
- Varios Ayuntamientos de la zona oeste y agricultores han dado un paso más en el proyecto de recuperación del garbanzo madrileño.
Varios Ayuntamientos de la zona oeste y agricultores han dado un paso más en el proyecto de recuperación del garbanzo madrileño, variedad autóctona tradicionalmente cultivada en la zona oeste de Madrid. Los Ayuntamientos de Brunete, Sevilla la Nueva, Quijorna y Villamantilla, junto a agricultores de una decena de municipios de la comarca, acaban de crear la asociación de productores y promotores del garbanzo madrileño de la zona oeste “La Garbancera Madrileña”. La Asociación tiene como sede el municipio de Brunete. Este año ya hay comprometidas más de 130 hectáreas de cultivo de este producto en diferentes pueblos de la comarca.
El alcalde de Brunete, Borja Gutiérrez, explica que “la creación de esta asociación culmina un proceso que iniciamos hace un año con el objetivo de recuperar el cultivo del garbanzo madrileño, autóctono de nuestra zona. Un proyecto en el que hemos contado con la fundamental ayuda del Instituto Madrileño para el Desarrollo Agrario (IMIDRA) y en el que hemos logrado involucrar, por el momento, a varios Ayuntamientos y casi una veintena de agricultores. Entre todos, hemos logrado crear esta asociación que no sólo sentará las bases de las técnicas y procesos de cultivo del garbanzo madrileño, sino que ayudará a crear más empleo rural, impulsar el desarrollo agrícola sostenible en nuestra comarca y dinamizar el turismo asociado al garbanzo y la gastronomía”.
La asociación tiene como fines la recuperación de la variedad tradicional del garbanzo madrileño, su promoción y comercialización y la creación de una marca de calidad distintiva. Junto a ello, se crearán protocolos de cultivo que determinen las variedades de garbanzo a sembrar, las técnicas de cultivo y la calidad intrínseca a producir. También promover la investigación para mejorar las técnicas de cultivo, aumentar su rendimiento y mejorar la calidad del producto final. Todo ello para promocionar el desarrollo rural, el turismo asociado a la gastronomía y ayudar a otros agricultores a seguir fomentando el empleo rural en torno a un desarrollo agrícola sostenible.
Junto a ello, los Ayuntamientos y agricultores asociados en “La Garbancera Madrileña” acometerán actividades como crear un mes al año dedicado al garbanzo en los municipios adheridos, firmar convenios con asociaciones de hosteleros y otras entidades para su consumo y comercialización a nivel autonómico y nacional, crear un reglamento interno, con normas de comercialización, facturación, precios y requisitos legales que permitan el uso de la marca de calidad, u organizar actividades socioculturales para la difusión de los valores especiales de este producto tales como seminarios, estudios o conferencias.
El ámbito territorial de actuación de “La Garbancera Madrileña” serán los términos municipales de Brunete, Navalcarnero, Sevilla la Nueva, Villaviciosa de Odón, Boadilla del Monte, Villanueva de Perales, Villamantilla, Villamanta, Quijorna, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo, Valdemorillo y Colmenar del Arroyo. Muchos de los agricultores asociados pertenecen a alguno de estos municipios.
EL COCIDO DE LAS CORUCHAS DE ANTES
EN LAS CASAS DE ENTONCES
¡Dedicado a las mujeres de Cenicientos!
A la pared apilado
del hueco de chimenea,
tiro donde el fuego humea
con estiércol tapizado.
A continuación la leña
cortada por el podón,
le marcaba el diapasón
al lar que de allí se adueña.
De barro eran los pucheros
y de herrajes los morillos,
chisporroteo de brillos
de los guisos corucheros.
Los garbanzos los dejaban
en agua toda la noche,
y eran colofón y broche
al que después cocinaban.
Le ponían la morcilla,
un tomate y el tocino,
y de la tierra era el vino
y de arcilla la vajilla.
Del huerto la yerbabuena
e ingredientes de matanza,
en mágica mezcolanza
de concomitancia plena.
Vigilaban la cocción
y que el agua no faltara,
y espuma borbolleara
en perfecta conjunción.
Y el aroma se expandía
y la casa la inundaba,
y por la puerta asomaba
y Cenicientos lo olía.
Judía verde o repollo
dependiendo de estación,
siempre buena ocasión
de acompañarle con pollo.
Y faenando en los campos
en la lumbre de sarmientos,
se elevaban cocimientos
que degustaban los lampos.
Cuando hacían un recado
la casa abierta dejaban,
y a la vecina encargaban
al cocido echar mirado.
Y cubriendo el año entero
las coruchas al cocido,
daban nombre y apellido
que era atizar el puchero.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA CASA DE ADOBE
La casa humilde de adobe
y de tierra apisonada
por el permanente sobe
de los años de morada.
Casa venida de herencias
de los parientes lejanos,
habitando sus presencias
al alcance de las manos.
Casa estrecha y alargada
con bombilla en la cocina,
alumbrando fragmentada
oculta por una esquina.
Con un contador chicharra
durante el día apagado,
dando de noche tabarra
al ánimo sosegado.
La cuadra visible al fondo,
la mula cara asomada,
integrada en lo más hondo
con la familia soñada.
Paredes enjalbegadas
con la cal acostumbrada
en las antiguas posadas
de una vida reposada.
Los bajos y las alturas
con ocres se perfilaban,
asombro de las criaturas
que absortos todo miraban.
Sobre el suelo se extendía
de las vacas la boñiga,
con un olor aquel día
lejos del olor a espiga.
El techo era de madera
separador del doblado,
donde estaba la pajera
con el grano acumulado.
De negro la chimenea
con los troncos chispeantes,
y llama que parpadea
pucheros regocijantes.
Nuestras madres hacendosas
cubiertas con sus mandiles,
de aquellas casas las rosas
y aceite de sus candiles.
Y cuando el viento que brama
por rendijas se filtraba,
nos calentaban la cama
con ascuas que el tronco daba.
De adobe la construcción
del pobre que el pan amasa,
con la mayor emoción
os he descrito mi casa.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho