
- Cocina española en restaurante de carretera.
- Por Pierre Garní.
Es un hecho que los restaurantes de carretera tampoco han sido ajenos al deterioro gastronómico que venimos sufriendo en este país con tanta apertura con propuestas apátridas y la mayoría de las veces auspiciadas por promotores poco talentosos.
Encontramos este bar restaurante que alberga una trayectoria amplia con más de cincuenta años de andadura sin alejarse del mismo camino emprendido, aunque si cambiando de actores protagonistas. El aspecto es bastante prototípico de establecimiento recargado de muebles y enseres, aunque de ambiente limpio y ordenado. De horario amplio y oferta diversa, desayunos, aperitivos, comidas, meriendas y cenas. Dispone de tres comedores bien diferenciados. Nuestra mesa está reservada en la terraza, al pie de la carretera, una carretera con circulación ininterrumpida e increíblemente abundante y ruidosa.
Iniciamos con una cerveza bien tirada y un aperitivo en cazuela de un guiso de garbanzos agradable. La carta, amplia, bien surtida y muy previsible; embutidos, revueltos, fritos, guisos, verduras en conserva, ensaladas, pescados y carnes. Optamos por picotear algunas raciones y tomar un plato principal. Rica y bien frita la morcilla de arroz y cebolla, mollejitas de cordero, abundantes, crujientes y bien ejecutadas, una ensalada de cogollos de lechuga anodina y unas croquetas de jamón muy aceptables, cremosas y con el jamón preciso, ración también abundante (la abundancia hace las veces de marca de la casa). Con los platos principales sucedió algo parecido, en cuanto a la abundancia se refiere. Chuletillas de cordero muy recomendables con patatas fritas caseras, rabo estofado sabroso y bien resuelto y cuchifrito de cochinillo bien frito y crujiente. Nos quedamos con las ganas de probar la chuleta de Ávila que tenía una pinta sensacional y que, al parecer, es uno de los “hits” de la casa. Unas natillas correctas y un flan pasable remataron el menú. Bebimos una botella de Prado Rey tinto, de la cosecha 2022, algo verde. El pan bueno, el café rutinario y la cuenta muy comedida y razonable.
El servicio diligente y resolutivo sin grandes elocuencias.
Se agradecen lugares como este al borde de las carreteras que cumplen con honestidad y denuedo el avituallamiento de los viajantes necesitados.