La orilla del río Alberche a su paso por Aldea del Fresno es conocida como “la Playa de Madrid”. En los días calurosos de verano se pueden ver líneas de sombrillas como en cualquier playa levantina. Pero Aldea no es solo un lugar donde refrescarse. Además del Alberche confluyen en sus proximidades otros dos ríos, el Perales y Arroyo Grande, lo que contribuye a que el entorno sea muy especial, tanto en su fauna como en su flora. Desde cualquier aparcamiento habilitado a lo largo de la carretera podemos acceder a las diferentes rutas que se pueden hacer tanto caminando como en bici y por las que podremos descubrir todos los secretos que pueblan este lugar, aunque muchos no se dejen ver. Ardillas, conejos, zorros o jabalíes van dejando sus huellas que se pueden ir descubriendo, enmarcadas por las impresionantes y mágicas cárcavas, mientras recorremos los cauces de los ríos. Si levantamos la vista podremos observar con toda facilidad el plácido vuelo de un águila, o de un buitre, entre las muchas aves que sobrevuelan la zona. En primavera es un espectáculo ver las perfumadas jaras reventando de flores blancas en el camino de Chapinería. Y en otoño la gama cambiante de tonos amarillos, rojos, ocres que inunda el valle hacen que este paisaje no se pueda olvidar con facilidad, amenizada por la espectacular berrea de los ciervos.
Pero si hablamos de turismo salvaje no podemos olvidar a nuestros amigos del Safari. Ver a los animales sueltos, leones, tigres, hipopótamos… alrededor del coche es una aventura para toda la familia. No hay que perderse el espectáculo de las aves rapaces. Y muchas más sorpresas. Debemos tomar ejemplo de toda la gente que trabaja en el Safari y cuidar el entorno como ellos cuidan a sus amigos, con mimo.
Y ya que hemos venido hasta aquí para recrear el alma disfrutando de la naturaleza no debemos olvidarnos de recrear el paladar. Después de una buena caminata lo mejor es tomarse un buen aperitivo en las terrazas de los bares del pueblo. Y después, a comer. Los restaurantes de Aldea del Fresno son auténticos templos de degustación de los productos y caldos de la tierra.
Alberto Hernández