El número 174 del periódico mensual independiente y gratuito de la Sierra Oeste de Madrid y alrededores dedica su portada los incendios forrestales que no dan tregua. El pasado 16 de julio se inició un incendio en Cebreros (Ávila) que arrasó un total de 4.262 hectáreas, según las últimas estimaciones, y una parte importante del patrimonio medioambiental de la localidad y de los pueblos vecinos de San Bartolomé de Pinares y El Hoyo de Pinares (que tuvo que ser desalojado). El 72 % del fuego se produjo en una zona de arbolado y tardó nueve días en ser controlado. Parece ser que la causa fue la negligencia de un fumador que arrojó una colilla mal apagada. Prácticamente todos los veranos tenemos que ver cómo nuestros bosques arden sin remedio y perdemos uno de nuestros mayores tesoros. FOTO PORTADA: Óscar C./Twitter.
Desinformación sobre el fuego
El consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio de Castilla y León, Juan Carlos Suárez-Quiñones, echaba buena parte de la culpa a los ecologistas de la falta de mantenimiento en los bosques, como una de las principales causas de los incendios que nos está tocando padecer, según reconocía en los micrófonos de la cadena SER. Al mismo tiempo, en las redes sociales, se jaleaban tuits defendiendo esa misma teoría al solapar argumentos como que proteger una determinada especie implica dejar el monte al baldío y que solo el uso que tradicionalmente hacían de él los paisanos resultaría efectivo para combatir la ola de fuego. Torticeramente se estaba demonizando al ecologismo, al que la RAE define como “una doctrina que propugna la defensa de la naturaleza y la preservación del medio ambiente.”
Están equiparando a todos los verdes con posturas radicales obviando la opinión de los expertos, pues tenemos también personal técnico cualificado para hacer frente a este problema en concreto. La demagogia más paleta está siendo aclamada por sistema imponiendo la desinformación. A la plebe le gusta ver rodar cabezas por lo que mira para otro lado cuando le dicen que los incendios se producen (en más del 90 % de los casos) por negligencia humana, prefiere pensar en un pirómano perturbado y cerrar los ojos al saber que el primer desastre de la Sierra de la Culebra (Zamora) lo provocó una tormenta. Tampoco nadie repara en que el pastoreo, como ejemplo de forma tradicional de anticiparnos al fuego estival, es una de las actividades que otrora eran habituales pero que tienden a desaparecer ahora por su escasa viabilidad económica.
Del otro lado están centrando el problema solo en el calentamiento global sin tener en cuenta los condicionantes particulares de cada territorio y la evolución meteorológica estacional. Pocos han reparado en que las recias lluvias de marzo hicieron crecer con exhuberancia un pasto que se ha resecado en demasía al cesar bruscamente las precipitaciones desde entonces.
Los responsables políticos están más preocupados de la inflación que de prevenir los incendios forestales, que –eso sí que no ha cambiado con los años– se apagan en invierno. El desastre de este verano puede tener diversas causas y algunas de ellas no tener remedio, pero no es normal que hayan pasado dos años de Filomena y aún estén sin despejar sus restos de nuestros bosques. Quizá sea cuestión de dedicarles más recursos.