La portada del número 170 del periódico mensual independiente y gratuito de la Sierra Oeste de Madrid y alrededores, correspòndiente a marzo de 2022 la ocupa una de Carnaval., del colorido desfile del Domingo de Piñata de Cebreros, que puso fin a una semana de celebraciones. Sin olvidarse de Putin y la guerra de Ucrania, nuestra comarca celebró el regreso del carnaval –tras dos años de parón provocado por la pandemia– con la alegría habitual. Son fechas que tradicionalmente sirven para aparcar por un momento los problemas y disfrutar. El conflicto armado tiene en un brete a todo el mundo y en especial a Europa, acrecentando una crisis inflacionista que amenaza con derrumbar el estado del bienestar que tanto nos ha costado construir. Mientras vemos de cerca la muerte y la destrucción, estamos respondiendo con infinitas muestras de solidaridad apoyando a quien más lo necesita. Más vale aferrarse al espíritu del carnaval y pensar que la vida siempre continúa.

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Pobres

Por Javier Fernández Jiménez. En la cola del súper buscando la mejor oferta, en el colegio intentando aprender todo lo posible, en la sala de espera del médico, en el puesto del mercadillo comprando la fruta más barata, en la calle paseando a tu lado, en la iglesia arrodillado en el suelo, en tu trabajo intentando hacer bien el suyo, en el deporte que practican tus hijos, en las extraescolares, en la delegación de Hacienda rezando porque una multa no sea demasiado elevada, en un banco del parque buscando soluciones, en cualquier manifestación que recuerdes, en el veterinario contando los billetes del bolsillo, en la oficina del banco implorando un nuevo crédito, en la biblioteca pública, en el gimnasio sudando para no pensar demasiado, en la plaza del ayuntamiento, en el paso de cebra, en la esquina de enfrente, en la casa de tus vecinos, en el centro comercial, en la guardería, en la oficina de Correos, en la barra del bar, en la gasolinera, en el barrio de al lado, en el garaje, en la estación de tren, en el autobús, en un ascensor, en la glorieta, al volante de un coche demasiado viejo, en la panadería, en la farmacia, en una fábrica cualquiera, en el almacén de materiales de construcción, en la ferretería de enfrente, en las fiestas de tu pueblo, en la fila para conseguir la ayuda de una ONG o incluso haciéndosela llegar a otros, en el campo, trabajando de sol a sol, en algún edifico de la Seguridad Social, en la carnicería, en la universidad, en la redacción de un periódico cualquiera, en un restaurante, en la furgoneta que va a una pequeña obra, en la construcción de un edificio, en un barco pesquero, en el cine, en un campo de fútbol aficionado, en la recepción de un hotel, en decenas de habitaciones haciendo las camas y limpiando todo, en la escalera de varios portales casi a la vez, en las butacas de un teatro, en el metro una mañana demasiado temprano, en la casa de una familia cuidando a sus hijos o a sus mayores, en el chino comprando pan aunque prefieran el de la panadería, en el estanco sintiéndose culpables, en un contenedor, en un soportal entre cartones, en un comedor social, en una comisaría, en un telediario…
Ahí, señor Enrique Ossorio, y seguro que en muchos sitios más, están los pobres que usted no es capaz de encontrar.