M.A. de Castro, Cenicientos
El pasado sábado 2 de junio me puse mi mejor vaquero e incluso una bonita camisa y aun sabiendo que mi trabajo literario no fue de los mejores que se habían presentado al concurso me dispuse a asistir en Villa del Prado a la Gala de las Letras Pradeñas para disfrutar del acto y ver lo que allí acontecía. Es cierto que no había mucho público, pero eso sí, éramos pocos pero bien avenidos.
El telón se levantó con retraso pues uno de los colaboradores habituales de la asociación, conductor de la gala y a su vez, coincidencia o genialidad, segundo y primer premio de relato y poesía llegó tarde.
A lo largo del acto se recitaron algunos de los versos del gran poeta Antonio Machado, que estuvieron seguidos de un fotomontaje con música de Joan Manuel Serrat. Incluso tengo que confesar que me emocioné; es que siempre fui muy sentido. Después todos los asistentes pudimos disfrutar de la danza.
Por fin llegó el momento de la entrega de premios para los adultos donde el ganador de relatos que vino desde muy lejos nos habló de sencillez y humildad, su historia sobre un lapicero es cuanto menos ingeniosa. El ganador de poesía y relato también nos leyó su obra, el segundo premio de poesía lo ganó una anciana del hospital de Villa del Prado, a quien su delicada salud no le permitió recoger su premio.
Pero los verdaderos protagonistas, quienes de verdad sintieron cosquillas en el estómago y nos las trasmitieron a los demás fueron los niños. Al menos a mí me hicieron pasar un rato genial. Por cierto, la niña de los zapatos rojos, lamento no saber su nombre, su poesía sobre la mariposa fue bonita, sublime.
Eché de menos una crítica mala o buena del trabajo que con esfuerzo e ilusión escribí aunque no fuera premiado para intentar hacerlo mejor la próxima vez o saber que estoy en el buen camino, pero comprendo que ese momento es para los ganadores.
Aun así, a pesar de todo, tengo que reconocer que sentí envidia sana de que en Villa del Prado sean capaces de organizar este tipo de actividades, por esto les animo, a pesar de sus pequeños fallos, a seguir luchando por la cultura.