Categoría | Medio Natural

¿Crisis medioambiental o climática?

  • Hablando de meteorología con Emilio Pacios.

Un excelente artículo de Eugenio L. Burniel de Orueta (catedrático de Geografía de la Universidad de Valencia), publicado en el Levante de Valencia de 18 de noviembre de 2001 y recuperado por Vicente Aupi nos sitúa en el contexto de un fuerte temporal en el Levante con enormes pérdidas por daños y destrucción de paseos marítimos, playas, infraestructuras, etc.
Pareciera la crónica anunciada del pasado temporal de enero de 2020 iniciado con la borrasca Gloria y que tanto afectó al Delta del Ebro. Y es en semejantes contextos donde cabría preguntarnos si es correcto culpabilizar “al tiempo” de todo lo que acontece a nuestro alrededor como un comodín inexorable. Al “tiempo” lo culpabilizamos de nuestros estados de ánimo; lo usamos como tema recurrente en un ascensor, en una sala de espera, en una presentación de amigos… ”El tiempo” como tema recurrente que nos saca de apuros y ahora culpable de toda catástrofe con el denominado Cambio Climático.
En realidad, las siglas CC funcionan como la gallina de los huevos de oro en medios de comunicación, redes sociales, estudios o conferencias. Siglas que son como un cajón de sastre que (al margen de los estudios reales y veraces) nos hacen olvidar nuestro propio comportamiento medioambiental esperando que un ente abstracto superior como los gobiernos, la ONU o tal vez los marcianos arregle la situación obviando nuestra propia acción y comportamiento. Y hablando de la gallina de los huevos de oro, ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Si hablamos de Cambio Climático, ¿es este víctima o verdugo? Es evidente que tras las siglas CC se difumina cualquier responsabilidad personal en la crisis medioambiental del planeta asignando el papel de verdugo a “El Tiempo” cuando es una víctima más del trato que damos al planeta. ¿Hasta dónde estamos dispuestos cada uno de nosotros a colaborar en no dañar el planeta con acciones reales y no abstractas?
Volviendo al artículo de Burniel de 2001 reproduzco textualmente:
“Paseos marítimos destrozados, playas engullidas por el mar, casas y restaurantes costeros inundados, carreteras litorales dañadas y cortadas, miles de millones de pesetas en daños materiales… Esta es la crónica del temporal marítimo del fin de semana del 10-11 de noviembre de 2001. La pregunta obligada es ¿se trata de una catástrofe natural y por tanto de algo no previsible, inevitable, que tenemos que aceptar con resignación? Toda la información científica disponible nos dice que no, que ha sido un temporal no frecuente, pero sí “normal”, es decir susceptible de producirse cada cierto tiempo en nuestra costa; no demasiado lejano está el gran temporal marítimo del 28 de diciembre de 1980”
“Si es así, ¿por qué ha producido ahora tantos daños? La respuesta hay que encontrarla en las actuaciones humanas, que han agravado la fuerza destructiva de los temporales: porque se ha invadido el terreno del mar y porque se han alterado las condiciones del litoral, favoreciendo el retroceso de las playas y el aumento de la fuerza del oleaje. El problema no es por tanto de un “exceso” de la naturaleza, sino de ausencia o de inadecuada ordenación del espacio litoral. Se ha actuado ignorando a la naturaleza y, podemos decir -remedando un símil de nuestro mundo rural a propósito de barrancos e inundaciones que el mar “ha sacado sus escrituras” (de propiedad) y ha reclamado sus dominios.”
“La destrucción de la mayoría de los cordones de dunas ha roto el equilibrio sedimentario de muchas playas; porque las dunas amortiguan el impacto del oleaje y retienen en los temporales buena parte de la arena, que el viento de poniente devolvía luego a la playa. Hoy el oleaje fuerte choca con un borde litoral artificial y rígido –sean paseos marítimos, urbanizaciones o muros de diverso tipo- lo que provoca un reflujo que se lleva la arena mar adentro o la lanza sobre el paseo y las casas, perdiéndose para la playa.”
Pareciera la crónica anunciada del citado enero de 2020 que, entre otros, afectó al Delta del Ebro y que hizo apretar el botón de todas las alarmas en medios de comunicación, redes y en gran parte de la sociedad donde se reproducían constantemente los rugidos verbales ante el verdugo Cambio Climático.
¿El Delta del Ebro? Les confieso que me ha resultado apasionante indagar en los orígenes y evolución del mismo. Unas indagaciones que me han generado conocimiento y así poder extraer conclusiones que, por supuesto, son subjetivas porque son mi visión particular de los hechos. La naturaleza me enseña, como generadora de conocimiento, que lo que hoy puedo afirmar tal vez dentro de un año sea diferente porque la escucho y me abro a sus enseñanzas.
Con el Delta del Ebro, ciertas crónicas situaban a Tortosa incluso como puerto de mar. El Delta no ha sido, lógicamente, estable ni como lo conocemos en la actualidad. Es un accidente geográfico-orográfico en continuo movimiento fruto de las aportaciones de sedimentos, riadas, inundaciones, temporales y, por supuesto, actividad humana. De esta forma, cuando se talaron miles y miles de hectáreas de bosques, el aporte de sedimentos fue muy superior al normal con su consiguiente crecimiento. Pero, en el siglo pasado con la construcción de medio centenar de presas y pantanos aguas arriba del río se cortó de raíz el aporte normal de sedimentos. Y es en este punto, junto con el uso humano y actividades agrícolas, cuando enlazamos con el artículo de Burniel. Si disminuimos drásticamente el aporte de sedimentos al Ebro (y de todos los ríos) estamos desprotegiendo a nuestras costas y sus accidentes geográficos y orográficos de su defensa natural. Por esta circunstancia, resulta un tanto irresponsable achacar al Cambio Climático la destrucción del litoral cuando es la acción humana, con su comportamiento la que elimina las defensas de la propia naturaleza. Crisis medioambiental sería lo correcto con sus causas y examen de las mismas.
La Agencia Estatal del Meteorología dispone de un apartado, en su página web, de efemérides meteorológicas en el que diariamente se exponen acontecimientos meteorológicos destacables por su anomalía. Y aunque las efemérides no marcan tendencias, se sorprenderían de la reiteración de fenómenos severos como temporales. Y qué curioso, el 31 de enero de 1911 se produjo un fortísimo temporal en el litoral levantino con olas de hasta 8 metros ya que en el acontecido en enero pasado se habló mucho de las olas desconocidas de 8 metros.
¿Es la fuerza del temporal o el CC quien destruye o es la actividad humana la que desprotege al medio natural de sus defensas? La responsabilidad de la sociedad dependerá de la respuesta que nos convenga. Si elegimos CC evidentemente cerramos los ojos y la culpa es del otro.
Rindo un homenaje claro y rotundo a aquellos científicos que investigan y trabajan duramente sobre la cuestión del Cambio Climático. Dejemos que hagan su trabajo, si bien existe un escalafón en el cual nos perdemos porque no es lo mismo la investigación científica, con sus datos, que lo que llega a la sociedad de forma tan surrealista como inexacta. Hablemos de crisis medioambiental del planeta, de la naturaleza, de sus ecosistemas y analicemos la actividad humana. Nuestros hijos podrían ser los mejores científicos y testigos de cómo puede o está evolucionando el planeta en el comportamiento de sus ecosistemas y en su clima.
Es tan sencillo como subir la persiana de la habitación y ver el árbol de la calle o la del patio del colegio. Como un juego cambiante porque nunca se para, ir apuntando cuándo brotan sus flores, sus hojas; cuándo comienza su otoñada y cuándo pierde las hojas completamente. Con los medios de hoy en día hasta se pueden ir anotando condiciones meteorológicas. Y así, cuando finalice la edad escolar ya se tendrán series de comportamiento fenológico en relación al clima.
¿Sabemos qué pájaros tenemos en la puerta de casa? ¿Cuáles se quedan todo el año? ¿Cuáles se van? ¿Cuándo vuelven? Tal vez en las grandes ciudades se tenga menos conciencia que en los pueblos si bien en cierta ocasión me llevé una sorpresa inesperada cuando un vecino del pueblo me encontró a mediados de abril mirando las alturas de la iglesia comprobando la llegada de los primeros vencejos. Me preguntó y al responderle me contestó que hacía muchos años que no había vencejos. No entendía aquello. Días más tarde, lo encontré mochila fumigadora de glifosato en mano actuando sobre el borde de un pozo y un reguero con agua cuando ese hecho en concreto está prohibido por las directivas europeas y nacionales.
Igualmente, se desconoce la cantidad de aves diferentes que existen en los núcleos urbanos porque no miramos al cielo ni a nuestro alrededor. En Madrid capital, por ejemplo, aparte de los famosos halcones peregrinos de ciertos edificios, existen extensas colonias de vencejos, golondrinas, aviones comunes y una lista larga de enumerar. Me centraré sobre los últimos puesto que nuestros hijos pueden perfectamente anotar cuándo llegan, cuándo crían, cuándo se van, qué tipo de nidos utilizan etc. ¿Por qué? Porque será una información muy sensible y de gran importancia para poder calibrar hasta qué punto la acción humana puede incidir en los cambios del planeta y su clima. Y es que la disminución de estas especies podría venir por la destrucción de sus nidos, algo muy común cuando en nuestras fachadas, aleros, balcones se instalan golondrinas o aviones e inmediatamente los destruimos porque nos manchan de excrementos el suelo y la pared. Eso podría ser el inicio de un desequilibrio medioambiental importante porque en la naturaleza está todo unido. De la misma forma, tanto vencejos como gorriones, se ven amenazados por la destrucción de edificios viejos con sus oquedades en las fachadas que usan como nidos y la construcción de nuevas casas y edificios completamente libres de oquedades.
Debemos conectarnos más con la esencia y el alma de la naturaleza y no llenarnos de epitafios culpando de todo al CC.
Los bosques los quema la acción humana; los mares de plástico son consecuencia de nuestros hábitos; la contaminación urbana la producimos nosotros; las basuras de ríos, arroyos, pantanos, etc. las vertimos nosotros; los manantiales los desecamos nosotros; en los cauces construimos nosotros; las costas las manipulamos nosotros; los ecosistemas los transformamos nosotros y así un largo etcétera. Y claro es mejor no pensar en todo esto y sí hablar del cajón de sastre CC como liberador de nuestras conciencias. ¿Responsables? Aquellos que obtienen algún beneficio del sensacionalismo y falta de rigor.
No es de recibo escondernos tras las siglas del CC y el CG, hacer caja de ello y olvidarnos del día a día en el que todos, absolutamente todos, tenemos nuestra responsabilidad.
Resulta curioso comprobar cómo profesionales de la defensa de los ecosistemas hablan de luchar contra el CC cuando deberían hablar de defensa del medioambiente que es el lugar en el cual trabajan.
¡¡¡Trabajemos en la defensa medioambiental del planeta!!!.
No sé, tal vez ignoremos la capacidad de regeneración de La Tierra o no; pero a veces pienso que estamos más cercanos de autoextinguirnos como especie mientras ella, regenerada y con una sonrisa susurra plácidamente: “qué bobos eran estos humanos”.

Emilio Pacios.

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