
El primer número de A21 de este 2025, decimoséptimo año desde su nacimiento, está dedicada la Fiesta de la Vaquilla que celebró Fresnedillas de la Oliva el pasado 20 de enero y que es un ejemplo de conservación de nuestros ritos ancestrales. Justo antes de que la Feria Internacional de Turismo (FITUR) abriera sus puertas para mostrar las diferentes ofertas para este 2025, el pueblo de Fresnedillas de la Oliva salía a la calle desafiando a la climatología para celebrar una de las mascaradas mejor conservadas de España, cuyos orígenes se pierden en el tiempo y que atrae a miles de visitantes. Nuestra comarca tiene en el turismo un poderoso activo económico, su medio natural y sus costumbres son un tesoro aún por explotar.
No seamos tontos
En 1943 el cortometraje Don’t Be a Sucker (que podríamos traducir como No seas tonto), producido por el Departamento de Guerra de los Estados Unidos, llegaba a la audiencia para advertir de los efectos destructivos de los discursos discriminatorios. En una de sus escenas, un encendido orador está a punto de convencer a la multitud del daño que pueden ocasionar a la sociedad “verdaderamente” americana los que son diferentes: extranjeros, negros, católicos, masones… Solo cuando el oyente se siente señalado, es consciente del peligro. Se lo estaba advirtiendo un profesor que caminaba junto a él: “en este país no hay otras personas, somo estadounidenses, nací en Hungría, pero soy estadounidense”.
De la misma forma, la madre del flamante presidente americano era una inmigrante escocesa nacida en las Hébridas Exteriores, y sus abuelos paternos eran inmigrantes alemanes. Tanto su primera esposa, con la que tuvo tres hijos, como la actual, que le dio un retoño, también nacieron fuera de los EE.UU.: Ivana en Chequia y Melania, la actual primera dama, en Eslovenia.
Lejos de captar el mensaje de la citada película, Donald Trump es ahora el mismo exaltado orador, ya no en blanco y negro sino en un colorido naranja. Amenaza a los que considera distintos y se enroca en un nacionalismo desmedido próximo a la xenofobia.
Empecinado en reducir el déficit comercial estadounidense, el nuevo presidente anuncia medidas proteccionistas. En concreto, subidas de aranceles de hasta un 20 % sobre las importaciones. En 2023, la Unión Europea tuvo un superávit comercial de 156.646 millones de euros con EE.UU., y Trump quiere impedirlo sin tener en cuenta que esto conllevará una inevitable subida de la inflación y una desestabilización general con grave peligro de desaceleración, sobre todo en Europa.
Quizá sea su forma de intentar que sea el viejo continente quien pague los platos rotos de la carrera que está perdiendo con China al verse sobrepasado como primera potencia mundial. Para ganar esa batalla no es suficiente con rodearse de multimillonarios que se jacten de llevar la tecnología a terrenos de la ciencia ficción, hacer saludos romanos en las redes sociales o bailar canciones de Village People. Donald Trump no es, ni ha sido nunca, un político. Es un ejecutivo que olvida el decoro y la sensibilidad de sus predecesores en el cargo y que está contagiando a todo el mundo occidental con sus malos modos y su manifiesto desconocimiento de la realidad. Aconsejado por los nuevos plutócratas, no ha visto venir a DeepSeek, la amenaza asiática que ha destrozado el negocio de la inteligencia artificial abaratando sus costes y ofreciéndola en código abierto. Hace años, América era la reserva de la libertad, ahora es el espejo de los nuevos fascistas.