
- Tal vez, el mejor cocido posible.
- Por Pierre Garní.
Comentamos casi con emoción, cuando acudimos, tras descubrir en los corrillos gastronómicos más actualizados, a algún nuevo restaurante, proyecto iniciático de algún joven cocinero porque suelen ser muy poco comunes las ocasiones en que esto sucede y menos aún cuantas lo hacen con éxito merecido. Pero ocurre lo mismo cuando uno acude al “gran restorán” al “restorán” por antonomasia, con años de recorrido, de propuesta sólida e íntegra, ambiente serio, algo carpetovetónico y hasta un tanto trasnochado, servicio de formas impecables, trato educado, algo estándar y muy servicial y puesta en escena con algo de viso. El “restorán” al que me refiero y donde tenemos nuestra reserva para comer su Gran Cocido es Charolés, en San Lorenzo del Escorial. Una vez uniformados con nuestra servilleta al cuello, comienza el servicio de este pantagruélico cocido con un pedazo de chorizo de cocción un poco sobrepasada pero rico y una patata cocida de sabor y textura excepcionales. ¡Qué maravilla cuando algo tan humilde como una patata cocida levanta pasiones! Continuamos con la sopa, muy desgrasada, (que se agradece) de sabor intenso, temperatura idónea, con algún garbanzo y fideo gordo. Esto del fideo gordo no nos gustó mucho pero aquí es así, nosotros somos de fideo fino. Se acompañaba de piparras en vinagre picantes y cebolleta fresca en juliana. A continuación llega, con los garbanzos pedrosillanos, el repollo, la zanahoria, los grelos y otra patata de igual factura, una auténtica catarata de viandas acompañantes y les relato; sofrito de tomate dulce con cominos (para los garbanzos), morcilla de cebolla excepcional, chorizo como el de la inauguración, dos tocinos, el clásico riquísimo y el de Verín entreverado de sabor racial, gallina de verdad, morcillo de ternera (algo reseco), falda de ternera jugosa, hueso con tuétano para cada comensal de tamaño colosal y cocción perfecta y un hueso de jamón, de corte y punto de cocción perfectos, con piel y jamón a partes iguales, también por comensal. Una vez terminado este servicio y desbarasada la mesa por completo, nos traen una ensalada de berros con tomate y granadas, por comensal, para aliviar, suponemos, este despiporre, agradable y muy bienintencionada. Regamos toda esta bacanal con un reserva del 2019 de Cune, ni fu ni fa y rematamos con un tocinillo de cielo notable al que acompañaba un helado absolutamente anodino. El café rico y el pan sensacional, peligroso y tentador a partes iguales.