Por Julio Reoyo Hernández. Cocinero. Restaurante Doña Filo.
Reconozco que, conforme pasan los años, esto de los propósitos —otra cosa son los deseos— para el próximo año van desapareciendo de mi ya débil voluntad por ciertas aspiraciones que nunca pude, supe o, en seguramente, quise cumplir, convirtiendo esta mi voluntad en una auténtica pernicie más pueril y cándida que otra cosa. Tal vez sea la decepción que me genera año tras año, o quizás la frustración que me produce toda la hipocresía y fariseísmo con que se emplastece el sentimiento que debiera ser propio e inalterable de la Navidad.
La pátina acumulada adquiere cada año el mismo color reluciente, brillante, festivo; la misma apariencia bienintencionada, la misma tentativa de salvación y el mismo propósito de enmienda. Pero lo cierto es, ha sido, y tiene toda la pinta de seguir siendo una verdadera mascarada tan palmaria como ciega, tan fútil como confusa y cada vez menos persuasiva en sus principios básicos, virtuosos y cabales. Ya se encarga la sedicente legión de embajadores teocráticos de proclamar esta filfa que solo nos conduce al despilfarro, al “sobregasto” y que lejos de infundir en nuestra alma sentimientos nobles, sólidos y perennes nos inculca una vida más lisérgica y menos coherente con el mundo tan iconoclasta en el que vivimos.
Dicho todo esto, no les quiero yo arruinar las Navidades, tan solo invitarles a hacer uso de un comportamiento juicioso, de un gasto responsable y de un consumo coherente y celoso de grandes fastos. Estamos rodeados de penurias, de verdaderas catástrofes humanitarias que nos deben encoger el alma y también el estómago. Debemos fundamentar estos días en la bondad y en la generosidad como germen para el resto del año y no dejar que este propósito y estos buenos deseos se disipen cual nube de borrasca.
Así es que, ya saben, lo he dicho otras veces, un sabroso y reconfortante caldo de ave hecho con paciencia y enjuta gallina, la preciosa lombarda con pasas y almendras, algo de bacalao bien meloso en brillante salsa verde y, para terminar, un buen estofado de morcillo bien gelatinoso y multicolor de verduras de invierno, se me hace la boca agua. No puede faltar una buena ensalada de frutas con un almíbar ligero y un toque de Cointreau.
Dulces de Navidad con mesura y alegría, y generosidad con desmesura infinita.
DESDE DOÑA FILO ¡¡¡ FELIZ NAVIDAD!!!
LAS LECHUGAS DE COIMBRA
Lechugas en ensaladas,
lechugas en hamburguesas,
lechugas en huerto mesas
ya están en Coimbra plantadas,
y comienzan las jornadas
y los días se suceden,
y aquellos que nos preceden
saben que a los residentes
aunque estén ellos ausentes,
se les da cuanto merecen.