- La destrucción del muro pondría en peligro el hábitat de varias especies y la utilización del agua embalsada en caso de incendio.
- Se construyeron unas casas aguas abajo que hoy constituyen un grave peligro para vidas humanas.
Transcurrían los años 60 cuando Cenicientos albergaba la posibilidad de una vida mejor enganchado al carro de avances como la construcción e inauguración de una piscina municipal en la zona de Los Caños.
Sus paisajes, orografía, ecosistemas, clima y meteorología hacían prever un futuro ilusionante y prometedor en este rincón del suroeste de la Comunidad de Madrid.
Pero el clima de la región mediterránea, implacable con las sequías estivales que en muchas ocasiones se prolongaban a otras épocas del año, junto con los cambios de hábitos en el consumo de agua (generalización en la introducción de agua potable y sanitaria en las casas), trajo consigo, aún en la década de los 60, restricciones de agua a los vecinos. Era lo que se denominaba “alerta roja”. Se agravó en los años 70, principalmente en verano, y el pueblo acabó resintiéndose mientras observaba cómo avanzaban otros pueblos cercanos sin este problema.
Se hizo necesario abastecer al pueblo con cisternas de agua de las que había que estar pendientes todos los días para llenar cántaros, cubos, calderos, bidones, garrafas y todo recipiente que pudiera contener agua para uso doméstico e higiénico. En estas circunstancias no resultaba cómodo ir a Cenicientos.
Resulta paradójico que sea un lugar con abundantes precipitaciones puesto que en zonas altas del término se llegan a medias de 1.000 litros anuales. Bien porque las administraciones no supieran, no quisieran o no dieran en la tecla correcta y tras varias opciones fallidas se decidió la construcción de una pequeña presa en la zona de La Alberca que en principio surtiría de agua a Cenicientos, Cadalso de los Vidrios y Rozas de Puerto Real. Esas eran las previsiones. La realidad es que nunca llegó a finalizarse la construcción de ese embalse.
Aún recuerdan los vecinos el cartel que informaba de la fecha de inicio en 1970 y de finalización en 1972. Unos años más tarde, en 1975, se aprobó un incremento económico para su finalización pero esto nunca llegó a suceder.
Quedó una pequeña presa a medio construir de la cual se fueron olvidando las administraciones competentes sumiéndose en el abandono y el deterioro. Paralelamente, y no sabemos con qué criterio racional o de un mínimo sentido común, se construyeron unas casas aguas abajo del muro que hoy constituyen un grave peligro para vidas humanas. Además, el cauce atraviesa la principal vía de acceso a Cenicientos, la carretera M-507.
La presa ha servido como hábitat natural en el que se han afianzado especies de anfibios, murciélagos protegidos en sus galerías, determinadas aves y un sinfín de peces, mamíferos y micro mamíferos.
Igualmente, en un lugar con un potencial de vegetación muy abundante en cantidad y variedad por su localismo orográfico y climatológico, el peligro de incendios forestales es tan extremo que se han sucedido varios fuegos en la zona en las últimas décadas. Por ello es de una utilidad inestimable para que los helicópteros y otros medios se abastezcan de agua y tratar de evitar que el incendio se extienda.
Pero la primavera pasada, allá por febrero y marzo, la presa comenzó a perder agua por diferentes lugares del muro. Avisado el Gobierno Local, este, a través de su regidora, se puso en contacto con las diferentes administraciones (Confederación del Tajo y Comunidad de Madrid). En un principio se pasaban la responsabilidad de una a otra. Pero a través de la insistencia de la alcladesa hoy ya sabemos que pertenece a la CAM y su Consejería de Presidencia.
La Confederación ha dado cuenta de los desperfectos a la Comunidad de Madrid, esperando la pronta resolución en un plazo de dos meses.
Estimamos que la destrucción total de la presa sería inadecuada cuando con un rebaje de la altura del muro se entraría en los metros legales para evitar peligros humanos y serviría para seguir manteniendo un punto de agua de cara a los incendios forestales, conservando, además, las galerías en las que habitan especies de murciélagos protegidos.
Emilio Pacios.