Categoría | Cultura, Salud

7291: un documental necesario para todos

Este mes de noviembre se ha empezado a proyectar por fin el documental 7291. Este documental aborda, desde un punto de vista lo más objetivo posible y apoyándose en datos, lo sucedido en las residencias de la comunidad de Madrid el mes de marzo de 2020, con la aplicación de los protocolos de no derivación de los ancianos a los hospitales, en los momentos más duros de la pandemia, los conocidos como “Protocolos de la Vergüenza”.
El número que da nombre al documental es el número de ancianos fallecidos en las residencias en soledad, abandonados, como resultado de no haber podido ser derivados a hospital, debido a esas instrucciones que impedían que los ancianos ingresados en ellas recibieran la atención que no podían recibir en las residencias, que no fueron medicalizadas como se había prometido…
La proyección de este documental —que tantas dificultades ha tenido para su elaboración—, ha traído de nuevo a mi mente los sentimientos tan intensos que me asaltaron en aquellos días, al respecto de aquellos protocolos que recibí por escrito (como todos los profesionales públicos en activo), por correo corporativo y que, incapaz de creer en lo que estaba leyendo, no tuve la precaución de conservar…
Los primeros sentimientos fueron de estupefacción e incredulidad.
En un contexto de intenso miedo y sobrepasada por las circunstancias de la evolución de una pandemia que no podíamos comprender ni ayudar a controlar, con falta de medios para atender a todos los pacientes, con noticias cada vez más tremendas, con aumento exponencial diario del número de muertos por doquier, con casos muy cercanos de afectados graves… en ese contexto que todos podemos recordar, leo ese correo electrónico y no doy crédito…
Se nos ordena que NO DERIVEMOS a personas gravemente enfermas, a un hospital donde podrían salvarse (o no, claro), con el único criterio de que vivan en una residencia y tengan una edad avanzada.
Se deja en manos de los sanitarios decidir quien vive y quien muere, sin una formación adecuada en “triaje de guerra”, que era lo que realmente se estaba haciendo: elegir quien vive y quien muere en función de su utilidad para la sociedad, de los años de vida restantes, y de los medios disponibles.
Sé que las circunstancias eran anómalas y que no había medios para todos, que morían cada día cerca de 1.000 personas en España, y que el miedo se apoderó del mundo entero y de los sanitarios en concreto, pero tener que tomar esa decisión suponía ir en contra de los propios principios de mi profesión y de mi ética personal, olvidar la principal misión del médico (tratar de salvar la vida de tu paciente con los medios a tu alcance independientemente de su edad, clase social, etnia, genero, etc.), o al menos tratar de procurarle una “buena muerte”.
Hoy recuerdo a Mari Carmen, la limpiadora de mi centro de salud, una de las afectadas en la primera ola y gravemente enferma, ingresada en el hospital en esos momentos, mayor de 60 años y sin patologías previas, que tras más de 50 días consiguió sobrevivir, salir de la UVI y volver a su pueblo recibida por el alcalde y sus vecinos con flores y música de “su” Manolo Escobar.
Me he vuelto a sentir acongojada por el caso que me contó mi compañera enfermera, que fue voluntaria durante dos meses al IFEMA, y que tuvo que presenciar horrorizada como a una paciente de 55 años gravemente afectada, y cuya única patología era ser obesa mórbida, el médico a cargo le explicaba que no era candidata a un respirador… y se iba a morir sin esa oportunidad de salvarse.
Esta paciente me tocó especialmente, porque yo también soy obesa mórbida, y en ese momento tenía 57 años. Fui consciente de que si me llegaba a enfermar de gravedad, por ese hecho ya estaba condenada a morir sin remisión.
¿Es justo? No ¿Era entendible en ese contexto?… Depende…
Para comenzar, un país del primer mundo, como supuestamente es el nuestro, no debería haberse visto nunca en esa tesitura, sobre todo porque teníamos muy cerca los ejemplos de los países de alrededor…pero claro, como aquí “solo llegarían uno o dos casos como mucho”…
En este sentido, puedo entender que el contexto, la falta de material, el desbordamiento de los hospitales, la falta de conocimiento aún de la enfermedad, etc., todo esto junto, justificase una selección de los casos a salvar, uno a uno, valoración a valoración, concreta y realista —pero no genérica—, y sobre todo, hubiera sido deseable una explicación en esos momentos, honesta y sincera, a la opinión pública, que seguramente se hubiese entendido si hubiese ido acompañada de medidas de cuidados paliativos adecuados y empáticos con esas personas.
Por otro lado, lo que en ningún caso me resulta comprensible, es que el único criterio para decidir quién y cómo moría, fuese la edad y donde se vivía, sabiendo que si se tenía un seguro privado, sí se les permitía la derivación hospitalaria, ya que esos hospitales no estaban sujetos a órdenes de protocolos oficiales de las autoridades sanitarias de la Comunidad de Madrid.
Finalmente, tampoco es comprensible que no se medicalizaran las residencias como la Comunidad de Madrid prometió.
Y muchísimo menos puedo entender que nadie haya sido capaz de asumir las decisiones tomadas de forma responsable y valiente.
Me habría gustado escuchar a algún responsable político unas palabras parecidas a estas: “Sí, señoras y señores, tomé esta decisión en esos momentos y circunstancias, con estas justificaciones… Pido PERDÓN A LAS FAMILIAS, asumo que pudieron no ser las mejores decisiones, pero en esos momentos y con la información técnica y los medios que tenía a mi alcance, fue lo único que pude hacer para tratar de salvar la mayor cantidad de vidas y años de vida posibles, de las personas que con lo que entonces sabíamos, tenían aparentemente más posibilidades de salvarse.
No obstante, asumo la responsabilidad de las consecuencias de lo sucedido, y me someto al escrutinio y valoración judicial y política que corresponda.”
¡Esto hubiera sido lo decente, lo honesto, lo políticamente ético!
Negar lo ocurrido y ocultar la información en la comisión de investigación, llegar a decir que fue una filtración de un borrador, tratar de locos a los familiares de esos 7291 fallecidos y a los profesionales honestos que testificaron en la citada comisión de investigación, seguir negando la mayor… No es decente, ni honesto ni políticamente ético. Al menos, no es lo que yo espero de mis representantes políticos.

Reseña de la página web de los cines Verdi

Pueden equivocarse, son humanos, faltaría más, pero tienen que asumir sus errores para aprender de ellos, para que todos aprendamos de ellos y sobre todo para que nunca, NUNCA… NADIE MÁS vuelva a repetirlos… Más que nada porque esas familias se merecen una disculpa.
Esta tarde voy a ir a ver el documental, quiero saber lo que se sabe de cierto a día de hoy y, sobre todo, no quiero olvidar… NO LOS OLVIDEMOS.
7291, EL DOCUMENTAL, SE PROYECTA EN CINES A PESAR DE LAS TRABAS.

Última hora
El director y productor de 7291, Juanjo Castro, ha enviado un comunicado el 21 de noviembre en el que informa de que “el Pequeño Cine Estudio no tiene autorización para proyectar la película 7291 a partir del sábado 23 de noviembre. El viernes 22 recogeré el material de proyección y, si no fuera así, emprenderé acciones legales, por lo que pido a los posibles espectadores que no acudan a dicha sala a partir de la fecha mencionada.”

María Isabel de Barrio Tejada es médico rural y de Urgencias extrahospitalarias.

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