
Cuando en 1085 se conquistó Toledo, el valle del Alberche debía ser un territorio ocupado por pequeñas comunidades de ganaderos asentados en lugares altos. Pero a partir del siglo XII los reyes castellanos impulsaron la “repoblación” con la concesión de tierras a instituciones eclesiásticas (a la catedral de Ávila, en Cebreros y sus alrededores; al arzobispado de Toledo en Alamín, que incluía Méntrida y Villa del Prado) y propiciaron el reagrupamiento de la población en torno a monasterios (Valdeiglesias, Burgohondo). Como estas comunidades religiosas necesitaban vino para la liturgia, iniciaron el cultivo de la vid muy pronto: las primeras noticias de viñas en Valdeiglesias son del siglo XIII, en Alamín de 1180, y en Cebreros de 1223.
En el siglo XV se extendió definitivamente. Las fuentes históricas nos hablan de viñas en El Tiemblo, Cebreros, San Martín de Valdeiglesias, Pelayos, Cadalso, Villa del Prado,… El desarrollo del comercio con Toledo, Ávila y Segovia propició la expansión del viñedo por todo el valle del Alberche. El monasterio de Valdeiglesias, la catedral de Ávila o la iglesia de Villa del Prado arrendaban sus tierras para el cultivo de la vid. Los vecinos de Pelayos, San Martín, El Tiemblo y Cebreros roturaban antiguas dehesas comunales, en muchas ocasiones de forma ilegal (“okupas” de viñas). Los regidores y nobles abulenses se apropiaban de dehesas y viñas por las bravas. A finales del siglo XV, Isabel la Católica procuró que las tierras ocupadas por los nobles volviesen al concejo de Ávila, pero Pedro Dávila, señor de Las Navas y regidor de Ávila, amenazaba a los vecinos de Cebreros diciendo que “el que viniere a deceparme las viñas, yo le deceparé la cabeza”. Un buen ejemplo de la cortesía y amabilidad que los poderosos utilizaban cuando se les tocaba “lo suyo”, que en realidad era de todos, pues en la mayoría de los casos eran tierras comunales.
La “burbuja vinícola” del Alberche arrastró otras actividades, especialmente la construcción. Se instalaban lagares y bodegas en los sótanos de las casas, todavía presentes en San Martín o en Cebreros. En 1460 se construyó el puente de San Juan y en 1498 el puente de la Nueva, ambos para facilitar el comercio de Valdeiglesias con Robledo de Chavela (Tierra de Segovia). Desde principios del siglo XV aparecieron los primeros inversores “capitalistas”: en Cebreros o en San Martín importantes familias judías compraron viñas para arrendarlas, entre ellos Rabí Meir Melamed, cuñado de Abraham Seneor, rabino mayor de Castilla y almojarife mayor de Castilla (lo que hoy sería aproximadamente el ministro de Hacienda). La actividad debió ser tan intensa que atrajo a numerosos “peones de las viñas”, mano de obra temporal y barata a la que se pagaba en dinero y también en “aguapié”, un vino de baja calidad.
A finales del siglo XV, el vino de San Martín era tan apreciado que se facilitaba su venta incluso en villas con abundante vino como Méntrida o Madrid, porque tenía fama de curar la peste. Al menos, seguro que contribuía a olvidar que se tenía.
En definitiva, el vino se convirtió en los siglos XVI y XVII en un producto de calidad, muy bien promocionado, y consiguió desarrollar económicamente el valle del Alberche, atrajo mano de obra e inversiones, aunque también provocó la corrupción inherente a toda actividad económica de éxito.
Lope de Vega y El vino de San Martín
Uno de los vinos más apreciados en España durante el siglo XVII fue el de San Martín de Valdeiglesias. Quevedo lo deseaba en sus poesías y en el Buscón; Cervantes lo señalaba como uno de los mejores de España en su Persiles; el mayor placer de Lope de Vega era almorzar torreznos con vino de San Martín; el monje cisterciense A. Manrique afirmaba que “no se equivocaba al decir que era el mejor de toda Europa”.
Hugo García Garcimartín. Historiador y profesor, es socio de Alberche-Albirka, asociación que coordina esta sección de divulgación histórica.
albirka.blogspot.com
LEYENDAS DE CENICIENTOS
Las hadas del viñedo
Lares del viñedo que hogar fue de hadas,
tiempos lejanos de cepas remoto,
echado en olvido su ayer ignoto
perduran cual libélulas aladas.
Vientos áureos, brisas perfumadas
ellas trajeron y flores de loto
con el dios Baco del vino devoto
con cepas de Olimpia por Zeus creadas.
Tierra eligieron, clavaron la pica
de un primer barbado injerto de cepa,
sudor y ayuda de los elementos
que a la vid sustenta y la dulcifica,
y es en dulzura ubérrima que trepa
la uva en los viñedos de Cenicientos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
ANTIGUOS DECIRES DE CENICIENTOS
“¡Vergüenza había darte!”,
en Cenicientos decían
y a hombre que mal vestían
o se vestían sin arte.
¡Dejando ropas aparte,
de los pobres sin ahorros!
“¡Lavaos bien esos morros
pues los zurcidos van finos
y siendo tierra de vinos
no vayáis hechos pedorros!”.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho