
Se clausuró con éxito el día de San Isidro la VI Feria de Santa María de la Alameda.
Han sido dos días repletos de actividades, que han permitido a las familias perderse en el Mirador de la Sierra, a la vez que conocer un poco más las costumbres y productos excepcionales de esta localidad, de la mano de comerciantes y ganaderos.
Los niños han disfrutado actividades divertidas y educativas; desde el Ayuntamiento están “convencidos de que no olvidarán su experiencia con los burritos de Casimiro ni las espectaculares aves de nuestro cetrero Guillermo Santalla”. Además de los ejemplares aportados por los ganaderos, que supone una oportunidad única de ver el ganado tan de cerca.
La alcaldesa, Begoña García añadía que “a todos los que no han podido venir en esta ocasión, les recordamos que pueden consultar nuestra página para informarse tanto sobre los eventos programados como también sobre los recursos locales, y como no, sobre senderos y parajes recónditos deseosos de ser transitados”.
LA ANTIGUA FERIA DEL GANADO EN CENICIENTOS
Un gentío abigarrado,
mulas, vacas y borricos,
hombres grandes, niños chicos,
y un calor anticipado.
Gran concurrencia en los prados,
gentes venidas de fuera
vigilando la Ladera
a multitud de feriados.
Copresidiendo las Peñas,
los acuerdos y los tratos
y los ropajes baratos
con antiguas estameñas.
Los chalanes con blusones
y gitanos con patillas
y gitanas amarillas
pronostican bendiciones.
Con puestos chamarileros
y olor de moñigo y bosta
y una voz que adrede imposta
uno que vende sombreros.
Con las alforjas mendigos,
husmeando que se pierde,
entre lo reseco verde
eran de todo testigos.
Los charlatanes vendiendo
hojas de afeitar y peines,
y calcetines de empeines
a un ritmo loco ofreciendo.
Y al comediar la mañana
comenzaba el regateo,
“¡este borrico es muy feo!”,
comentaba una gitana.
Aparece el patriarca,
los dedos en el chaleco,
patilludo y negro, enteco,
rodeado de su jarca.
Y atusándose el bigote
con el nudo del bastón
le pega un buen coscorrón
y la gitana huye al trote.
Con borricos matalones
las mulas de gran alzada
con la gente harto animada
y abundancia de mirones.
Saber palpar a las mulas
entre las patas las mamas,
infértiles cual las gramas
donde a los surcos ondulas.
Y mirarles la bocaza
observando bien los dientes,
estudiando sus mordientes
y los años que atenaza.
En borricos mataduras
y estudiarles el pelaje
y ver bien el andamiaje
igual en las comisuras.
Y las rumiadoras vacas
se encontraban más lejanas,
con sus cencerros campanas
badajo de unas estacas.
Después los tratos cerraban
con apretones de manos,
preludios de los veranos
vacaciones que empezaban.
Se intercambiaban cigarros
y sendas botas de vino,
y emprendían el camino
a pie o en mulas o en carros.
Y los muchachos coruchos
con ojos maravillados
veíamos asombrados
fajos de dinero muchos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho