La Cuaresma daba comienzo el miércoles de ceniza, ese mismo día era costumbre tapar las imágenes durante cuarenta días, dando lugar hasta el domingo de resurrección, día en el que se destapaban las imágenes.
Empezando los ejercicios espirituales, en aquella época los solteros y casados iban al seminario de Rozas de Puerto Real durante ocho días. En el pueblo empezaban por los niños de la escuela, los jóvenes y casados durante ocho días, hasta el Domingo de Ramos.
El Domingo de Ramos era un día muy importante en el pueblo, todo el mundo asistía a misa. Uno de sus rasgos más característicos eran las palmeras para la justicia y los ramos de oliva adornados con higos pasados, caramelos y galletas. Estos últimos eran generalmente adornados por las madres para sus hijos.
Entrando en la Semana Santa, eran de importancia el Rosario de la Aurora y tocar las carracas. El Lunes Santo daba comienzo el Rosario de la Aurora hasta Jueves Santo, se realizaba a las seis de la mañana, destacando en el silencio de la noche. Ese mismo día los niños tocaban las carracas, hechas de madera, y había una muy grande que necesitaba de varios niños para hacerla sonar. Esos cuatro días no sonaban las campanas, los niños salían a los oficios, a la hora santa y al lavatorio tocando con las carracas.
El Jueves Santo y Viernes Santo se realizaba el lavatorio de pies, siendo los hombres los que se ofrecían voluntariamente para participar en ello.
En las procesiones los niños se ponían los primeros, a continuación, las mujeres y en último lugar los hombres. Las mujeres cantaban el Vía Crucis, en cada estación se paraban para el canto “Es mi bandera, es la cruz y amante Jesús”, entre otras. Y los hombres cantaban “Jesucristo salió a caza” cada vez uno: el tío Pallarés, el tío Tirillas y el tío Bomba, era digno de ver el silencio que se llevaba.
Al terminar las procesiones todos se iban de paseo, a la Ronda del Sur. Lo más llamativo eran las niñas con los calcetines y medias de sport y las jóvenes con medias de seda. Los jóvenes disfrutaban dando con ortigas a las jóvenes, ¡menudas ampollas les salían! En aquella época no existían los pantalones, por lo que los jóvenes disfrutaban mucho.
El domingo siguiente del Domingo de Resurrección se celebraba nuestra romería “La Nava”, siendo costumbre acudir al “Hoyo”, las parejas y amigos se reunían el día anterior para preparar la comida. Para llegar allí iban montados en mulas.
Siendo yo pequeña, nuestras madres nos preparaban a cada una la comida e íbamos caminando hasta el Hoyo. En aquel entonces, existía el racionamiento, por lo que íbamos guardando en bolsas de tela arroz y azúcar para hacer arroz con leche. También llevábamos carne de oveja o cordero empanada para poder disfrutarla ese día. Como teníamos huevos en casa también cocinábamos flanes y tortillas.
Así era la Semana Santa en mi infancia.
Margarita Santiago Señorís.
FOTO: Luis Ayuso.