El sábado 21 de enero, dentro de la programación cultural ofertada por la Asociación Cultural Teatro Sierra Oeste, los aficionados al teatro pudimos disfrutar de la representación de la obra “Luz y Consuelo”, interpretada por el grupo teatral Proszenia del municipio madrileño de Villalbilla.

Esta comedia, escrita por Santiago García, está dirigida y adaptada por Miguel Ángel Simal, quien también forma parte del elenco de actores junto con Sasha Fiteni, Pilar Casco, Antonio Tercero y Gabriel Herranz.

En la recoleta sala de Santa Catalina de San Martín de Valdeiglesias, se puso en escena esta peculiar comedia que trata del tristemente famoso tema de la violencia de género.  Bajo un prisma cómico, aunque también muy ácido y punzante, el espectador va asistiendo a los vaivenes en la actitud y sentimientos de Luz, la mujer maltratada, que pasa de un deseo de denuncia y odio hacia su marido al sentimiento de pena hacia él, justificando su violencia, llegando a disculparle por sentirse ella misma culpable y merecedora del maltrato.

Proszenia es un grupo amateur que en muchos momentos de la obra alcanza niveles de teatro profesional con magníficas interpretaciones. Sus cinco actores estuvieron conectados en todo momento con el público, transmitiéndole tan dispares sentimientos como el odio, la ira, la impotencia, el rencor, el cariño, el miedo o la desesperanza, así como las bajezas y abusos de los profesionales que se aprovechan de la necesidad de las victimas en un bucle de injusticias.

Se echó de menos una charla coloquio más extensa, pues el tema y el ambiente eran muy propicios para ello, aunque al finalizar la obra los actores y el director salieron al patio de butacas a compartir impresiones con el público.

Para contactar con Proszenia, a través de su facebook proszeniateatro y de su mail proszenia@gmail.com

Una propuesta diferente y atrevida

Salí de “Luz y Consuelo” con la sensación de haber presenciado un discurso diferente al habitual. Una manera de afrontar el problema muy visceral y muy directo. Así no nos suelen contar estas cosas. Incluso temo que haya quien pueda malinterpretar parte de la función, porque Santiago, el autor, busca roles muy pronunciados y muy dados a una posible confusión por nuestra parte. Es un juego atrevido, ese de ponernos ante personajes que no son blancos o negros, sino grises. Y aun así, que destaque el mensaje principal, el único quizá: da igual cómo seas, quién seas o qué hagas, nadie, ¡nadie! Te puede poner la mano encima o te puede denigrar verbalmente.

Me gustó “Luz y Consuelo”, me divirtió en momentos, me hizo estremecer, sentí. Creo que se queda en nosotros y nos hace pensar, ir más allá. Un recorrido muy realista por el sentimiento de culpa y por el vértigo ante las consecuencias de lo que supone una denuncia de este tipo que, a través de exageraciones y momentos incluso surrealistas, nos pone en la piel de la propia víctima, de las personas que la rodean, de los que miran sin querer ver, de los que se aprovechan de la situación e, incluso, del propio maltratador (que no queda demasiado bien parado, también hay que decirlo).