- Santiago Díez, representante de Aqualia, ha realizado la entrega del dinero para la adquisición del material destinado a los niños adradenses.
Roberto Aparicio ha valorado la gestión en materia educativa del Ayuntamiento de La Adrada como muy positiva dado que “estamos apostando por el impulso de la escuela en el medio rural y lo hacemos con compromisos efectivos como la gratuidad de los libros de texto para los niños de nuestro colegio”.
“Nuestro objetivo es que los escolares y sus familias tengan cubiertas todas las necesidades educativas y que tengan acceso a todos los recursos con el menor gasto posible por su parte”.
En esta línea, Roberto Aparicio ha destacado “la inversión realizada y comprometida a ese respecto para cubrir inicialmente las necesidades de los niños de educación infantil y primaria de La Adrada”. En este punto, es importante la colaboración de Aqualia, que “tras un acuerdo con el ayuntamiento, lleva dos años aportando una donación de dinero en metálico para la adquisición de libros que irán destinados a los alumnos de La Adrada” afirma Aparicio.
El alcalde de la localidad ha refrendado el compromiso del consistorio con la Educación pública, gratuita y de calidad, también en el medio rural. “Los niños y jóvenes son el futuro y si no luchamos por el mantenimiento de nuestras escuelas, estaremos apoyando la despoblación de nuestra provincia”.
LA ESCUELA DE ENTONCES
Recreos de la infancia, entre los juegos y escuela,
de idílicos momentos,
de vuelta a casa en aquella mágica Plazuela,
crisol de Cenicientos.
La escuela era vista como el interior de un templo,
con su ara del saber,
donde el más listo de la clase nos daba ejemplo
de estudio en el deber.
Nada que ver aquella,con la escuela de ahora,
de temibles maestros,
temerosos siempre del clarear de la aurora
y llamados cabestros.
De cuatro en fondo nos formaban, prietas las filas,
izando la bandera,
y al Himno del Cara al Sol,callaban las esquilas
de mula y vertedera.
“La letra con sangre entra”, eran consignas y lemas,
que inyectaban a palos,
y huíamos como los potrillos de las quemas
los buenos y los malos.
Contumaces tildaban, llamándonos zoquetes,
envueltos en su niebla,
y oportunos a veces, poníamos en bretes
siendo ellos la tiniebla.
Recitábamos la tabla de multiplicar
con átono talante,
fue bueno, después la hemos tenido que aplicar
continua a cada instante.
Aprendimos algo modélico…Urbanidad
de educandos muy bien,
y en nuestro pueblo sirvió y nos sirvió en la ciudad
a saber quién es quién .
Supimos de religión y de historia sagrada
que igual nos ha servido,
y así situábamos en el mapa aproximada,
todo hecho acaecido.
De forma que al contemplar los lienzos del museo
sabemos de Holofernes,
las ciudades bíblicas y el nefando deseo
cual pintores en ciernes.
Luego después cada uno sustenta sus creencias ,
o esencias personales,
y en su ir y venir, el cuantificar de sus ciencias
o su cifra en caudales.
Y sin ser rehenes del síndrome de Estocolmo
o burdos masoquistas,
comentamos:”compañeros, es o no es el colmo
o somos alquimistas.
Pues con un gran esfuerzo permanente de todos,
a aquella España rala,
postrada entre la sangre salpicada de lodos,
la elevamos de escala.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LAS CEBOLLAS DEL CHAVES NOGALES
Desnudas las cebollas de sus faldas,
privadas de sus capas de una en una,
vestiduras tendrán las de la luna,
y a vosotros cubriendo sus espaldas.
Serpentinas serán y las guirnaldas
que recibe a la noche clara o bruna,
regalos nos darán de la fortuna
y un verdor cristalino de esmeraldas.
Enhiestas vais a verlas como lanzas,
infantiles y alegres colegiales
y orondas cual los ricos en finanzas,
y ellas os hallarán niños geniales,
y de hábitos sabrán y de semblanzas
las cebollas aquí en Chaves Nogales.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL PILÓN DE LAS PANTEZUELAS
En atardeceres primaverales
de parada, pilón y abrevadero,
tus mansas aguas de fondeadero
aflojaban riendas de los ramales.
Y te veíamos los colegiales
apostados en el embarcadero,
de niños coruchos en el sendero
habituado al trato con animales.
Y nos veíamos ya de mayores
entre mulas carros y vertederas,
manos agrietadas de las manceras;
hablando del campo y sus pormenores,
contemplando el agua de los pilones
taberna del burro y sus libaciones.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho