
Apuesta valiente y cocina comprometida.
Por Pierre Garní.
Cada vez que en el mundillo gastronómico aparece alguna comidilla sobre la apertura de algún establecimiento con cierto interés y oferta algo distinta o diferenciada de las ya bastantes cansinas y aburridas del panorama actual, a uno casi se le pone la carne de gallina. Es el caso del restaurante Kurantu, en Santa María de la Alameda, población limítrofe, al noroeste de la Comunidad de Madrid y alejada de los recorridos gastronómicos más transitados. La apuesta de tres jóvenes, tan ilusionante y arriesgada que casi emociona, sobre todo en estos tiempos en que el emprendimiento se recibe con cuentagotas. Un local con bastante encanto, decorado de manera sobria pero de ambiente, rural, entrañable y familiar. Nos reciben con amabilidad y simpatía. La carta, más bien escueta, con seis entradas y otras cinco o seis propuestas principales más tres postres.
Nos sirven un pan magnífico, de corteza crujiente y muy rico. Compartimos algunas entradas, berenjena a la brasa rellena de stracciatella de búfala, rica pero demasiado invadida por el humo de la parrilla para nuestro gusto, una oreja de cerdo planchada y con patatas revolconas bien agradable y mimetizada con el entorno, unos callos de buena factura y sabor contundente pero equilibrado y por último unas alubias de la variedad arrocina o Míchigan con corazón de atún que resultaron un poco anodinas, faltas de alguna contundencia aunque el corazón del atún ofrecía mucho sabor pero el conjunto quedaba deslavazado.
Con los platos principales sucedió algo parecido, la ventresca de bonito adolecía de una textura extraña, entre dura y gomosa, la molleja de ternera a la brasa estaba excepcional y con un sabor limpio, sano y perfectamente identificable y la caldereta de cuello de cordero, de calidad, frescura y sabor irreprochable, era un guiso demasiado líquido con total falta de enjundia, se echaba de menos algo de ligazón y colorido, demasiado primario para nuestro gusto. Acompañamos todos estos platos con un Cuevallana Bobal de la D.O. Manchuela que cumplió a la perfección.
Los tres postres que tomamos resultaron muy ricos y honestos sin alharacas ni fuegos artificiales, todos en una vaso, suspiro Kurantu, bizcocho fluido con helado de café y crema de mascarpone con fruta de temporada a la brasa, todos correctísimos.
Quizás no esperábamos algunos de los tropiezos pero salimos contentos e ilusionados por volver, esperamos que el tiempo vaya asentando la propuesta. El esfuerzo y la ilusión que se respira lo merecen. Mucha suerte.