La mejor manera de convencer a alguien para que haga algo en concreto no suele ser casi nunca la más directa, la señalada y enfocada en una dirección o sentido exacto, eso es algo que los más inteligentes han tenido muy en cuenta a lo largo de la historia. Puede que la aparición de los cuentos tuviese, precisamente, ese nacimiento; más allá de la necesidad de explicarse cosas, de darle un sentido a asuntos imposibles a nuestro alrededor, de acompañarnos los unos a los otros en rincones fríos y temibles rodeados de peligros, de darnos calor o de compartir las enseñanzas del día a día, es probable que los cuentos también se contasen de generación en generación para provocar los cambios necesarios para que la humanidad avanzase, para ofrecer nuevas metas, nuevos sentidos… quién sabe, es probable que algunos de esos cuentos y narraciones, probablemente la mayoría, se creasen para atemorizarnos y controlarnos.

Sea como fuere, el poder del cuento es aún palpable incluso para aquellos que prefieren no verlo y ese poder se puede usar, así, como quien no quiere la cosa, para decir tanto con mensajes más o menos identificables y para remover conciencias si parece necesario. De un modo indirecto, muchas veces ni siquiera pensado o planeado, porque solo lo que no es impostado, lo que se siente de verdad, puede cambiar de verdad las cosas.

Chapinería volvió a demostrar que el cuento es una constante cultura el el municipio por algo, que es una fórmula de comunicación, reunión y diversión arraigada en la localidad y que lleva cimentando sus raíces ya tantos años que su tallo es cada día más robusto, más firme, más elevado. Para ello ha contado con casi dos décadas ya de tradición anual, con la visita de una buena cantidad de profesionales de la narración de diversos rincones del mundo, con el amor y la pasión de los espectadores de todas las edades y de las personas que, desde hace ya muchos años, deciden subirse al escenario propuesto para contar un cuento a todos los presentes. La historia de Cuentos de una noche de… es ya larga y fructífera y este año ni siquiera la existencia del Covid-19 ha sido capaz de romper esta tradición, aunque haya tenido que celebrarse meses después de lo planeado y en un entorno diferente al habitual, porque se trasladó esta pequeña maratón de cuentos desde el patio del Palacio de la Sagra al auditorio municipal de Chapinería, donde se hicieron cumplir y se respetaron todas las normas de seguridad vigentes.

Y, por fin, el pasado 31 de octubre se pudo realizar esta maravilla anual que organiza la Biblioteca Municipal de Chapinería y que en esta edición contó con la colaboración de narradores orales profesionales cercanos como Eugenia Manzanera, Ana y Juanlu Titiricuento, Lupe Estévez, Eva y Nacho (de Boca en Boca), Alicia Merino y Claudio Bruzzese. Una larga sesión de narración oral que esta vez contaba con la colaboración del Centro de Educación Ambiental el Águila y con el medio ambiente como protagonista principal, de hecho, incluso Cristina y Manuel, del Águila se atrevieron con su propio cuento. Y que también, como todos los años, recibió a vecinos con ganas de contar, en un número menor al habitual, pero con un empeño y una fuerza infinitos; por el escenario del auditorio estuvieron Pura Velasco, Sara Barquilla, Irene Cid y Yolanda López.

Un acto que volvió a mostrar la fuerza del cuento y la magia de la narración oral, con un buen humor y una energía positiva constantes, con el público (se llenó el aforo permitido e incluso se quedó gente sin poder entrar) entregado y animado y con la cultura demostrando, una vez más (y no me canso de repetirlo) que es necesaria, que es segura y que es capaz de cambiarnos por dentro con una fuerza que no se puede imponer, que cala y llega o no lo hace, sin más.

Javier Fernández Jiménez.