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Notas de campo de Verdemorillo: Naturaleza caprichosa… ¿seguro?

  • Un ‘¿sabías que…?’ sobre la flora y fauna de la Sierra Oeste.

En la Naturaleza no hay cabida para el azar, todo tiene un motivo y un porqué.

¿Te has preguntado alguna vez por qué existen diferencias entre machos y hembras de una misma especie? Colores y tamaños son diferentes entre sexos y todo tiene una razón.
El dimorfismo sexual es un fenómeno biológico que hace referencia a las diferencias morfológicas, fisiológicas o, incluso, de comportamiento entre machos y hembras de una misma especie. Estas diferencias pueden manifestarse en tamaño, coloración, forma, estructuras especiales, adornos o en conductas específicas, y son el resultado de la evolución y selección sexual.
En muchas especies animales, el dimorfismo sexual es muy evidente. Un ejemplo que casi todo el mundo es capaz de reconocer o incluso visualizar, ocurre en los pavos reales, el macho exhibe una cola espectacularmente colorida y grande que utiliza para atraer a las hembras durante la época del cortejo. En cambio, la hembra tiene una apariencia mucho más discreta y camuflada para protegerse mejor de posibles depredadores mientras cuida a sus crías. Este contraste tan marcado se debe a que la selección sexual favorece a los machos que tienen que atraer visualmente a las hembras, mientras que la selección natural favorece a las hembras con características que incrementan su supervivencia.
En otras especies, como por ejemplo, los ungulados, de los que hemos hablado en artículos anteriores, el dimorfismo sexual se observa en la presencia de cornamentas, más o menos grandes y ramificadas según sea la especie, únicamente en los machos. Estas cuernas les sirven tanto para competir con otros machos por el acceso a las hembras, como para defenderse de posibles depredadores. A pesar de alguna excepcional rareza, las hembras carecen de estas cornamentas porque no participan en estas luchas y su ausencia reduce el gasto energético. Como curiosidad y como excepción que confirma la regla, se han observado algunos ejemplares hembras, que por el motivo que sea han desarrollado estas estructuras denominadas.
En el caso de los ciervos, la época de apareamiento se denomina “berrea” debido a que los grandes machos, vestidos con sus imponentes cuernas, al tiempo que defienden el territorio de otros competidores, se hacen notar con sus no menos imponentes berridos. Sin duda, todo un espectáculo de la Naturaleza. En las otras especies de cérvidos presentes en la Península Ibérica, los periodos de apareamiento se denominan “ronca” en el caso de los gamos y “ladra”, en el caso de los corzos.
En la cabra montés (Capra pyrenaica) se da la circunstancia de que ambos sexos poseen cornamentas. Mientras que en los machos son grandes, sin ramificaciones y curvadas por el extremo, en las hembras son pequeñas y delgadas. La constitución del macho es más grande y robusta que la de la hembra y además, luce una “barba” y una coloración parda más oscura con trazos negros en diferentes partes del cuerpo.
Por tanto, podríamos decir que otro elemento que diferencia la conducta entre machos y hembras, en mayor o menor medida, son los reclamos, cantos y sonidos que, fundamentalmente los machos, son capaces de emitir para atraer a las hembras.
El dimorfismo sexual no solo se limita a las diferencias físicas apreciables a simple vista. En algunas especies de insectos, los machos son capaces de emitir sonidos para atraer a las hembras. Por ejemplo, los grillos macho producen sonidos específicos con sus alas para llamar la atención. Otro ejemplo, fácilmente reconocible, sobre todo en los días calurosos de verano, es el inconfundible sonido que producen las chicharras (también llamadas cigarras), llamado estridulación y cuya función es la de atraer a las hembras.
Dimorfismo sexual en las aves.
Quizás, el grupo donde más variedad existe entre machos y hembras de diferentes especies sea el de las aves, en parte, debido a la gran cantidad de taxones (orden, familia, etc.) existentes. En muchos casos, estas diferencias pueden ser apreciables a simple vista por que son muy evidentes, (incluso pueden hacernos pensar que un macho y una hembra no sean de la misma especie), y en otros casos, las diferencias son tan sutiles que solo ojos expertos podrían ser capaz de diferenciarlos.
En las aves acuáticas, por ejemplo, el ánade real o azulón real (Anas platyrhynchos), una especie muy común en todo tipo de humedales, el macho luce un plumaje de color verde brillante con iridiscencias en cabeza y cuello, un estrecho collar blanco que separa a este del pecho, pico amarillo y patas anaranjadas. Las hembras, en cambio, son algo más pequeñas y poseen un plumaje muy críptico y parduzco. El único rasgo que poseen en común es el llamado “espejuelo”, un reducido grupo de plumas de color azul violáceo que da nombre a la especie.
Otra anátida con un acusado dimorfismo sexual es el pato colorado (Netta Rufina). Aparte de ser el pato buceador más grande de los existentes en nuestra fauna, el macho presenta un plumaje nupcial inconfundible. Luce un intenso color castaño rojizo en la cabeza y en la parte anterior del cuello, así como un llamativo pico de color rojo coral. El ojo también destaca por ser de color rojo. Nuevamente, las hembras son mucho más discretas. Destacan colores parduzcos y blanquecinos en casi todo el cuerpo y el pico es de color grisáceo.
Por otro lado, hay muchos ejemplos de aves donde la diferencia entre machos y hembras se reduce a detalles muy sutiles. Por ejemplo, el martín pescador (Alcedo atthis), una especie muy común en humedales y cursos fluviales, la coloración y tamaño entre machos y hembras es muy similar. El rasgo que los distingue entre si es que la parte inferior del pico es de color naranja en las hembras y negra en los machos.
En las “paseriformes”, gran orden de aves que abarca más de la mitad de las especies de aves del mundo, igualmente hay ejemplos donde, de nuevo, las diferencias entre sexos son mínimas y en muchos casos, esas diferencias tienen que ver más con la intensidad en la coloración del plumaje, como ocurre en carboneros y herrerillos, aunque con algún detalle más que los puede diferenciar.

Diferencias en las rapaces
Por todo lo expuesto anteriormente, podríamos decir que el dimorfismo sexual es más evidente en los machos que en las hembras, pero ¿sucede lo mismo en las aves rapaces? Pues en este caso, ocurre lo contrario.
En las rapaces es un fenómeno muy interesante y, en muchos casos, sorprendente porque a menudo se presenta de manera inversa a lo que ocurre en otros grupos animales. En la mayoría de las rapaces, diurnas y nocturnas, las hembras son significativamente más grandes que los machos, lo que se denomina dimorfismo sexual inverso.
Esta diferencia de tamaño tiene varias explicaciones evolutivas. Una hipótesis principal es que el mayor tamaño de la hembra le permite proteger mucho mejor el nido y a las futuras crías de posibles depredadores. Por otro lado, el menor tamaño de los machos le confiere una mayor agilidad y eficacia para los lances de caza, lo cual es crucial para el aporte de comida a la nidada durante la temporada reproductiva. Además del tamaño, se pueden observar diferencias sutiles en la coloración del plumaje, aunque no siempre son tan evidentes.
En definitiva, el dimorfismo sexual en las rapaces refleja una adaptación evolutiva que optimiza las funciones reproductoras y alimenticias dentro de cada pareja.
Si quieres introducirte en el mundo de la ornitología, te recomendamos que te hagas con buenas guías en tus observaciones, este material te permitirá conocer y aprender en el terreno.
En resumen; el dimorfismo sexual es un aspecto fascinante de la biología animal que refleja como diferentes presiones evolutivas actúan sobre machos y hembras para moldear sus características físicas y comportamentales. Estas diferencias permiten optimizar las funciones reproductivas y aumentar las probabilidades de éxito de cada sexo dentro del ecosistema donde habitan.

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