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Vargas Llosa: “Los países tienen la literatura que se merecen”

  • Entrevista al Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa sobre el también escritor Gabriel García Márquez durante los cursos de verano de la Complutense que se han celebrado en el Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial del 26 de junio al 21 de julio.

En la serranía de Madrid las nubes se tornaron oscuras escondiendo la aguja del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, un rugido sobrecogedor preludio del aguacero estival sorprendía a los veraneantes, mientras los lugareños auguraban dos meses de tormentas. La convocatoria de los veranos de la Complutense se traslada de la arena pisoteada de conciertos del Parque de la Bolera a los muros centenarios de la Casa de la Compañía, actual Universidad María Cristina. El premio Nobel 2010 hace una entrada discreta descendiendo por el pasillo lateral hasta el estrado ante un selecto público expectante en el Aula Magna. El entrevistador bromea sobre el espectacular diluvio y los asistentes nos congratulamos recogidos en nuestros asientos. Un premio Nobel habla de otro premio Nobel y de todos ellos los escritores latinoamericanos con cariño y nostalgia, también con ilusión de un presente mejor, un futuro prometedor, porque “en América Latina hay más razones para el optimismo que para el pesimismo, la solución no son los cuarteles ni son las utopías socialistas”, “es el camino de la democracia”, exalta la libertad de los regímenes democráticos hasta tropezar con la corrupción la cual califica como “un cáncer que se puede dominar”. Ataca severamente las dictaduras y recuerda la época cuando los dictadores lideraban los estados en América Latina, vuelve al presente y se resiente sin embargo de la pobreza reinante. “No podemos seguir los modelos de China, Cuba, ¡Venezuela!” Un gesto de protesta algo cómico desata las risas del público y ahoga una amarga realidad, lo que sería un discurso político.
“Creo que los países tienen la literatura que se merecen”, “si tenemos la literatura pobre y sin imaginación, hay que seguir leyendo, escribiendo.”
Ataviado con un elegante traje a medida marengo, camisa blanca y corbata oscura punteada de reflejos grises se explaya cómodamente respondiendo con serenidad a su amigo entrevistador Carlos Granés, ensayista estudioso del escritor, acerca de su relación con García Márquez y la escritura de ambos. Y así comienza la entrevista:
“¿Similitudes? Sí, de lecturas.” En Francia la anglosajona, inglesa; lecturas de Faulkner, con la técnica moderna; entonces los dos descubrirían que eran latinoamericanos, un concepto que entonces no existía, “patria común”.
“Es a partir de la Revolución Cubana cuando el mundo se fija en Latinoamérica”.
Hablan del caso Padilla, una de las muchas encerronas castristas contra la libertad y la libertad del poeta que provocó la ira de los escritores del ‘Boom’. “Gabo era fiel a los ideales de la revolución, Vargas Llosa se refiere al amigo al camarada que fue, por su nombre de pila. “Yo soy menos optimista que García Márquez” confiesa, “era mejor para un escritor estar con Cuba que en contra”. Continúa recordando los viajes de García Márquez a Berlín de los que hablaba desde el escepticismo más profundo, “él había tenido una formación de izquierdas, normal en esos países”, tiene al público en un puño, Granés le deja hablar. “La izquierda es la que tiene el control de la vida cultural… en todo el mundo”, algunos de los asistentes se revuelven en su asiento. Prosigue hablando de la izquierda sectaria y dogmática de entonces, “eso le había permitido crecer”. “Éramos pocos pero bien sectarios, decía un amigo escritor” ríe con el público. “Fidel es sus primeros discursos: socialismo y no comunismo, el proceso en Cuba era invisible al mundo, García Márquez no lo dice pero el desencanto todos lo percibían, el mito de la revolución y la verdadera revolución –antes del caso Padilla–”. Se reafirma en la idea de una Cuba socialista que pudo haber impulsado y propagado el socialismo como “el ariete de América Latina”.
“A mí me deslumbró Cien Años de Soledad”, por fin la gran obra comentada por el autor del ensayo: Historia de un Deicidio, historia que transforma la realidad en la ficción que al autor le interesa, inventa un mundo imaginario que ‘mata’ al de la creación divina: un deicidio. “Magnífica, extraordinaria”, se deshace en epítetos inequívocos de admiración que la audiencia aplaude en silencio. Tras leerla su reacción no se hizo esperar, en su artículo El Amadís en América, realiza una exaltación de la obra desde el enfoque de un Quijote, ríe abiertamente por su afición a las novelas de caballerías, el cabalgar de los caballeros por un mundo imaginario, la realidad irreal de Macondo, todos evocamos el fantástico pueblo y la saga de los Buendía, una novela cargada de “detalles para un lector culto y refinado o un lector elemental”, incita a releer Cien Años de Soledad.
“Historia de un Deicidio, ¿la leyó García Márquez?” Pregunta Granés como lector que es. “Sí, la leyó en un viaje a Londres, tenía –el libro– lleno de anotaciones y me dijo que me las daría, ¡no lo hizo!”, menea la cabeza y se escucha un murmullo alegre en la sala. “Los datos biográficos sí me los dio y yo le creí.” Recuerda las palabras con su padre, “Oiga, ¿usted por qué le ha cambiado la edad a Gabriel?” Se había quitado un año, lo cual era absurdo para Mario Vargas Llosa, “se lo comenté se puso muy violento y cambié de tema”.
“García Márquez era divertido, no funcionaba como un intelectual, se explicaba bien, él no estaba en condiciones de explicar el enorme talento a la hora de escribir. Instinto, pálpitos…” Rebusca las palabras al describir el estilo personalísimo del escritor, “esa disposición para acertar tanto”. “Él no era consciente a la hora de componer sus historias. Miraba muy a distancia a Octavio Paz por ejemplo, alguien que pensaba siempre, alguien que era la antípoda.” Mil trescientas cuartillas salieron a la luz tras cinco, dieciocho, cien meses de encierro, Cien Años de Soledad se publica en 1967, “veinte mil ejemplares en pocas semanas, y una crítica unánimemente entusiasta, confirmaron lo que habían proclamado los primeros lectores del manuscrito: que la más alta creación literaria de los últimos años acababa de nacer”, escribe en el artículo Vargas Llosa. Sentado en el estrado levanta la mano derecha y entorna levemente los ojos, “una prosa que convertía atractivo lo feo”. Relata la época floreciente en las letras de una América Latina convulsa, devastada por los dictadores, las guerrillas, la pobreza de los años cincuenta y sesenta. “La gran literatura se alimenta más de la mugre que de la belleza”.
El entrevistador enlaza con la novela del dictador, subgénero narrativo que arranca del ‘Boom’ de la década entre 1960 y 1970. “No me gustó”, declara tajante, “parecía una caricatura como a si mismo, el lenguaje era muy distinto, no era una prosa que le diera verosimilitud”. Sin embargo le fascinaban los hombres poderosos, de forma literaria y vital, “le habrían gustado el Chapo Guzmán, el traficante Escobar…”
“¿Se le recuerda sólo con Cien Años de Soledad?” Granés regresa a la obra maestra, “es imposible saber los factores que intervienen en las modas, puede haber épocas que quede dormida y después resucitada. Es el caso de un Borges, periodos que en algún momento va a tocar la fibra de cualquier lector”.
En cuanto al “encontronazo”, el entrevistador sonríe con la única pregunta personal inevitable de Vargas Llosa que la mayoría de los presentes creen conocer, un puñetazo y palabras de ruptura de una amistad entre dos grandes, “estamos entrando en terrenos peligrosos,” sonríe a su vez, “creo que deberíamos finalizar esta conversación”, estallan las risas entre el público. Probablemente la historia real la compartan sólo dos o tres, sus protagonistas, y a nadie más interesa con el fallecimiento del Premio Nobel 1982.
“Su muerte, ¿cómo la vivió?” -“Como la muerte de otros. América Latina no era ya la América de los charros, bandidos… Los escritores se leen en Italia, Inglaterra.” Antes de la ovación sonora de las palmas de los asistentes, declara con nostalgia, “ver que soy el último de esos escritores latinoamericanos… La vida es así y así es la vida”.

Cristina Eguíluz Casanovas.

Una Respuesta para “Vargas Llosa: “Los países tienen la literatura que se merecen””

  1. NO SABER DE LETRA
    A mi padre

    Múltiples veces le oí
    en soliloquio a mi padre,
    más le oía hasta mi madre
    cuando se expresaba así:

    “Como a la escuela no fui,
    no sé leer ni escribir,
    bueno solo en el servir
    a la tierra en que nací”.

    “Cuando tengo que firmar
    mis angustias son de muerte,
    y trazo la firma fuerte
    y así se pueda notar”.

    Tiempos de desigualdad,
    de pobrezas absolutas,
    controvertidas disputas,
    si no hay pan ni libertad.

    ¡Cuánto talento perdido
    se pierde por la incultura,
    y cuánto hambre por la usura
    de un mundo mal repartido!

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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