Archive | octubre 6th, 2025

La Comunidad de Madrid contempla los mojones de Valdeiglesias como Bien de Interés Cultural

La Comunidad de Madrid ha incluido en su base de datos de Bienes del Patrimonio Histórico de la región los mojones de Valdeiglesias, pertenecientes al monasterio y situados entre los términos de San Martín y Cadalso de los Vidrios. Estos mojones, o hitos, podrían ser los descritos en el Tumbo de Valdeiglesias y que se refieren a los instalados por los monjes en 1612. Por tanto, son unos paralepípedos de piedra (granito), con cruces grabadas y que fueron encontrados, de manera fortuita, por el autor de este artículo hace alrededor de cinco años.
Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid lo acaba de incluir como Bien de Interés Cultural (BIC), a partir de un informe técnico que Enrique Jurado, autor de este artículo, envió en octubre de 2023 a dicha dirección general. Tras casi dos años, la Comunidad de Madrid los ha incluido como BIC, máximo nivel de protección. En el informe se señala que, tras ser analizado el enclave por agentes medioambientales y la participación de la arqueóloga Rosa María Domínguez, estos elementos de cultura material de la región se incorporan a su base de datos, pendiente ahora de inscripción en el catálogo, una tarea que deben realizar los ayuntamientos afectados de la zona. Por la información recabada, correspondería al Ayuntamiento de San Martín de Valdeiglesias completar la catalogación.
¿Pero qué son esos mojones? Los apeos que mencionamos en esta información corresponden a dos hitos o mojones que se encuentran en la frontera oriental de Gredos en la Comunidad de Madrid. Uno de ellos se halla al lado de un pino y, en la actualidad, parcialmente caído. El otro, más al oeste que el anterior (pero apenas a 50 metros de distancia del primero) es más alto y está en mejor estado. Ambos marcan el margen de un pequeño camino de tierra que se adentra en el pinar. Tras un pequeño terraplén, circula un cordel de la Cañada Leonesa Oriental, que cruza el extremo este de Gredos, por territorio abulense. Estos hitos se sitúan alrededor de 6 km (una legua, más o menos) del monasterio cisterciense de Valdeiglesias (Pelayos de la Presa).
Significativa es la descripción del Tumbo de Valdeyglesias (1644) que muestra los apeos o mojones que circundaban el perímetro monacal con mojones grabados con “cruz al cielo”. El Tumbo de Valdeyglesias habla de la delimitación geográfica y jurisdicción del monasterio, sus fases constructivas, el aprovechamiento de sus tierras y las etapas en la repoblación desde 1148, con los monjes benedictinos primero, y posteriormente, desde 1177 bajo la Orden del Císter.
Entre San Martín y Cadalso
Desde el río Tórtolas, afluente del Alberche, surge un camino carretero en paralelo al arroyo del Boquerón, justo en la franja que une las últimas estribaciones orientales de Gredos ya en tierras del Oeste madrileño. También sirve, desde la época de la trashumancia, como cordel que parte de la Cañada Leonesa Oriental hacia la serranía de San Vicente, para la comunicación del ganado lanar y ovino. Muy cerca de este punto transcurre también el camino entre dos capitales de gran importancia medieval: Ávila y Toledo.
El primer mojón es un paralelepípedo rectangular, de algo más de dos metros de altura. Estrecha en las otras caras. Se encuentra en el borde de una pequeña meseta que pertenece a una finca cercana (probablemente la finca La Granjilla). Se puede observar desde el cordel que sube hasta la loma. Es de granito. Cuenta con una cruz griega en el lado sur del rectángulo. En la parte superior (cara horizontal), dispone también de una cruz griega tallada en bajo relieve, como la anterior. En la base del paralelepípedo, hay una pequeña cuña de piedra, también de granito.
El segundo es un paralelepípedo, también rectangular pero con una altura menor que el anterior (alrededor de 1,5 m). Cuenta con una cruz, labrada en bajo relieve, en la cara sur de la pieza. En la parte horizontal del paralelepípedo existe grabada una cruz griega. Arrimada a este rectángulo, se encuentra otro pequeño paralelepípedo labrado (quizá pertenecía a otro hito o que se colocó posteriormente).
La pieza está parcialmente tumbada, una circunstancia que no existía antes de las lluvias torrenciales de “Filomena” (2021) que afectaron particularmente al centro peninsular. Entre ambos mojones hay menos de cincuenta metros de distancia.
Lo verdaderamente relevante de estos dos elementos de cultura material que aún se conservan, desde el punto de vista historiográfico, es que sendos apeos son mencionados en el Tumbo de Valdeyglesias, fechado en 1644.
Los hitos o mojones señalados parecen ser los descritos con detalle en el Tumbo de Valdeyglesias. Se encuentran en la antigua dehesa de Fuente Sauze. En esta dehesa se realizaron ya amojonamientos en 1557 y 1574. Al referirse al apeo de Fuente del Sauze, el Tumbo menciona diferentes hitos correspondientes a distintas edades de construcción (1557, 1575, 1612; y apuntes posteriores de 1741, 1750). Muy probablemente, los mojones ahora reconocidos por la Comunidad de Madrid podrían ser los de 1612, lo que significa que cuentan con más de cuatrocientos años de historia.
Lo más relevante, sin embargo, para este artículo es la descripción que El Tumbo realiza de los mojones numerados como 11 y 12. El primero lo describe así:
“Con cruz. Yendo monte adelante [desde el camino de San Martín de Valdeiglesias hasta Villa del Prado] en una lancha parda llana está una cruz que mira al cielo”.
El mojón decimosegundo es descrito de la siguiente manera:
“Con cruz. El doceno mojón prosiguiendo adelante se atraviesa el camino que va de Pelayos a Almorox, que va al cerro que está encima de la fuente del Sauz donde hay una lancha llana en la que está una cruz honda que mira al cielo y junto a ella están unas piedras allegadizas. A un tiro de un herrón esta un guijo alto y blanco hacia dicho camino”.
El decimocuarto hace mención de un pino albar.
En efecto, a un tiro de herrón se encuentran los mojones estudiados, apenas cincuenta metros de distancia. Estos dos elementos de cultura material cuentan, además, no solo con cruces grabadas en la parte vertical del mojón, sino que tienen además “cruces que miran al cielo”. Es decir, cruces griegas, grabadas en bajo relieve, en la parte plana u horizontal del paralelepípedo.
Por tanto, nos encontramos con un elemento más de interés histórico-artístico, con clara dependencia del monasterio de Pelayos, y que se añade a bienes patrimoniales de la comarca como el propio convento cisterciense, las pinturas rupestres de la Enfermería (ambos catalogados por la Comunidad), o el mismo castillo de San Martín.

Enrique Jurado Salván.

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Rotundo éxito el V Festival de Folklore Ronda en Vela

  • Se consolida como cita cultural clave en la Sierra Oeste.

Ronda en Vela volvió a convertirse, del 19 al 21 de septiembre, en el corazón palpitante del folklore y la cultura popular con la celebración de la V edición de su Festival de Folklore y Tradición, un evento que ya se ha consolidado como una de las citas culturales más importantes de la sierra oeste de Madrid. Organizado por la Asociación Aires Serranos y con el patrocinio y colaboración del Ayuntamiento de Robledo de Chavela, el festival reunió a centenares de asistentes que durante todo el fin de semana disfrutaron de música, danza, artesanía en un ambiente festivo y participativo.
La inauguración tuvo lugar el viernes con la actuación de la Bandina Los Maruetos y su conjunto de baile Andolina, provenientes de la Casa de Asturias de Guadarrama. La celebración comenzó con un colorido pasacalles por las calles del municipio, llenando el ambiente de sones del norte y danzas tradicionales que hicieron vibrar al público. Al caer la noche, el evento culminó con rondas y cánticos en la carpa habilitada para la cena, donde la Asociación invitó a socios y amigos a compartir una velada especial.
Además de la música y la danza, el festival integró con gran acierto otras expresiones de la cultura tradicional. Durante todo el fin de semana, el mercado de artesanía ofreció una muestra de productos elaborados a mano —tejidos, instrumentos musicales, jabones naturales, velas, tejas, ganchillo, bisutería— permitiendo a los visitantes llevarse un trocito de tradición a casa. Especial mención merecen las bolilleras, que con su trabajo en vivo unieron arte, paciencia y saber ancestral en perfecta armonía con los sonidos del folklore que resonaban desde el escenario.
La plaza se convirtió en un gran punto de encuentro intergeneracional, donde no solo hubo espectáculos, sino también espacio para la participación activa. Gracias a los micrófonos abiertos, cualquier persona pudo cantar, sumando su voz a la celebración del folklore. Los niños y niñas, por su parte, disfrutaron de juegos tradicionales desenchufados y del espectáculo Coser y Cantar de Ainhoa Limón, un concierto didáctico que acercó el folklore infantil a las nuevas generaciones.
Durante el fin de semana, la plaza del municipio se convirtió en epicentro del festival, acogiendo actuaciones de destacados grupos del panorama folk nacional. El sábado brilló La Ronda de Motilleja, una formación con una larga trayectoria y gran reconocimiento en el ámbito del folklore tradicional, que llenó de ritmo, alegría y raíces manchegas.
El domingo fue el turno de AD Folkitum, procedente de Guadarrama, cuya cuidada puesta en escena y repertorio tradicional fue muy bien recibido por el público, demostrando por qué es considerado uno de los grupos de referencia en la Sierra.
La jornada del domingo comenzó con una emotiva misa castellana, cantada por la Ronda de Aires Serranos. Al finalizar la ceremonia, el Coro de la Escuela Municipal de Música y Danza de Robledo ofreció un pequeño recital de canciones populares.
A partir de las 13:30 h de ambos días, tuvo lugar el aperitivo y tardeo, que dio paso a una animada tarde de convivencia y música.
Por la tarde, la actividad se trasladó al frontón municipal, donde tuvieron lugar los conciertos principales del festival. El sábado, el escenario se llenó de fuerza y emoción con las actuaciones de dos grandes nombres del folk actual:
• Xabier Díaz & Adufeiras de Salitre, que ofrecieron un espectáculo vibrante lleno de ritmos gallegos, voces poderosas y percusiones tradicionales.
• Ursaria, grupo madrileño que ha sabido renovar la música tradicional castellana con una propuesta fresca y contemporánea, manteniendo la esencia de las raíces.
El domingo, el festival se cerró con las actuaciones de los anfitriones, Aires Serranos, que representan la tradición musical de la zona, y de Ringorrango, grupo procedente de Zamora, reconocido por su labor de recuperación e interpretación del folklore tradicional castellano y leonés. Con una puesta en escena cuidada y llena de energía, ofrecieron un repertorio que combinó fidelidad a las raíces con frescura y originalidad.
La Asociación Folklórica Aires Serranos, anfitriona del festival, puso el broche final al evento con una emotiva muestra de bailes regionales procedentes de distintas partes de España. Como colofón, ofrecieron una representación de los bailes tradicionales y populares de Robledo de Chavela, culminando con El Rondón, la emblemática jota robledana, que fue bailada por el público asistente en un ambiente de alegría y encuentro festivo.
Con un balance más que positivo, la teniente de alcalde, Mª José Quijada, destacó que “Ronda en Vela se consolida como un referente cultural en la Sierra, y su festival como un espacio imprescindible para quienes valoran la riqueza de nuestras tradiciones. Ya se espera con ilusión la próxima edición, con la certeza de que volverá a ser un homenaje inolvidable a nuestras raíces”.
¡Larga vida a Ronda en Vela!

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La nueva edición de VOTILESCO despliega el mayor muestrario del arte de factura local

  • Reuniendo más de 70 obras firmadas por más de una treintena de autores.

Originalidad, sensibilidad y mucha creatividad vuelven a mostrarse gracias a VOTILESCO, la exposición que ya es todo un clásico en la programación cultural de Valdemorillo, haciendo precisamente de la variedad de estilos y el manejo de las más diversas técnicas el punto de partida para presentar “el arte que firman nuestros vecinos y otros autores de la zona”. En concreto, las piezas reunidas en esta ocasión están firmadas por 34 autores, entre miembros de la Tertulia y artistas invitados.
Dentro del abanico de disciplinas que cobra forma en el conjunto de estas creaciones, el apartado de la pintura sigue siendo un año más el que mayor peso cobra. Hasta 23 son las firmas presentes en los óleos, acrílicos, acuarelas, tintas y collages que se podrán contemplar en el recorrido por esta exposición. Ellos son Ana María Vega, Ángeles de Ancos, Blanca Larrea, Dolores Pestaña, Elena Conde, Fernando Arrabal, Fiorella Boffano, Guadalupe Herranz, Iván Pitzolu, Silvia Alberdi, Alexandro Toné, Mariano Pardito, Mercedes Fernández, Miguel Ángel Ramos, Óscar de Dompablo, Paloma Romero, Pilar Guijarro, Sofía González, Pilar Suja, Raquel Valero, Susan Connell, Pilar Engelmo y Teresa Ornaiz. En cuanto a la fotografía, participan con sus imágenes Marina Arcos, Manuel Rico, Irene Bramasole, Gloria Nistal y Elisa Hernando. Como novedad, la joyería encuentra igualmente su espacio con sendas piezas realizadas por Inga Ivanova, presentando junto a ellas sus Mumos, unos simpáticos personajes del bosque creados en fieltro.
Respondiendo una vez más a los objetivos que guiaron en su momento a promover la organización de VOTILESCO, la concejal delegada del área anima a visitar esta exposición “para dar más sentido a este compromiso de respaldar y dar visibilidad a los artistas locales y de la zona noroeste de Madrid, un compromiso que desde el Ayuntamiento de Valdemorillo compartimos plenamente”.

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De restaurantes por la zona: Bar Mesón El Parador (Chapinería)

  • Simpatía, amabilidad y buenas raciones a partes iguales.
  • Por Pierre Garní.

Aprovechando la estación, y por aquello de dar visibilidad a un segmento de la hostelería que en verano aprovecha para “hacer el agosto”—sacando o reviviendo sus terrazas y ofreciendo, por lo general, raciones de todo tipo, condición y calidad—, hemos reservado en el Mesón El Parador de Chapinería. Casona típica de la zona, que alberga un comedor humilde, aseado y de apariencia familiar y con una terraza urbana que no ofrece demasiado encanto más allá de la buena temperatura nocturna con la que hemos coincidido. Nuestra mesa para 4 personas está reservada y lista con su mantel de papel prototípico de este tipo de establecimientos. Nos recibe el patrón, amabilísimo y muy simpático consiguiendo generar un magnífico ambiente, que es el mismo que se respira en el resto de las mesas. Comenzamos con unas cervezas muy bien tiradas mientras ojeamos la carta, no demasiado extensa pero muy apetecible y suficientemente variada y escuchamos de viva voz las sugerencias fuera de ella. Se advierte bastante interés y compromiso en el aprovisionamiento de las materias primas que el patrón dirige personalmente y que explica con orgullo. Nos decidimos por compartir platillos y raciones.
Unas almejas riquísimas de concepción muy casera, unas navajas planchadas que nos recomendaron muy frescas y de sabor fantástico, unas gambas a la plancha de relación calidad / precio muy aceptable, unos mejillones tigres sobresalientes y unos boquerones fritos en aceite limpio sensacionales. Dejamos para la segunda parte unos chipirones a la plancha de igual frescura y factura, unas chuletillas de cordero muy sabrosas con patatas frescas bien fritas —detalle de agradecer y en peligro de extinción— y una ensalada, para acompañar, recién salida del huerto y bien aliñada.
De postre una excepcional tarta de queso, postre, por otro lado, demasiado replicado en tantos y tantos sitios.
En definitiva, servicio muy atento, jovial, dispuesto y amabilísimo, buenas materias primas cocinadas con respeto en un marco, tanto terraza como comedor, aparente y fiel a su condición y a un precio más que razonable, ¡qué más se puede pedir!
Ojalá se prodigaran más sitios como este.

BAR MESÓN EL PARADOR
Calle del Clavel, 16.
28694 Chapinería.

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El caldo de la marmita: puñeteras modas

  • Por Julio Reoyo Hernández. Cocinero. Restaurante Doña Filo.

Esto de la moda o las modas siempre me repateó los intestinos. Una manera más de alienarnos como a borregos en beneficio siempre de los mismos. Las modas se extienden por cualquier ámbito de nuestra vida sin importar aquello que invadan o destruyan para quedar, en breve tiempo, convertidas en cenizas que, de nuevo, resurgirán en otra distopía que nos devolverá de nuevo al redil cual corderos mansos y cautivos.
Y todo esto les cuento para hablarles de una nueva moda en el ambiente gastronómico, otra más que pondrá su granito de arena para que en todos los establecimientos hosteleros (exagerando un poco, no lo niego), podamos comer lo mismo como si de pienso para animales se tratara.
Les hablo de la carne madurada. Podríamos decir ya: la famosa carne madurada. Hamburguesas de carne madurada, albóndigas de carne madurada, filetes rusos de carne madurada, entrecot de carne madurada, etc. Lo cierto es que me produce tanto estupor que me podría revelar con cierta violencia contra tanta estupidez, tanta demagogia y, lo que es peor aún, tanta incultura.
En primer lugar, por parte de los hosteleros y/o cocineros por aceptar el término con un desconocimiento total sobre su significado real y por tanto sobre sus consiguientes riesgos incluyéndolo en sus cartas. En segundo lugar, por ignorar la diferencia entre orear, madurar y madurar en extremo, creyendo que madurar es pudrir, y que en la putrefacción habita el sabor excéntrico que nos habrá de encandilar y maravillar; sabor que, para más inri, algunos verdaderos zotes llaman “umami”. Es el colmo de la estupidez.
Como consumidores, ya no solo como hosteleros y/o cocineros, deberíamos saber de los riesgos existentes en cocinar platos donde intervenga carne picada, ya sea de ternera, de cerdo, de cordero… no les digo ya si es de pollo o pavo (riesgo máximo). En cualquier tipo de carne (me estoy refiriendo ahora a carnes con tres o cuatro días de oreo) que se somete al proceso de picado, el aumento de la exposición a bacterias dañinas como E. coli, Salmonella y Listeria es exponencial y significativamente preocupante. Les he dicho carnes oreadas con tres o cuatro días, que es el proceso normal antes de su venta para el consumo. Pues bien, imaginen si picamos carne de un animal (en este caso, solo podría ser —y de hecho es—, vacuno) cuya canal, o parte de ella, lleva colgada dos o tres meses en la cámara de maduración con un aspecto, aunque comestible, poco recomendable y menos aún atractivo. Piensen pues, haciendo una regla de tres gastronómica, en el riesgo de elaborar platos con carne picada de una vaca que lleva muerta dos o tres meses. Imaginen el proceso y la velocidad de putrefacción y contaminación que puede suceder si no extremamos las precauciones al máximo. Es decir: muchísimo más que si de carne oreada de tres o cuatro días se tratara. Todo ello amén de sabores a carne vieja y distinta que esto aporta a cualquier elaboración; sabores que, por otro lado, hubiéramos rechazado de plano tiempos atrás. Las modas, que les decía, tan poderosas y manipuladoras.
Por no hacer solo de abogado del diablo, les confesaré que entiendo y comparto el gusto por una chuleta que haya madurado durante 30 o 40 días en cámara, desarrollando con ello sabores nítidos, algo distintos, pero perfectamente complementarios, y la terneza que tanto valoramos en una pieza como esta. Pero dicho esto, les diré que me gustan muchísimo las albóndigas y los filetes rusos (menos las hamburguesas), y que detesto cualquier sabor invasivo, producto del aliño de la carne o de su cocinado: ya sea el exceso de ajo y perejil, de pimienta, de mostaza o… de sabor a viejuno, por poner un ejemplo.
En el equilibrio reside buena parte del éxito, no lo olviden.

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