Román Villalba
Las andanzas políticas de Francisco Granados, hasta no hace mucho segundo o tercer escalafón del Partido Popular en Madrid, han acabado, al menos bajo el paraguas de la todopoderosa Esperanza Aguirre que, sorprendentemente, le destituyó de manera fulminante de su puesto de secretario general del PP de Madrid el pasado día 23 de noviembre.
Corta de raíz la presidenta los contactos del que fuera vicepresidente del gobierno regional hace solo seis meses con distintos alcaldes de Madrid, entre ellos, los del llamado macromunicipio de Brunete, Sevilla la Nueva, Villamantilla y Quijorna.
Como todo en política, nada es lo que parece y más allá de la pérdida de confianza de la máxima responsable del PP en Madrid pesan los resultados DEL 20-N y la nueva ubicación estratégica del máximo enemigo de la presidenta regional, que no es otro que Alberto Ruiz Gallardón, más que cerca pegado al todopoderoso Mariano Rajoy.
Gallardón mantiene sus apoyos intactos para, en la sombra, paso a paso, en cada rincón del PP colocar un durmiente al asalto del único bastión que se le resiste a Mariano Rajoy.
Frente al más que previsible intento de la nacional de desbancar al esperancismo, todos los dirigentes populares han coincidido en el blindaje de la presidenta destituyendo a Granados para reforzar a Ignacio González.
Si es casualidad que un día antes de fulminar a Granados Aguirre visitara la fortaleza de Luis Partida, uno de los pocos alcaldes que se han atrevido a no secundarla públicamente. Si tienen significado, después de haberse declarado públicamente contrario a la destitución el alcalde de Sevilla la Nueva, Mario de Utrilla, las ruedas de prensa de Granados con el alcalde de Brunete y otros de la zona oeste, o el acto con 40 cargos del PP en Génova, si encajan en esta estrategia de toma de posiciones los movimientos de algún alcalde menor de la zona en contra del núcleo duro de los alcaldes populares de la Sierra Oeste, solo el tiempo lo dirá.
{phocagallery view=category|categoryid=1}