
- Un ‘¿sabías que…?’ sobre la flora y fauna de la Sierra Oeste.
El recuerdo vivo de lo que fue nuestro actual ganado.
Cerramos hoy, con este artículo la serie que hemos estado dedicando a la amplia familia de los ungulados. Y lo hacemos con los bóvidos, subespecie en la que podríamos incluir carneros, muflones, bisontes, pero también todas las variedades de cabras y ovejas domésticas.
De esta familia podemos encontrar en libertad en nuestra comarca ejemplares de muflón y cabra cuya presencia responde a su introducción con fines cinegéticos. Así hemos podido constatar presencia de muflón en Quijorna, Navalagamella y Colmenar del Arroyo. Cabra montés hemos podido ver en Robledo, Valdemaqueda, Peñalara y se han grabado avistamientos en San Lorenzo del Escorial.
De estas dos especies, solo la cabra montés ibérica es exclusiva de nuestro país, el muflón sería introducido y su presencia en libertad se debe a la suelta de ejemplares para ser cazados.
La característica más importante común a ambos sería la presencia de cuernos, de carácter permanente. Recordemos que el resto de ungulados a excepción de los suidos (jabalí) presentaban cuernas que mudan con periodicidad.
El muflón (Ovis orientalis musimon)
Cuernos en espiral, casi circulares y un cuerpo rechoncho son los distintivos básicos de este animal.
El muflón es el antepasado directo de todas las razas actuales de ovejas. Fueron los primeros pastores neolíticos los que consiguieron domesticar esta especie y de ahí en adelante comenzó la selección genética que desembocó en nuestro característico ganado ovino.
En Europa su población fue diezmada por la caza, quedando reducida a pequeños grupos en las islas de Córcega y Cerdeña. En España, la primera introducción documentada fue en la Sierra de Cazorla en 1953 en cotos de caza.
Tenemos la idea de un animal de montaña que gusta de habitar los roquedos y precipicios, sin embargo, su lugar favorito para vivir y reproducirse son los bosques degradados y el matorral, con abundancia de hierba. Los siglos de persecución y depredación le han enseñado a huir con cierta habilidad hacia riscos y parajes elevados, en un intento de dificultar la tarea a sus depredadores, pero este no es su hábitat natural.
Son muy poco exigentes en su alimentación. Un 70 % aproximadamente son tallos y cortezas de plantas leñosas, consistiendo el resto en plantas herbáceas, helechos, setas, musgos y líquenes, etc.
Los machos presentan una imagen imponente con un colgante de pelo en el pecho y unos grandes cuernos curvados hacia atrás, casi formando un círculo. Se puede determinar la edad del animal contando los anillos de crecimiento de estos peculiares cuernos.
Sus hábitos son diurnos, aunque a veces se observan rebaños pastando a la luz de la luna en noches de primavera y verano.
Su actividad reproductora se desarrolla entre los meses de septiembre y diciembre. En este tiempo hacen desplazamientos en grupos formados por varias hembras, con jóvenes o sin ellos, a los que se une algún macho adulto. Por otro lado, los machos solitarios se mueven de un lugar a otro en busca de hembras receptivas.
En invierno se agrupan en grandes rebaños de hasta 25 individuos de ambos sexos compuestos por núcleos familiares. Es en la primavera cuando machos y hembras se separan y se retiran a zonas de abundante follaje para pasar el verano. Allí los machos pasan toda la estación, salvo los enfermos o heridos que suelen llevar una vida solitaria.
De nuevo encontramos un comportamiento “matriarcal” en una especie de ungulados (recordemos a los gamos). Los grupos son dirigidos por una hembra vieja que alerta al grupo de peligros a través de un balido, iniciando un galope que suele desembocar en la espantada del rebaño en la dirección elegida por ella.
Así la “jefa del rebaño” alerta a sus compañeros de su principal enemigo natural (obviando al ser humano): el lobo. Es una presa fácil para el cánido. Datos de la manada de Félix Rodríguez de la Fuente indicaban una especialización natural del lobo con esta especie. El 90 % de las incursiones contra muflones de la manada que controlaba tenían éxito. Y este porcentaje era bastante inferior en otras especies, el 50 % en gamos y el 25 % en cabras montesas.
También se han datado ataques de águila real a ejemplares recién nacidos que superen el peso del ave. Hay que destacar que las hembras son unas grandes defensoras de sus crías pequeñas por lo que la depredación del águila se ve muy dificultada.
Las peleas entre machos en época de celo son territoriales, por el control de un determinado harén. Son peleas espectaculares que pueden durar varios días.
La cabra montesa (Capra pyrenaica)
Expandiéndose por todo el territorio del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama de manera algo incontrolada, tenemos a este animal de imponentes cuernos. El tamaño de estos puede llegar a los 103,6 cm, aunque habitualmente oscila entre los 80 y 90 cm. Como podemos imaginar, estas estructuras son pesadas, por lo que el centro de gravedad en las cabezas de estos animales se desplaza hacia adelante, lo que condiciona tanto su anatomía como la forma en la que se desplaza. Así su tren delantero es necesariamente más poderoso que el trasero y las pezuñas de las manos (patas delanteras) mucho más desarrolladas que las patas.
Son expertas montañeras, sus pezuñas están diseñadas para desplazarse entre las rocas, lo que les permite habitar lugares donde no llegan otros ungulados silvestres, como zonas escarpadas, murallas rocosas, precipicios, etc. Sus dos uñas pueden separarse, aumentando o disminuyendo esta separación según la naturaleza del terreno.
Debemos tener en cuenta que en nuestra región compiten con el ganado doméstico por el alimento, por lo que ante la escasez de vegetación van buscando zonas cada vez más altas donde se alimentan de gramíneas y otras hierbas que crecen al borde de los neveros. Se alimentan de la materia vegetal “de temporada” disponible. Según la estación pueden comer brotes, musgos, líquenes, cortezas, tallos, flores, ramas de arbustos, etc. Conocen perfectamente y evitan las hierbas venenosas como el matalobos (Aconitum napellus)
Vive en grupos. Pero no tiene un comportamiento excesivamente social, no actúan como una comunidad. Los machos forman sus propios rebaños, por un lado, y por otro, las hembras con sus crías y machos jóvenes, reuniéndose en época de reproducción.
Un sólo macho cubre a la mayor cantidad de hembras. Suele ser el más fuerte y así es reconocido como tal por el resto de machos y por el harén de hembras. Cuando otro macho cuestiona su supremacía, pueden darse largas peleas en las que golpean sus partes frontales y que pueden escucharse a 1 km de distancia.
De nuevo obviando al ser humano, los principales depredadores de las cabras monteses son el águila real y el zorro (raramente) en crías, y el lobo en ejemplares adultos. Pero la montaña es hostil también para las cabras y se dan muchos casos de despeñamiento de crías en época de lluvias frecuentes o por desprendimientos o aludes.
Con la cabra y el muflón terminamos este ciclo de artículos sobre la gran familia de los ungulados. Esperamos haber cumplido nuestro objetivo de despertar el gusanillo de vuestra curiosidad y os animamos a investigar, visitar páginas web sobre fauna y buscar bibliografía para conocer más sobre estos fantásticos animales tan diferentes entre sí. Os recomendamos el visionado de los documentales de “El hombre y la Tierra”, la serie de fauna ibérica donde podemos observar a estos animales en libertad, con imágenes e información que no pierden actualidad y donde no se les trata como un simple trofeo cinegético.

Verdemorillo es una asociación ecologista vecinal que actúa para preservar la biodiversidad de la comarca de Valdemorillo desde tres frentes: la divulgación, la denuncia y la realización de proyectos de conservación. Si deseas saber más sobre este u otros temas entra en www.verdemorillo.org
Textos:
- José Ángel de la Banda. Educador Ambiental y Presidente de Verdemorillo.
Fotografías:
- José Ángel de la Banda (foto cría de muflón)
- Ramón Perucho (cabras) y Marcel Langthim (muflón). Ambos en Banco de imágenes Pixabay.