de pimientos asados en casa riquísimos con ventresca de bonito, canónica y bien aliñada y unos huevos revueltos con calabacín sabrosos, cremosos y bien resueltos. En los segundos, la misma regularidad: unas cocochas de merluza fresquísimas (a pesar de ser martes) en salsa verde clásica, un taco de bacalao desalado, a la plancha, perfecto de cocción y con guarnición de pisto rico, una paletilla de cordero lechal, lechal (no llegaría a los 400 g), que estaba deliciosa, y un entrecot de avileña que estaba perfecto, de sabor a carne bien criada, sencillamente a la plancha con guarnición de patatas fritas caseras hechas con ganas. Mojamos todo esto con una botella de Habla de Ti, un sauvignon blanc extremeño del 2022 que estaba muy bueno y por 20 euritos. De postre, misma sensación, rico arroz con leche muy cremoso, natillas de verdad muy ricas y una tarta de queso muy a la moda.
Experiencia muy agradable, trato muy amable y cercano, precios extremadamente comedidos y muy razonables, comida sencilla, muy honesta y muy rica, qué más se puede pedir, tal cómo están los tiempos…