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Anécdotas de toreros II

Rafael Gómez Ortega, ‘El Gallo’, nació en Madrid el 18 de julio de 1882, aunque estaba afincado en Sevilla. En una ocasión que iba a torear en una plaza de Andalucía, Rafael le pidió a su mozo de espadas que le buscara una pensión apartada, para no tener que soportar a la gente. Eso sí, le pidió que fuera limpia. Cuando llegó se encontró en la cama una chinche; el dueño de la fonda le dijo que estaba muerta. A la mañana el dueño le preguntó si había pasado una buena noche. Rafael le contestó: “La chinche muerta no me ha molestado, pero todas las que han venido a su entierro se han cebado conmigo”.

Isidoro Rábanos

Acababan de celebrase las corridas de la feria de Córdoba. Rafael ‘El Gallo’ regresaba en tren a Sevilla. Durante el trayecto, en el pasillo del tren tropezó con un amigo que también se dirigía a Sevilla.

Tras saludarse efusivamente, recayó la conversación sobre las corridas de Córdoba. Fue el amigo preguntando al ‘Gallo’ por la actuación de todos los diestros que tomaron parte, así como por el juego que había dado el ganado. Al fin le dijo:
-Y tú, ¿qué tal has estado?
-Pues mira, de mí sólo sé decirte que las opiniones quedaron divididas.
-¿Entre tú y el ‘Bomba’?, preguntó el amigo.
-No, respondió Rafael, que unos se metían con mi padre y otros con mi madre.

Rafael ‘El Gallo’ dilapidaba su dinero. No era extraño que cogiera un taxi y le indicara que a París. ¿A la calle París?, le preguntaban los taxistas. “No, a París de La France”, decía ‘El Gallo’.

En sus últimos tiempos le tuvieron que hacer una corrida homenaje y le preguntaron a Juan Belmonte cómo debían entregarle el dinero, si anual o mensualmente. Belmonte contestó que ni siquiera semanalmente, que a diario y a ser posible la mitad por la mañana y la otra mitad por la tarde.

Las reacciones del público presentes en las plazas son muy dispares y en ellas influyen una gran cantidad de factores: las faenas, el tiempo, el ganado, etc. Por ello, a menudo se producen grandes manifestaciones de fervor popular en la plaza, tanto a favor como en contra.

Toreando una tarde en Valladolid y teniendo una actuación desastrosa el público le gritaba a Rafael: A la cárcel, a la cárcel con ‘El Gallo’. A lo que Rafael, consciente de lo que aún le quedaba por pasar, respondió: A la cárcel… ¡qué más quisiera yo!

Terminaba un tarde de torear en La Coruña y sus admiradores querían que se quedase para departir tertulia con ellos alegando que Sevilla estaba muy lejos y que tardaría en volver por La Coruña, ante lo que el torero sentenció: “Sevilla está donde tiene que estar, lo que está lejos es esto”.

Cuando enviudó ‘Lagartijo’ le reclamaron los parientes de su mujer los gananciales, y se fue a Madrid a consultar con un ilustre abogado:
-Sí, le dijo el letrado, es duro pero es legal.
-De modo o manera, replicó ‘Lagartijo’, que mi suegro en el tendido y yo en el redondel, hemos toreado a medias.

‘El Tato’ nació en el sevillano barrio de San Bernardo. Toreando en Madrid con ‘Lagartijo’ y ‘Frascuelo’ el 7 de junio de 1869 el cuarto toro de la tarde, de nombre ‘Peregrino’, coge al ‘Tato’ al entrar a matar. Le da una cornada y se comentó que el toro tenía sangre del caballo en el cuerno y que un virus infectó la herida.

El lunes 14 de junio le amputaron la pierna. El torero encargó una pierna artificial y volvió a torear el 14 de agosto de 1871. Toreó en Badajoz, Valencia y Sevilla. La pierna estuvo expuesta en una farmacia de Madrid, hasta que ardió la farmacia.

La gente le trataba como un héroe. Vamos a contar un par de anécdotas que le definen como persona.

Tenía grandes problemas económicos y le hicieron un homenaje en Sevilla. Salió a dar un par de lances, tan bien lo hizo que se animó a poner un par de banderillas. Pegó un saltito y el toro no le hizo ni caso. Pegó otro más grande, con la mala suerte de que un pequeño pincho que llevaba en la pierna ortopédica se clavó en la arena impidiéndole moverse. El toro hizo por él.

‘El Tato’ al ver venir al toro y no poder moverse se descompuso. Gritó, puso al toro la palma de la mano intentando pararle y le dijo: So toro, que te vas a hartar.

En otra ocasión ocupaba ‘El Tato’ una plaza en el callejón cuando de pronto saltó el toro. La gente empezó a gritar: El cojo, que coge al cojo. ‘El Tato’ se giró para los tendidos y les dijo: “Coño, dejad al toro tranquilo, que coja a quien quiera; no comerle el coco al toro”, increpó ‘El Tato’ al público que desde los tendidos presenciaba la corrida de toros.

Como se aprecia en estas anécdotas, los toreros son personas extraordinarias capaces de tomarse la vida con filosofía y con buen humor.

Continuaremos el mes que viene.

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