Categoría | Medio Natural

Notas de campo de Verdemorillo: la maravillosa historia de Félix, el zorro de tres patas

  • Un ‘¿sabías que…?’ sobre la flora y fauna de la Sierra Oeste.

Hoy en esta nuestra habitual sección Notas de Campo os vamos a contar una historia sobre zorros.
Pero no esperéis una fábula en la que nuestro protagonista realiza una gesta, muestra de su natural astucia, para aprovecharse del esfuerzo de los humanos como marca nuestra tradición. Es una historia de convivencia y de superación, y quizá esto es lo que nos hace calificar nuestro relato como de “maravilloso”.
Pero primero vamos a presentar a nuestro protagonista, el zorro rojo o Vulpes vulpes silacea (subespecie ibérica).
Nuestro amigo tiene mil nombres a lo largo de todo nuestro territorio: zorro, zorra, raposa, vulpeja, rabosa, y un largo etcétera que incluiría también multitud de nombres en las lenguas cooficiales. Y no es de extrañar que tenga tantos nombres ya que habita en todo nuestro país y podemos encontrarlo allá donde vayamos. Es el carnívoro con mayor distribución mundial, debido a que es el que mejor se ha adaptado a la expansión humana y su repercusión en la naturaleza.
Su tamaño no excede al de un perro mediano. Lo que más llama la atención de su cuerpo es su larga y frondosa cola que llega a constituir las tres cuartas partes del mismo y que utiliza para equilibrarse en carrera, tanto en cacería como en huida de sus depredadores.
Aunque es un cánido, podemos observar en él rasgos felinos como sus ojos color miel y su pupila vertical.
Su piel es muy hermosa, y en otra época (afortunadamente para él) muy cotizada y varía de tonos pardo-amarillentos a rojizos y grises e incluso se pueden observar algunos ejemplares melánicos (negros) de gran belleza.
Su alimentación es muy variada. Es un carnívoro generalista y oportunista. Podemos decir que come de todo. Su fuente principal de alimento son los micromamíferos: topillos, ratones de campo, topos, lirones, pero también conejos. No le hace ningún asco a las aves pequeñas, torcaces, perdices y algún ave doméstica (haciendo incluso incursiones en gallineros). A finales de verano y durante el otoño come higos, moras, uvas, escaramujos, etc., lo que le hace jugar un papel biológico crucial en la dispersión de semillas de flora autóctona (junto a la ardilla y el arrendajo forman parte del “club de los plantabosques”). También es un habitual de nuestros vertederos y cubos de basura, lo que le hace acercarse peligrosamente a nuestros núcleos de población.
Su comportamiento tiene muy poco que ver con el del otro gran cánido ibérico, el lobo… Vive en complejas madrigueras llamadas zorreras que dependiendo del terreno pueden llegar a estar constituidas por varias galerías y estancias con diversos usos (despensa, nido, salidas de emergencia…).
Y ahora que ya conocéis más sobre nuestro protagonista, vamos con la historia…
En algún lugar de la Sierra Noroeste de Madrid, una de nuestras socias notó la presencia de uno al que le faltaba una pata en las inmediaciones de la urbanización donde reside, otros vecinos también le habían visto; su pata delantera izquierda estaba amputada a la altura del hombro. El animal parecía débil y la que debía ser su espesa cola estaba totalmente pelada.
Había sido un invierno duro, Filomena y las heladas posteriores hacia poco que habían terminado y seguramente era el hambre lo que le obligaba a aventurarse a plena luz del día en busca de alimento. Probablemente su necesidad llegó a ser tan grande que no le importaba la presencia humana con tal de poder conseguir comida, hasta el punto de dejarse fotografiar a cambio de poder obtener algún bocado.
Las fotografías obtenidas se enviaron a un veterinario voluntario de Grefa y a la Asociación Free Fox. Pudimos constatar que se trataba de un macho y que su pata habría sido amputada probablemente por un lazo o un cepo, y debía ser un animal muy fuerte para haber sobrevivido a la hemorragia y a la infección. Que su cola pelada era consecuencia de la sarna, afección producida por parásitos que infectan sobre todo a animales con defensas debilitadas, ocasionando enormes picores, produciendo al rascarse graves heridas, un sufrimiento que finalmente lleva a no alimentarse y dejarse morir.

Zorrezno haciendo sus primeras incursiones en solitario.

Se consideró la posibilidad de que Grefa lo admitiera, pero al estar enfermo y amputado no quedaba garantizada su supervivencia al ser reintroducido en la naturaleza. Por pertenecer a una especie cinegética, su destino no sería el ser devuelto a la naturaleza con vida. Esta opción se descartó. Si el zorro era un luchador, un superviviente, si el lazo y quien lo puso no habían conseguido acabar con su vida, con qué derecho lo íbamos a hacer nosotros.
Reubicarle en un santuario animal era complicado, los pocos que existen se encuentran muy lejos. Habría que capturarlo y trasladarlo, con el estrés que eso supondría para el animal. La decisión final fue ayudar a que el zorro se recuperara, con un tratamiento para la sarna y apoyo alimenticio durante una temporada. Lo más importante era que, durante su tratamiento, el animal no se familiarizara y confiara en las personas, no debía saber que detrás de esos alimentos había un humano (aunque con su astucia seguro que se lo imaginó).
Elegimos una zona segura cercana en la que dejar todas las noches un puñado de pienso y un huevo, con la medicación para la sarna. Se tomaron todas las precauciones posibles para que otros animales no pudieran acceder.
La comida desaparecía cada noche, pero no sabíamos lo que ocurría en la oscuridad. ¿Era el zorro de tres patas el que comía?, ¿Habría funcionado el tratamiento? Para salir de dudas, decimos instalar cámaras de trampeo. Las grabaciones resultaron un éxito, pudimos comprobar que el zorro de tres patas venía varias veces durante la noche a recoger su complemento alimenticio, y que ya tenía una densa cola, lo que indicaba que no tenía sarna.
En los primeros meses el alimento era consumido totalmente, pero con el paso del tiempo empezamos a encontrar el apoyo alimenticio intacto, lo que interpretamos como que el zorro habría recuperado sus fuerzas, empezaba a ser autosuficiente y encontraba alimentos más apetitosos.
Somos amantes respetuosos con la naturaleza, aunque en esta ocasión rompimos nuestro compromiso de ser meros observadores de su belleza. Creemos que los ecosistemas sin intervención humana se autorregulan, pero en este caso se hacía obligado intervenir. Los humanos se lo debíamos al zorro, había que intentar ayudarle en su lucha por sobrevivir y compensar el daño que otros humanos le habían ocasionado.
Nos llena el corazón saber que Félix (nombre que le dimos) convivió con nosotros y otros animales en este rico entorno natural. Hoy desconocemos su destino, pero nos gusta pensar que aún está en nuestras dehesas haciendo una vida normal.

Verdemorillo es una asociación ecologista vecinal que actúa para preservar la biodiversidad de la comarca de Valdemorillo desde tres frentes: la divulgación, la denuncia y la realización de proyectos de conservación. Si deseas saber más sobre este u otros temas entra en www.verdemorillo.org

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