Con el patio de butacas abarrotado acogió Cenicientos el 5 de noviembre el estreno en la localidad de las Jornadas Cervantinas de la Sierra Oeste, en las que varios grupos de teatro aficionado y asociaciones culturales han unido fuerzas para ofrecer un ciclo teatral en homenaje a Miguel de Cervantes en el IV Centenario de su fallecimiento.
Las funciones se representan cada sábado desde el 15 de octubre y hasta el 3 de diciembre en Villa del Prado, Cadalso de los Vidrios, Cenicientos y San Martín de Valdeiglesias mientras que la puesta en escena corre a cargo de los grupos Alpi (San Martín de Valdeiglesias), Armonía (Villa del Prado), De Luna (Cadalso de los Vidrios), El Cornetal (Cenicientos), Los Boleros (Santa María del Tietar), Asociación Cultural Teatro Sierra Oeste (San Martín de Valdeiglesias) y Asociación Cultural Las Palabras Escondidas (Villa del Prado).
El viejo celoso —que ya lo había representado el pasado día 22 el propio Grupo de Teatro de Luna en Cadalso— abrió la noche corucha previa presentación del director Javier Perals. Se trata de uno de los entremeses escritos por Miguel de Cervantes y fue publicado en 1615. El viejo olvida pasar la llave de su casa y Lorenza su mujer infiel sale a la calle y habla con Ortigoza, su vecina. El diálogo entre Cristina y Lorenza ridiculiza en extremo al esposo. La escena del engaño es una de las más irónicas del teatro de la España del siglo XVII y el público supo agradecerlo con sus risas y aplausos.
La elección de las alcaldesas de Daganzo —alcaldes en el original cervantino— fue el entremés elegido por el Grupo El Cornetal en su debut en las Jornadas. Cuatro mujeres pretenden ser alcaldesas de Daganzo y con este fin hablan de sus méritos propios. La obra es una hilarante sátira de la voluntad de poder y de la magistratura.
Contó con la aportación musical de Miguel de Castro, que ha compuesto un tema adaptado para la obra y que imprimió gran ritmo y vistosidad a la representación, dirigida por Andrés Ruiz.
Ambos grupos obtuvieron el beneplácito de la concurrencia que, con una sonora ovación, supo reconocer el trabajo bien hecho de estos dos colectivos en su afán por difundir la cultura en nuestro territorio. Ciertamente se pudo presenciar un espectáculo de tal categoría que incluso causó sorpresa por su excelente puesta en escena.
El próximo sábado las Jornadas Cervantinas de la Sierra Oeste regresan a Villa del Prado —donde arrancaron— para dar paso a dos representaciones en San Martín de Valdeiglesias y a la que cerrará el ciclo, el 3 de diciembre, también en Cenicientos.
EL CIRCO DE DON PAQUITO EN CENICIENTOS
Se instaló en la Corredera
aquel circense espectáculo,
y a mí me elevó al pináculo
de lo más grande que viera.
Mi madre en su faltriquera
atesoraba unos duros,
y a mis ruegos y conjuros
le dio en perras menudito,
hasta un duro a don Paquito
y magia vi tras sus muros.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EN LA GÉLIDA MAÑANA
En la gélida mañana,
luciendo un tímido sol,
ved pintado el arrebol
de la Peña en su ventana.
Pintor que de buena gana
pinta nieve, pinta pinos,
tiene enfrente los caminos
de don Quijote en la Mancha,
tomándose la revancha
de los manchegos molinos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL CANTO DE LA BRUJA
Voz de una leyenda que nos sobrevive cuenta
que muy alhajada y muy bella una bruja habitaba
orillada al canto y penas de amor ahogaba
atrayendo a hombres de la aldea cenicienta.
Mentiras y falsedades que la gente inventa,
era un hada blanca que a los coruchos velaba
y a caminantes agónicos los confortaba
en tanto hablaban de sus luchas de vida cruenta.
Seráfica y volátil como las mariposas,
ajena a cuanto se decía vivía el hada
en torno al canto las abejas libaban rosas,
pero un día por la incomprensión se vio forzada
a abandonar la piedra y sus florestas umbrosas
y en el canto quedó su inmortalidad grabada.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LOS TITIRITEROS EN CENICIENTOS
Una cabra y una mona
y tocando unos panderos,
asoman titiriteros
en carro de desmorona.
“¡Húngaros ya están aquí”!,
grita la muchachería,
y todo es algarabía
que nos gusta a ti y a mí.
La cabra no es cabra, es cabro,
y la mona resabiada
y se siente muy agraviada
en cuanto escucha el palabro,
Titiriteros hambrientos
venidos de sabe dónde,
que su miseria no esconde
llegaban a Cenicientos.
Con panderos y trompetas,
y a crudo bombo y platillo,
te pedían un durillo
vendiendo unas camisetas.
La función se organizaba
en el centro de la plaza,
y un fortachón con la maza
al más viejo golpeaba.
El pobre viejo achacoso,
tumbado sobre cristales,
aguantaba pedernales
en estado comatoso.
Una gran piedra en su pecho
el de la maza rompía.
“¡Que le entre una perlesía
viendo al buen viejo maltrecho!”.
Eso mi abuela decía
a coro con sus vecinas,
de estar de pie ya cansinas
marchándose de estampía.
Otra gritando exclamaba.
“¡Mejor un carbunco negro
como el que tuvo mi suegro
que como un toro bramaba!”.
A continuación vendían
papeletas de una rifa,
y pretextando engañifa
coruchos se escabullían.
De coñac unas botellas
rifaba la pobre gente,
siendo una mano inocente
a la luz de las estrellas.
¿Se ganarían la cena,
los pobres titiriteros,
por los agrestes senderos
que da una vida de pena?
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
EL CORNETAL Y SU FRONDA
El Cornetal y su fronda
visto desde mi ventana
al despuntar la mañana
es acogedora fonda.
El pinar peinado en onda
es peinado por el aire
un poco como al desgaire
pero a Cenicientos tiene
y le abriga y le mantiene
bien cubierto y al socaire.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
MIS REGADÍOS DE INFANCIA
Subo con mi azadoncillo,
fronterizo al Cornetal
el helechal amarillo,
y el pinar verde ideal.
Es muy pina la pendiente,
y el camino muy quebrado
cerca el rumor de una fuente
en el interior de un prado.
Voy camino de los huertos,
todo el campo está arbolado,
bajo los cielos abiertos
canta un mirlo enamorado.
Y una vez llegado al huerto
suelto el bocín de la poza,
y el surco que yace muerto
con el agua se alboroza.
Reverdecen las judías
y se alegran los tomates,
y enormes son las sandías
colgadas en acirates.
Erizos en los castaños,
que habitan entre las breñas,
cumplidos doscientos años,
a la sombra de las Peñas.
He cumplido con el riego,
y tapado bien la poza;
me siento todo un labriego
limpiando todo de broza.
Los frutales con su fruto
tienen cargadas las ramas,
y siendo tan diminuto
me pierdo entre las retamas.
Hago el camino contrario
y me interno por la Jara,
tañe fuerte el campanario,
y el atardecer se aclara.
Y dando vista a los caños
y avistada la piscina,
van desfilando rebaños
y danza una golondrina.
Música en los altavoces
que se filtra entre los pinos,
y Estela templa las voces
que eran los Cinco Latinos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho