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XXII Trofeos Taurinos Cadalso 2022 (XIX Racimo de Oro)

En mi época taurina más optimista jamás imaginé una feria torista en Cadalso de las dimensiones de la de 2022. Contó con las ganaderías más prestigiosas del campo bravo, a saber: Miura, Prieto de la Cal, Juan Luis Fraile, Barcial, Rehuelga y Baltasar Ibán. El Ayuntamiento ejerció de empresa y a la cabeza -con su equipo- nuestra anlcaldesa, Verónica Muñoz, ala que razonablemente se le podrá censurar carencias en otras áreas municipales, pero su apoyo al toreo no concibe dudas: es férreo y sin fisuras, comprometido y entusiasta. La Corporación supo dotar de identidad y relanzó esta plaza hasta situarla entre las de mayor prestigio y categoría de las que programan ciclos de novilladas. Veintidós años lleva Cadalso otorgando sus prestigiosos premios taurinos (diecinueve con la denominación de Racimo de Oro). Servidor sigue preguntándose, como cada año ¿cuándo se sumarán las ediciones de los tres primeros años, patrocinados por aficionados cadalseños, a los diecinueve restantes?

Algunos de los pilares fundamentales sobre los que se cimentan el renombre y consolidación de esta feria son: los aficionados de Cadalso y su comarca, la A.T.C. “Cadalso”, el eficiente Jurado de estos premios, el compromiso con la información taurina, sin titubeo alguno, del bien informado y culto Zorro Corredero, el apoyo incondicional que, desde las ondas de Radio Cadalso, le presta su locutor de cabecera, Baltasar Villarín, y el eficiente y compenetrado personal de esta Monumental Metálica. Por cierto, aprovechando esta referencia, quisiera solicitar un muy necesario “lavado de cara” a nuestra plaza. De esta forma su categoría taurina correrá pareja a la de su eficiente conservación. Vuela ahora mi recuerdo emocionado hacia Marcelo Becerro, empleado de la plaza, y para Irene, su mujer. Nunca faltaron a esta gala mientras su salud se lo permitió, apoyaron siempre al toreo y a quien les habla. Por otra parte, y afortunadamente, pronto estará con nosotros, recuperado, Jorge García, otro aficionado cadalseño bueno y ejemplar.

     Los triunfadores lo son por derecho propio. Todo lo que hicieron cobró real importancia porque no exigen lo mismo el animal bobalicón y disminuido que el encastado, íntegro y con trapío que se lidia en nuestro ruedo. Ellos dieron una lección de torería y de conocimiento lidiador, sabiendo aplicar con agallas y sapiencia la técnica adecuada para así superar las dificultades que se encontraron. Han de sentirse muy orgullosos, toreros y ganaderos, como nosotros lo estamos de ellos, porque nos mostraron la verdad del toreo. Por tanto, enhorabuena a los ganadores del Racimo de Oro 2022 de Cadalso de los Vidrios: Triunfador de la Feria: J.P. García “Calerito”. Mejor novillo del ciclo: “Santanero”, de la ganadería de Baltasar Ibán. Premio a la mejor estocada: Solal Calmet “Solalito”. Trofeo al mejor puyazo: Jean-Loup Aillet. Cadalso os felicita y os desea lo mejor en vuestras vidas toreras y humanas. Este pueblo se honra por haberle dado categoría con vuestras sobresalientes actuaciones. No me olvido de los aficionados prácticos cadalseños: El veterano M. Álvarez “El Cadalseño”, derrochando torería y pundonor sustituyó por cogida a la joven y prometedora promesa cadalseña Roberto Cordero; Ignacio García, con privilegiada zurda; Arturo Sánchez, aficionado con concepto clásico y el pradeño Álvaro Bravo, que inicia con buen pie su sueño torero. Ellos también nos hicieron vibrar emocionados la tarde del 18 de septiembre.

     A continuación adjunto un escritito inspirado en el cuento Tabaco y negro, de Almudena Grandes; se lo dedico, “in memoriam”, a Ángela Hernández, torera que batalló incansable para que se les reconociera a las mujeres su derecho a torear. Igualmente se lo ofrezco a todas las damas aficionadas y toreras. Ellas seguirán luchando incansables por su libertad a mostrar la belleza del toreo. 

Miguel Moreno González.

 

EL SASTRE, SU NIETA Y EL TORERO TÍMIDO

-¿Tabaco y oro? Mi abuelo paterno, sastre de toreros e ilusiones, asintió al matador consagrado: -El tabaco le da elegancia a su porte y a su toreo puro. Usted realza, ennoblece ese color con su carismática personalidad y transmitirá al público todo lo clásico que ese color atesora…

-Tú calladita, ¿eh? En los toros no se habla. Se mira, se escucha, se aprende y se está en silencio. -Me dijo el abuelo saliendo del metro el primer día que me llevó a los toros por San Isidro-. Aquella tarde descubrí sorprendida la confirmación de un presentimiento y la revelación de un misterio maravilloso. Aquella tarde averigüé que yo tenía un don, un tesoro pequeño y único, incontrolado y sensible. Éste era la capacidad de emocionarme, de brincar gozosa con el alma pendiente del vuelo efímero de un capote alado. Era una inteligencia instintiva para entender lo incomprensible, era como un pozo de profunda emoción que ni yo misma intuía. Miraba al ruedo impresionada y lo que sucedía entraba en mí como si solamente hubiera vivido para recibirlo.-Has tenido suerte, Berta –me dijo el abuelo al salir-. -¿Te ha gustado? -¡Mucho! Él hablaba poco, pero a finales de mayo empezó a comentar el cartel conmigo. Había descubierto que yo sí sabía escuchar y que era capaz de entender lo que escuchaba.

Años después, un mediodía radiante, el metro volaba hacia Tirso de Molina. En la sastrería de mi abuelo -en la calle Colegiata, junto al Instituto de S.Isidro- me esperaba un torero joven consciente de su ambición y de su ilusión. Tenía un aire decidido e indefenso a la vez, como si no estuviera muy seguro de haber dejado su infancia, como si huyera de la fotografía antigua de un pueblo castellano seco y olvidado, como si quisiera tragarse el mundo de un ávido bocado. Y entonces contemplé el hilo, la línea que separa el triunfo del fracaso tendido entre sus ojos y los míos, como un columpio hecho de una luz arabesca que se balanceaba seductor ante nosotros. Primero observé aquel hilo. Después, por fin, un color.

-Tu color es el tabaco y oro. Y el año que viene estarás en San Isidro. Durante unos segundos estuvimos callados, inmóviles, como si hubiéramos olvidado movernos extrayendo, sin saberlo, nuestra soledad interior. Él miraba sorprendido la seguridad de mi afirmación. Yo observaba el esquivo escorzo de sus pupilas brillantes. Le di un vestido de ese color y se fue lento hasta el probador. Nadie se apercibió de su cojera ni de aquellos colores pespunteados a su esperanza.

Pronto se abrió la puerta. Él esperó a que le viera antes de salir del habitáculo. Sonreía tímido mirando de soslayo. Su cuerpo encajaba perfectamente, con la minuciosa precisión de un calco, en aquel terno nacido de la última intuición de mi abuelo. -¡Estás elegantísimo! Sus labios se tensaron tanto que parecían volar, escapar para siempre de su cara. Se miró en el espejo y echó a andar con su pierna izquierda fuerte, torneada y torera; mientras su pierna derecha, flaca y débil, parecía invisible a la luz que matiza los atardeceres de los cercanos pinares cadalseños. Avanzaba cojeando levemente como rodeado de clamores en mitad de un natural escalofriante y eterno. Yo no sabía nada de su vida. Intentaba averiguar qué toro y en qué plaza una cornada mal dada le dejó cojo.

Llegó al centro del ruedo y una exclamación me sobresaltó:-¡¡¡Torero!!! -¡Va por ti, abuelo!, pensé cuando le sacaba a hombros una multitud enardecida por la Puerta Grande de Las Ventas haciendo jirones su traje de luces. Según levantaba los brazos extasiado, me descubrió entre el gentío y exclamó:-Tenías razón, Berta, recomendándome el vestido tabaco y oro que me haría triunfar en San Isidro. Me acerqué atropelladamente y le respondí: -Yo sólo te dije que el año que viene estarías en San Isidro. Todo lo demás es obra tuya.

Cuando le dejaron en la furgoneta que esperaba en la calle de Alcalá, notó que su pierna derecha le dolía un poco. Sintió un tenue cosquilleo. La emoción atenazó su expresión según se abalanzó a mis brazos dándome un abrazo que encogió nuestros corazones. Nuestras lágrimas se mezclaron y nos hicieron comprender que el arte del toreo es de una belleza sobrecogedora y que las lágrimas son un gesto enamorado del alma. ¡Qué misteriosas son las lágrimas en la vida, en el amor y en el toreo!                        

                       Miguel MORENO GONZÁLEZ

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