En 2020 se cumplieron cien años de la muerte de “Joselito El Gallo”. Quise hacerle un escritito-homenaje para leerlo en la Entrega de Trofeos de ese año, pero la pandemia lo impidió. Cuando me llamó Verónica pidiéndome un escritito para esta gala de 2022, supe cuál iba a leer. Me costó documentarme y prepararle, pero el personaje merecía el esfuerzo.
Agradezco a los miembros del Jurado su bien hacer: J. L. Acuña, Celestino Gutiérrez, Javier Becerro, Antonio Acuña, Fco. Jerónimo y J. Mª. Baquera. También mi reconocimiento sincero a la A.T.C. “Cadalso”, por su hermosa e incansable labor de difusión y amor al toreo. Gracias a Radio Cadalso y a Balta, así como a los blogs “Cadalso Vive” y “Zorro Corredero”, todos ellos dan cobijo a este arte que en nuestro pueblo está arraigado en lo más profundo de su ser. Y gracias a Isidro, porque desde su silencio genera bondad.
Excmo. Ayuntamiento de Cadalso, Sra. Alcaldesa y señores aficionados: El toreo es uno de los más preciados dones que a España dieron los cielos, con él no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre. Por el toreo y su dignidad lucháis conservándolo y engrandeciéndolo en Cadalso. Recibid mi gratitud.
Sin ustedes, los protagonistas premiados, esto no tendría razón de ser. Enhorabuena, pues, a: Cristina Moratiel, Domingo González, Manuel Perera, Isaac Fonseca, Félix Majada y Juan C. Rey, triunfadores por méritos propios del Racimo de Oro 2021, herederos directos, dignos y legítimos de la maestría y de la honestidad de “Gallito” que, con 18 meses, como los niños Jorge y Moisés, ya jugaba al toro.
Rafael de Paula me aleccionó una mañana por teléfono: “Miguel, el toreo de Belmonte todo el mundo lo comprendía porque el arte llega directo al sentimiento, pero el dominio que ejerció Joselito sobre todos los toros, eso jamás lo entendió nadie. El aficionado comprende mejor la magia que la ciencia.” Y es que, lo que en Belmonte era gracia, en Joselito era eficacia.
EL REY TRISTE DE LOS TOREROS
El 15 de mayo, día anterior a su muerte en Talavera, toreó “Gallito” en Madrid junto a Belmonte entre un gran escándalo porque el público consideró chicos los toros. “¡Fuera!”, “¡Que se vaya!”, le gritaron. Desde la barrera del tendido 2 una mujer le llamó “¡cobarde!” y del tendido 10 aullaron: “¡Ojalá mañana en Talavera te mate un toro!”. Le arrojaron una almohadilla que le dio en un brazo. Aquello conmovió su alma, reclinó la cabeza sobre las tablas y quizá lloró de rabia. Al volver a su casa madrileña de la calle Arrieta, le dice a su mozo de espadas, Paco Botas, con voz muy triste: “¿Has visto cómo me trató el público?” Mueve la cabeza melancólico: “Esto se acaba”. Esa noche se desveló, llamó a sus amigos y marcharon de juerga. Se liaron un poco y volvió tarde y algo bebido. A las 7:00h. del 16-05-1920 se levantó y salió con rumbo a Talavera. En Torrijos (Toledo), tomaron café y un individuo le empujó contra un velador. Resignado calló y lo consideró un tropiezo. Cuando llegó llovía y estaba más animado, le oyeron cantar…
A José no le gustó el morlaco y ordenó a su hermano Fernando: “Hala pa dentro, que éste no es pa ti. ¡Ojo con este pájaro, que es muy traicionero!” Sus banderilleros no pudieron sacarle de las tablas. Supo entonces que lo hacía él o nadie. Tiró del bicho y por dos veces retornó a tablas. A la tercera ya le sujetó y sonrió triunfante. Manda a todos que se tapen: “¡Dejármelo, que ya es mío!” Sonriendo se echó para atrás para liar bien la muleta. ¿Fue un exceso de confianza? El toro, burriciego, al entrar en su área de visión se le echó encima. Visto y no visto. “Bailaor” lo entrampilló por el muslo y lo lanzó al cielo. En el aire lo recogió con tanta saña y precisión que le metió el pitón en el vientre hasta la cepa.
Cuando lo tomaron del suelo y se vio con los intestinos fuera, gimió: “¡Avisad a Mascarell!” Llegando a la enfermería dobló la cabeza inerme, cerró los ojos y ya no habló más. Su agonía duró media hora justa. A las 19h05’ todo acabó para él. Su hermano Fernando le quitó la cadena que llevaba al cuello con las medallas de la Esperanza Macarena y de Jesús del Gran Poder, además de una foto de su madre, la “señá” Gabriela. Paco Botas, llorando, pidió al picador “Zurito Chico”, de la cuadrilla de Sánchez Mejías, que alzara la cabeza de “Gallito”. Trenzó y tensó la coleta y rogó al picador de José, “Farnesio”, que la cortara con una tijera del instrumental de la enfermería. Porque nació torero, Joselito portaba coleta natural desde niño. Su cuñado, Ignacio Sánchez Mejías -torero e intelectual-, la besó, se acercó a la cama, se apoyó en la almohada y acarició su frente diciendo: “Pobre José, pobrecito… ¡Donde has venido a caer!” En silencio lloraba.
Lo trasladaron a su casa de Madrid, calle Arrieta 14, 1º, aledaña a la Plaza de Oriente. De allí salió su ataúd en una carroza fúnebre del Ayuntamiento hacia la estación de Atocha. Iba tirada por seis caballos negros adornados con penachos blancos, amarillos y negros. Abrazada la cuadrilla al féretro de su maestro, lo metieron en el tren y se lo llevaron a Sevilla. La aristocracia sevillana y maestrante quiso impedir que los funerales se oficiaran en la Catedral. Un canónigo amigo suyo, Juan Fco. Muñoz Pabón, censuró valientemente desde el púlpito de la Catedral aquel deseo hipócrita e impropio de buenos cristianos. Era un medio-gitano y nunca le perdonaron que mandara construir la Plaza Monumental de Sevilla y, de esta forma, los precios fueran más baratos que en La Maestranza. Se cuenta, incluso, que una mano negra dinamitó parte de ella. Aún hoy, pasados ciento dos años, continúan sin perdonarle (yo a ellos tampoco, cuestión de coherencia Joselitista y Paulista). Jamás le quisieron por atreverse a hacerles la competencia. Ellos, tan burgueses, monárquicos y emperifollados, y él tan humilde y medio-gitano. Ni siquiera en la temporada 2020, en la que se celebraba el centenario de su muerte, lo recordaron en el cartel anunciador de la Feria de Abril que, al cabo, el virus suspendió.
Conocedores del fallecimiento, sus compañeros cofrades de La Esperanza Macarena vistieron a su Virgen de luto. Colocaron en la imagen las “mariquillas” de oro que “Gallito” compró en una joyería de París y la corona -también de oro- para la que donó una importantísima cantidad. Este año quizá la vistan así en la procesión de la “madrugá” de la Semana Santa sevillana, ya que no pudieron hacerlo en 2020 por el “virus sin corona”. Al maestro le siguen idolatrando en dicha Cofradía. Cada Semana Santa, él, con su madre, a la que adoraba, solía recibirlos en su finca de Pino Montano. Al morir ella en 1919, el Rey de los Toreros devino triste y vistió de luto toda la temporada. “Si se muere mi madre… ¡Qué va a ser de mí…! ¡Quién me va a querer!”
El escultor valenciano Mariano Benlliure, esculpió el mausoleo donde reposan sus restos en el cementerio sevillano de San Fernando. En un viaje que hicimos a Valencia Paloma y servidor, visitamos el Museo de Bellas Artes. Allí nos estremecimos maravillados al observar la réplica en arcilla del mismo. ¡Es algo sublime! En mármol cinceló el artista la figura yacente de José, material eterno, pero muchísimo más difícil de labrar. El resto lo hizo en bronce, más moldeable, pero menos resistente al tiempo. La faz del torero la plasmó melancólica. Y es que él se deprimía y era ciclotímico. Su interior, de espíritu débil, lo contraponía al exterior aparentando fortaleza y cierta soberbia. Esa tesitura le llevó a librar una lucha constante entre su “yo interno” y su “yo externo”. El pobre Joselito no era un Dios, pero subsiste siendo el torero más grande. Meses después, Juan Belmonte, amigo y rival, pidió a su chófer que le llevara al pueblo sevillano de José. Allí, frente a su estatua, bajó la ventanilla y musitó envuelto en lágrimas: “¡Ah José, malaje! ¡En Talavera me ganaste para siempre la partida!” En 1960, Juan se pegó un tiro en la sien en su finca de Gómez Cardeña. “Quiero morir vivo, como él…”
“Gallito”, de salud quebradiza, fue un torero revolucionario adelantándose a su tiempo, inteligente, humano, buen administrador y torero de nacimiento. Siendo el benjamín, ejerció de cabeza de familia desde joven. Su padre y hermanos (sobre todo Rafael), todos toreros, derrocharon lo ganado sin medida. Se preocupó de ir seleccionando el toro adecuado para adaptarlo al toreo que venía. Proyectó y apoyó la construcción de las plazas Monumentales de Sevilla, Barcelona (la de mayor aforo de entonces) y Madrid. La de Las Ventas la diseñó junto a su amigo, el arquitecto José Espeliú. No la vio inaugurar porque el toro “Bailaor” acabó antes con su vida. Sabedor de que las plazas de toros se quedaban pequeñas (era la Edad de Oro del toreo que protagonizó junto a Juan Belmonte), no cejó en su empeño de construirlas. Belmonte siempre le apoyaba: “Lo que tú digas, José. Lo que tú digas…”. Posiblemente, de no morir él tan pronto, hoy la Monumental de Sevilla sería la plaza de referencia en la ciudad. La de Talavera de la Reina (Toledo), era pequeña. Le vieron morir cinco mil personas. Aquella tarde, su cuadrilla presintió algo extraño, como si no fuera a llegar. Al verle aparecer por la Puerta de Cuadrillas, exclamaron aliviados: “¡Ahí está José!”, y comenzaron a liarse el capote de paseo. Camero, “Carriles” y “Farnesio”, eran sus picadores; Blanquet, “Cantimplas”, “El Almendro”, “El Cuco” y su hermano Fernando (puntillero), sus banderilleros. Fue el primero en torear con ellos más de cien corridas por temporada. En Cadalso nunca toreó, pero sí lo hizo muy cerca, en S. Martín de Valdeiglesias. El 4-10-1917 lidió con “Angelete” toros de Esteban Hernández.
La familia burguesa sevillana del mítico ganadero Felipe Pablo-Romero hizo infeliz para siempre a su hija Guadalupe y, por ende, a Joselito, enamorado de ella. Impusieron a José que dejara de torear y se fuesen a vivir al extranjero si la quería como esposa. Aceptó y se lo dijo a su amigo y escritor peruano, Felipe Sassone: “Felipe, cuando acabe esta temporada, me caso con Guadalupe…” No pudo ser. Con 25 años un toro cornicorto, chico y burriciego de la Vda. de Ortega lo mató en una plaza de pueblo mesetario. Su enamorada siempre llevó flores a su tumba mientras vivió. Antes de morir en 1983, dispuso en su testamento: «Confío y mando a mis herederos que nunca falte un ramo de rosas rojas en la tumba de Joselito, mi amor».
José Gómez Ortega, “Joselito El Gallo”, nació en Gelves (Sevilla) el 08-05-1895, ese año también nació el cinematógrafo. Hijo del torero sevillano Fernando Gómez y de la bailaora y cantaora gaditana Gabriela Ortega. Tuvieron seis hijos: tres hombres toreros y otras tantas mujeres casadas con toreros. Murió en Talavera corneado por un toro el 16-05-1920. Desde entonces todos los 16 de mayo se guarda un minuto de silencio en la plaza de toros de Madrid. Es el minuto más sobrecogedor que vivo a lo largo del año. Siempre lo rompe una voz desgarrada que sale del tendido 9: “¡Viva Joselito!” Ciento dos años ya, maestro. ¡Ciento dos años! ¡¡¡Y sigue siendo usted El Rey Triste de los Toreros!!!
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Fuentes principales consultadas: Libro de José Vicente Sinisterra Gago, “Joselito. El torero triste”. Libro de Gregorio Corrochano, “¿Qué es torear? Libro de Paco Aguado, “El Rey de los torreros. Joselito El Gallo”. Blog de Manuel Hernández, “La Fiesta Prohibida”…
Fotos: Richard Pickers.
Bonito de verdad. Cadalso tiene desde siempre mucha afición al toreo y lo cuidan todo con mimo y cariño. Enhorabuena a todos ellos.