La noticia saltó durante este verano, un grupo de violeros comandado por Jesús Reolid, vecino de Pelayos de la Presa, había tenido la descabellada y mágica idea de crear en madera una serie de instrumentos musicales tallados en la piedra del pórtico norte de la Colegiata Santa María la Mayor, de Toro (Zamora), instrumentos de los que no había plano alguno, tan extraños que parecen irreales en algunos casos y que datan del Siglo XII, instrumentos que, gracias al cónclave formado por Jesús, son una realidad, como se supo en toda España hace unos meses.

Y si los instrumentos son en sí una auténtica joya, disfrutar de su sonido y de su visión en un enclave tan mágico como la torre del Monasterio Santa María la Real de Valdeiglesias es algo que parece de cuento. El pasado fin de semana del 3 y el 4 de diciembre Jesús Reolid expuso sus instrumentos en el rincón más adecuado para ello, si dejamos de lado la propia Colegiata de Toro, un auténtico monasterio cisterciense procedente de la época de la que datan los instrumentos recreados.

Una muestra que trajo a Pelayos de la Presa a una buena cantidad de aficionados a la música y al arte de los violeros, a amantes de la cultura, a músicos profesionales y a meros curiosos, llegados de diversos municipios de la Sierra Oeste de Madrid, aunque también de otros rincones de la comunidad madrileña e incluso de Asturias y Guadalajara.

Jesús no solo expuso los instrumentos recreados, además ofreció toda serie de explicaciones y comentarios sobre su oficio, así como una recreación de su propio taller de trabajo, con planos, utensilios e instrumentos inacabados. No solo se pudieron escuchar las explicaciones ofrecidas y el murmullo asombrado de los visitantes, además hubo quien tuvo la suerte de disfrutar del sonido ofrecido por algunos de los instrumentos gracias al propio Jesús o incluso a algunos de los músicos profesionales que llegaron hasta Pelayos.

En la exposición “De la piedra a la madera” pudimos sorprendernos y disfrutar de la Viola Oval, el enigmático y maravilloso Organistrum, la Cítola, el Salterio y el Rabel, todos con un acabado y una presencia visual de lo más atrayente y todos sonando a la perfección, porque ese es uno de los secretos más mágicos de esta exposición y este proyecto que ha devuelto a la vida instrumentos desaparecidos y que, gracias a la labor de Jesús Reolid y al equipo de violeros que le acompaña en esta aventura, ahora podemos escuchar y disfrutar como si nunca hubiesen dejado de fabricarse.