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Fernando Grande Marlaska, juez de la Audiencia Nacional

Fernando Grande Marlaska es un conocido juez español. Hasta el 30 de junio de 2006 ejerció en el Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, sustituyendo provisionalmente a su titular, el juez Baltasar Garzón. El 23 de febrero de 2012 fue elegido como presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. En esta entrevista nos explica su modo de entender la justicia y habla abiertamente de su condición de homosexual y de sus aficiones personales.

Sergio García

Psicólogo

Desde su punto de vista, ¿qué aspectos funcionan bien en la Audiencia Nacional y cuáles podrían mejorarse?

Bastantes cosas funcionan bien en la Audiencia Nacional, refiriéndome a la Sala de lo Penal, que tal vez es lo más conocido ya que también tiene competencias en lo Contencioso Administrativo y en lo Social, es un órgano judicial especializado en la lucha contra la criminalidad organizada, como es el terrorismo, el narcotráfico, la corrupción, etc., teniendo una actuación muy importante en la lucha contra la misma. Estoy seguro de que hay errores, pero estos son propios de toda actividad profesional, lo importante es que estos sean los mínimos y que puedan ser corregidos por órganos superiores. Lo sustancial es que la Audiencia Nacional materialice lo que llamamos el Ideal de Justicia, y esto es así en un alto porcentaje de resoluciones.

¿Le ha cambiado el carácter por tener la responsabilidad de tomar decisiones tan trascendentales para la vida pública del país?

Depende de cómo te tomes tu trabajo. Yo llevo en la carrera judicial 24 años, y me lo planteo con la suficiente seriedad y siendo muy consciente de que nuestra función es la de ejercer y materializar la justicia que nos demanda la ciudadanía, independientemente de donde estemos, sea la Audiencia Nacional o cualquier otro puesto. Mi conciencia es la misma ahora que cuando entré hace 24 años en un órgano judicial de pueblos, sabiendo siempre que los asuntos que tenía entre mis manos afectaban a ciudadanos, los cuales plantean una serie de pretensiones ante ti y tienes que resolverlas conforme a derecho y generando justicia.

Su trabajo, como parte del engranaje de la justicia, es resolver con el derecho en la mano.

Es un trabajo que no es sencillo. Primero tienes que saber si un supuesto de hecho al que aplicar una norma, lo puedes dar por acreditado conforme a las pruebas que se realicen. Después, que esas pruebas se realicen de una forma legal dentro del proceso. Posteriormente debes determinar en qué norma integras ese supuesto de hecho, lo que algunas veces no es fácil. Y, por último, debes interpretar esa norma. Nuestro trabajo en la Audiencia es altamente especializado.

En alguna entrevista ha dicho que más que jueces populares había casos populares y de interés, sin embargo, su figura tiene más popularidad que la de otros compañeros de la Audiencia Nacional.

Quizás sea porque en unos momentos históricos concretos he tenido que resolver unos asuntos que han generado mayor interés público que otros, pero no creo que haya otras razones distintas a estas circunstancias.

¿Siente la presión mediática en estos asuntos?

No, aunque por supuesto no vives en una burbuja, eres consciente de que hay una mayor preocupación social, preocupación que se traslada a los medios de comunicación, que son los encargados de generar una opinión pública libre e informada y que pueden realizar una crítica libre dentro de un estado de derecho. Esto, para lo único que te puede servir, es para tener todavía más claro cuál es tu función. Dejarte influir por los medios de comunicación en una resolución sería algo patológico.

¿Siempre tuvo claro que quería ser juez?

No lo tuve claro siempre, se podría decir que fue una decisión de última hora. Me acuerdo que yo comencé trabajando en el ámbito empresarial como  abogado economista y ahí es donde, sin ninguna razón objetiva, me di cuenta de que no me sentía cómodo. En ese momento reflexioné hacia donde quería que fuese mi vida y rápidamente salió el mundo de la judicatura.

En 2003 dejó el País Vasco y vino a Madrid con un puesto funcional inferior al que tenía, ¿qué le hizo tomar esta decisión?

Vine a un puesto que tenía mayores servidumbres que el que tenía. Llegó un momento en mi vida que debía decidir si quería seguir viviendo allí en las condiciones que vivía. Es muy duro decirlo, pero en aquel momento, debido al terrorismo, en el País Vasco no se vivía con la libertad que yo consideraba como necesaria, la libertad de manifestar lo que uno deseara sin estar midiendo las palabras previamente, siendo políticamente correcto. Esa atmosfera, con todo el respeto para la gente, era algo que no me gustaba. No era un miedo a mi integridad física, lo que me preocupaba era esa limitación en mi libertad de manifestación que se vivía en mi tierra.

Usted es de las figuras públicas que ha apoyado el movimiento gay y ha participado en una campaña sobre el uso del preservativo. ¿Siempre tuvo clara su orientación sexual? ¿Cree que puede ayudar al movimiento LGTB?

Desde que tuve conciencia de mi sexualidad siempre lo tuve claro. En qué puedo ayudar no lo sé, en todo caso son otros los afectados de sufrir o haber sufrido algún tipo de discriminación en el ámbito social, laboral o familiar. Es importante que personas que tienen la misma orientación sexual den la cara y manifiesten públicamente que también lo son. En campañas como la del preservativo es necesario potenciar su uso para luchar contra las enfermedades de transmisión sexual. La gente debe tomar conciencia de que por ejemplo el SIDA, que ya no es una enfermedad mortal per se, es una enfermedad crónica con importantes elementos de discapacidad. Esa prevención se debe de hacer por uno mismo y por la dignidad de la otra persona con la que se practique sexo.

¿Su familia aceptó su homosexualidad?

Mi familia no lo entendió en un primer momento, hubo un rechazo y una no comunicación que duró cerca de seis años, pero tuve que dejar las cosas claras, ya que quería vivir en libertad, manifestarme tal y como era ante mi familia, ante mi entorno laboral, es decir, allí donde yo interactuó como persona. Existe un miedo en la familia a una no aceptación social, al qué dirán los demás. Esta experiencia directa me ha llevado a pensar que si mi testimonio puede ayudar a alguien en la misma situación o que esté pasando por lo mismo, pues bienvenido sea.

¿Qué evolución jurídica ha existido en relación a la homosexualidad?

Podríamos decir que la evolución ha sido de vértigo. Por ejemplo, en 1979, promulgada la Constitución con todas las amnistías que conllevó, todavía estaba vigente la ley de Rehabilitación y Peligrosidad Social, que fue la sucesora de la ley de Vagos y Maleantes, y en ella a una persona por su orientación sexual ya se la consideraba en “estado peligroso” y, como tal, se la podía internar en centros de rehabilitación. Hasta hace muy poco tiempo mucha gente sufrió una persecución legal por su orientación sexual y en cuanto al reconocimiento de derechos efectivos podríamos decir que fue antes de ayer, la mayoría se han dado durante este siglo XXI. Pese a estos derechos, una cosa es la legalidad formal que establece la ley y otra cosa es el día a día en la calle, y en este ámbito todavía queda un desarrollo importante hasta poder decir que no existe ningún tipo de discriminación social. Existen estudios que demuestran como todavía hay muchos problemas en el trabajo, con los amigos o con la familia para decir que eres homosexual o lesbiana.

¿Qué espera del futuro?

Según vas cumpliendo años, lo único que espero es ser capaz de seguir creciendo como persona. Hay una frase que me gusta mucho que dice: “lo único que espero ya es que la hora de la verdad me llegue antes que la de la muerte”, me parece lo más sabio que se puede esperar aunque no creo que ocurra. En lo demás no soy pesimista, pero no confío en muchas cosas más.

¿Cuáles son los libros de cabecera del juez Marlaska?

Hago mucha relectura de libros que leí hace 20 años, sobre todo clásicos rusos como Tolstoi, de Dostoievski. Me parecen muy actuales, hacen un estudio tan claro y clarificador de la sociedad rusa del siglo XIX, pero que tiene todo su sentido también ahora. La sociedad de los intereses ha cambiado muy poco, con lo que ayudan a interpretar nuestra propia realidad. También he descubierto a otros como Shakespeare y sus tragedias, Hamlet es totalmente actual, es el hombre que duda en todo momento, que duda hasta el final, que sabe que se tiene que vengar pero no sabe si es correcto o no.

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