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Un problema por resolver: el informe PISA publicado el pasado 5 de diciembre arroja resultados catastróficos

El último informe PISA nos ha puesto de frente con uno de los atolladeros más graves a los que nos enfrentamos en los últimos tiempos: nuestra comprensión lectora es terrible, está por debajo de la media de la OCDE y la UE, y ha obtenido el segundo peor resultado histórico desde que se miden las tres destrezas educativas fundamentales: matemáticas, comprensión lectora y ciencias.
Tener una baja comprensión lectora implica que nuestros adolescentes (este test se mide entre alumnado de 15 y 16 años) tengan dificultades en todos los ámbitos académicos y sociales. No entender bien un enunciado provoca que un problema se haga mal, no entender bien un escrito cualquiera puede provocar que cualquier asunto, público o privado, se haga mal desde su punto de partida. Tener una comprensión lectora baja es sinónimo de un mundo mucho más pobre.
Es cierto que es una tendencia mundial; de los 80 países que participan en esta prueba, el rendimiento medio en el ámbito lector ha caído 10 puntos, el equivalente a medio año lectivo, en los países más desarrollados. Hay quienes señalan a la pandemia, a las prisas de nuestra sociedad actual o al desarrollo de la telefonía móvil como culpables. Sea como fuere, leemos menos, leemos peor y, por encima de todo, no entendemos bien lo que leemos. Y ese es un problema gravísimo para cualquier sociedad.
En el ámbito educativo siempre ha existido una especie de lucha entre las ciencias y las letras. Pero hay algo seguro: si no se lee correctamente, si no se entiende lo que se lee, ¿quién puede formular una hipótesis correctamente? ¿Quién podrá resolver bien cualquier tipo de problema? ¿Quién entenderá lo que precisamos comprender? Necesitamos medidas urgentes porque, para poder avanzar como sociedad, necesitamos buenos y grandes lectores.

Dar a los libros la importancia que merecen
Los libros son importantes para nuestro día a día; existen toda una suerte de conexiones neuronales que se desarrollan con la lectura y con la escritura. Sin embargo, le damos poca importancia a eso de leer; en ocasiones, incluso menospreciamos a quienes dedican su tiempo libre a hacerlo. No es raro atender a una conversación entre familias en las que alguien protesta por encontrar una obligación aterradora la de enfrentarse a un libro cualquiera o por pensar que comprar un libro es un gasto superfluo y fuera de toda necesidad.
Necesitamos reivindicar la lectura, en cualquiera de sus formatos: en papel, en digital, en cualquiera de sus géneros. Pero hay una cosa por encima de todo: tenemos que darle al libro el papel y el valor que merece, tenemos que otorgar a la lectura la importancia que tiene para todos nosotros. Leer es conocer, es mirar más allá, es sentir lo que otros sienten, es comprender el mundo bajo el punto de vista de los demás.
A nivel cognitivo, la lectura es muy importante, pero también a nivel sensorial y emocional. Es una manera de experimentar sensaciones y sentimientos, es un avance bastante plausible de lo que podremos encontrarnos en un futuro más o menos cercano. Y, además, es importante que leamos; solo así podremos entender correctamente lo que otros nos quieran contar.
Un buen amigo siempre dice: ‘Que nadie escucha lo que otro pronuncia, sino lo que quiere escuchar que el otro ha pronunciado’. Si existe una mala comprensión lectora, ¿qué evita que entendamos mensajes equivocados? ¿Cómo podemos reforzarla frente a las mentiras y a las falsedades a las que nos enfrentamos día a día?
Leer también sirve para eso, para prevenir la mentira y la manipulación a la que se nos intenta someter diariamente, cada vez con más ahínco y desvergüenza.

Esta Navidad, pide un libro
Todo este largo preámbulo sirve para un deseo navideño: que hagamos que nuestras familias pidan, por lo menos, un libro en sus cartas de regalos durante esta Navidad. Solo uno. No es un afán vendedor ni recaudador, ni siquiera corporativista. Es una petición que pretende que el libro sea un objeto preciado en nuestras casas, que disponga de un lugar privilegiado en nuestro tiempo libre, que se convierta en una de esas peticiones anuales más ansiadas y que, finalmente, nos ayude a que nuestra derrotada comprensión lectora se levante del suelo y sea cada día más fuerte y firme.
Tenemos que hacer que la lectura, que el libro, que el hecho de leer sea cada vez más importante; solo así tendremos una sociedad que entienda lo que quiere aprender y podremos disfrutar de un futuro mucho más brillante de lo que indican los últimos datos obtenidos.

Javier Fernández Jiménez.

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