
A las 23.47 horas del sábado 18 de noviembre, la Policía Local de Sotillo cursó aviso de emergencias al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la localidad respecto a la existencia de un incendio de cubierta en vivienda particular habitada y ubicada en C/ La Resinera.
Minutos después, una dotación compuesta por una bomba pesada, una bomba ligera y 6 bomberos voluntarios se desplazó hasta el lugar siniestrado, procediendo a las labores de apagado de las llamas de la chimenea y la cubierta de madera, enfriamiento y desescombro.
Aparentemente y a falta de una inspección técnica más profunda, la vivienda no presenta daños estructurales en las plantas inferiores, ni se extendió a ningún inmueble contiguo, por lo que los daños materiales han quedado limitados a la cubierta y tejado. Afortunadamente, no ha habido que lamentar daños personales.
A las 01:25 h y como consecuencia de su activación por el 112, llegaron al lugar los Bomberos de la Ciudad de Ávila, que asumieron el mando de las operaciones y finalizaron los trabajos.
Desde el Ayuntamiento de Sotillo de la Adrada han querido expresar su “más sincero reconocimiento a la labor desinteresada de los miembros del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Sotillo, el primero constituido en la provincia de Ávila y gracias a cuyo trabajo basado en la calidad de su servicio y en su entrega personal, siniestros como el ocurrido esa noche quedan minimizados frente a lo que podría suceder en caso de no contar con su presencia”.
Asimismo, el Ayuntamiento ha querido destacar “la importancia del servicio que las agrupaciones de voluntarios de protección civil y cuerpos de bomberos voluntarios tienen a la hora de poder ofrecer una respuesta básica a las emergencias que se producen en una provincia eminentemente rural como la nuestra”.
LA CHIMENEA
En torno a la chimenea
las trébedes y morillos,
yo oía cantar los grillos
junto al fuego que la hornea.
En las noches del invierno,
sin radio y televisión,
se hilaba conversación
en un ambiente fraterno.
La familia ante la mesa
cenaba con parsimonia,
como en una ceremonia
donde de hablar no se cesa.
Colgado estaba el caldero
abetunado de hollín,
cociendo entre un gran trajín
de pucheros y de esmero.
Hirviendo estaba el salvado
para el cerdo y las gallinas,
y unas aguas cristalinas
para el íntimo lavado.
Y de pronto una zorrera
lagrimeaba los ojos
y los dejaba tan rojos
como luna tomatera.
Y entraba en acción el fuelle
y con la boca soplidos
y el gato bufo y maullidos
y aquella pobreza muelle.
Y risas y muchas toses
y el crepitar de taramas
y de los pinos las ramas
y alegría de las voces.
Y las partidas de cartas
y visitas del vecino
y el porrón lleno de vino
y engastar de historias sartas.
Y el hablar de la cosecha
y la compra del abono
y la tristeza en el tono
recordando alguna fecha.
Y lectura de tebeos
y lector del Buen Amigo
y ser un mudo testigo
de hechos de los macabeos.
Y si el ábrego furioso
a las paredes mordía,
su ululante letanía
nos invitaba al reposo.
Y se quedaba el rescoldo
en la dulce chimenea
y una lágrima aletea
en el lecho en que me amoldo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho