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Por un museo regional sobre el Cister en el Monasterio Santa María de Valdeiglesias

Los trabajos de consolidación y restauración del monasterio de Santa María de Valdeiglesias, en Pelayos de la Presa, han entrado en una fase más dinámica que permiten vislumbrar que el complejo monástico está mejor protegido y pudiendo tener zonas visitables más amplias que en la actualidad. El desescombro y consolidación de las paredes de la nave de la iglesia, cuando concluyan los trabajos realizados por la Comunidad de Madrid, permitirán al futuro visitante entender mejor cómo era la iglesia del monasterio. Además ahora se realizan con fondos comunitarios la restauración de la chimenea, situada en el ala sureste, en la zona de la cocina monacal. Para los amantes y defensores de este monasterio, único en el estilo cisterciense de la Comunidad de Madrid y tantos años olvidado y expoliado, es un motivo de satisfacción ver estas mejoras. Y creemos, además desde la asociación cultural Alberche-Albirka (alberchealbirka.wordpress.com), que es momento de contemplar la posibilidad de crear un Museo sobre el Cister en la Comunidad de Madrid, que utilice nuestro monasterio (claustro, nave de la iglesia) como espacio museístico. Sería, además de una reparación histórica consigo mismo (frente a los reiterados agravios al propio monasterio), una pieza fundamental para dinamizar la comarca de Sierra Oeste con un turismo de calidad e interés histórico-artístico.
Hace poco más de tres años el monasterio dispone de visitas guiadas, un anhelo defendido por la asociación cultural Alberche-Albirka desde su fundación hace casi veinte años. Pero han sido especialmente el empuje y la determinación de Ana Muñoz, presidenta de la Fundación Santa María la Real de Valdeiglesias, los que hicieron posible que ese anhelo, también soñado por su tío Mariano García Benito, fuese posible. En la actualidad, existen visitas mensuales organizadas por el Ayuntamiento de Pelayos y la fundación. Ha sido, sin duda, un avance. Igualmente las obras de consolidación y restauración llevadas a cabo por la Comunidad de Madrid en diferentes fases han evitado el deterioro monástico y, después, su mejora aunque no cabe olvidar que estamos hablando de un complejo en semirruinas.
Por todo ello, es el momento de dar un paso más. El monasterio de Valdeiglesias es una joya arquitectónica de gran valor histórico (ver Tumbo de Valdeiglesias, en ‘bibliotecadigital.rah.es’; un documento de especial importancia, abierto a su conocimiento general gracias a esta asociación cultural). No solo para los pelayeros o la comarca de Sierra Oeste (con San Martín y Navas del Rey, a la cabeza). Es importante para los madrileños, en su conjunto, y para la sociedad española (no olvidemos que tiene consideración de Bien Cultural desde 1985).
Para la Sierra Oeste, la existencia de un monasterio del siglo XII, con gran interés artístico, histórico y medioambiental, dinamizaría el eje tradicionalmente denominado de la carretera de los pantanos. Hace ya cerca de diez años, Albirka defendió la creación de un eje de impulso turístico en la zona, apoyado por Comunidad de Madrid, Sierra Oeste y ayuntamientos de la zona. La colaboración de asociaciones defensoras de este territorio, como la propia Albirka, también ayudaría. Ese eje pasaría por Pelayos, a través de su monasterio; San Martín (su castillo, construido en tiempos de Álvaro de Luna) y Toros de Guisando, ya en la provincia de Ávila. Las fronteras locales o regionales no debieran ser obstáculo para crear ese espacio de interés cultural, en beneficio de toda la región. Pero es a la Comunidad de Madrid a quien debería interesar en primera instancia esta iniciativa porque el monasterio de Valdeiglesias es único para entender la Plena Edad Media en la región.
¿Y qué tendría ese museo del Cister en el Monasterio de Pelayos? Pues un repaso didáctico-histórico de la importancia de los monjes cistercienses en la repoblación de nuestra comarca tras la conquista de Toledo (1085); conocer cómo era la vida cotidiana en la Edad Media, las peleas con el poderoso condestable Álvaro de Luna, las joyas que hubo en el monasterio y que ahora están desaparecidas o en otros lugares y, finalmente, los efectos de la Desamortización (1835-36). Un recorrido por nuestra historia, la cercana pero también la global, que las autoridades regionales y locales no deberían echar en saco roto. Se lo debemos al abad Guillermo, el primero en construir el complejo monástico; y también, aunque sea recorrer novecientos años, a Mariano García Benito, arquitecto, dueño del convento desde 1974 hasta su fallecimiento, y sin el cual hoy probablemente el monasterio no existiría o formaría parte de una excéntrica urbanización al uso.

Enrique Jurado, periodista y presidente de la asociación Alberche-Albirka.

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Excursión de Albirka por Peña Muñana con la profesora de Geografía Pilar Lacasta

Cuando el granito parece oro molido

Diaclasas, pilancones, tores, lanchares y tiffonis. Terminología geográfica para algunas de las maravillas paisajísticas que se observan al subir a Peña Muñana, cerro que junto al de Cenicientos, permanecen en la frontera madrileña de la Sierra Oeste. La apuesta de la asociación cultural Alberche-Albirka era precisamente realizar un paseo medioambiental por uno de los lugares más emblemáticos y hermosos de nuestra comarca.

Pilar Lacasta, profesora de Geografía, durante la excursión a Peña Muñana.

Viniendo desde Toledo, la Peña Muñana se erige en lo alto, entre pinares y rocas de granito. Pilar Lacasta, profesora de Geografía y autora de varios estudios sobre el paisaje de Madrid, ayudó a entender a los cuarenta caminantes que, convocados por Albirka, subieron hasta la cima desde Cadalso de los Vidrios.

El camino, a veces simple sendero, siempre es claro porque tira hacia lo alto. La profesora Lacasta hace una primera parada en un  amplio lanchar, aún en una zona no demasiado escarpada. Aquí explica que estamos en un “monte isla”, en donde los expertos reconocen diversas variedades de granito. “Esta es una peña sagrada ya para los antiguos que veneraban a la diosa prerromana Num. Para nosotros, los contemporáneos, esto sigue siendo un “cerro mágico””. Los caminantes de la excursión asienten.

Segunda estación, frente a las canteras de granito. “Cualquier ataque a la Naturaleza afecta directamente a la salud”, advierten los expertos. “Aquí hay un granito que es oro molido: es el granito blanco cristal”, afirma la profesora.

La industrialización en la explotación del granito deja enormes heridas en el paisaje. “Y lo lamentable”, resalta “es que no se apliquen políticas que regeneren como es debido una zona cuando se termina la explotación. Tampoco la actividad”, finaliza Lacasta, “ha reducido la alta tasa de paro que es una de las más altas de Madrid”.

Más arriba, ya de espaldas al mar blanco de canteras, los excursionista bordean un hermoso lanchar que sigue el desnivel natural de la montaña. Hacia arriba se ve ya la peña, a lo alto, entre pinos piñoneros y resineros. No lejos de aquí se divisan las Cabreras, panorámica que nos recuerda que estamos en un área de protección ZEPA, una de las zonas de mayor protección medioambiental europea, en donde habitan águilas imperiales, buitres negros y cigueñas negras.

Llegar a lo alto del cerro es divisar una de las comarcas más bellas de Madrid, cuando linda con el Alberche toledano y el valle del Tietar, puerta de entrada para aliviar el clima de Valdeiglesias y su conjunto.

Enrique Jurado, Albirka.

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Nuestra Historia: Los poblados obreros del Alberche

  • Los de San Juan, Picadas e Iruelas, entre los más destacados.

En esta práctica tan española, de llegar siempre tarde, mal o nunca, a las cuestiones de relieve de la Humanidad, también llegamos fuera de plazo a la Revolución Industrial, la Reforma Agraria y, por tanto, a la Revolución Social. Pero, mirando el lado menos malo del asunto, evitamos la aparición masiva y denigrante de los poblados y barrios obreros que se improvisaron, de cualquier manera, junto a muchas de las ciudades industriales de Europa y Estados Unidos. Valgan como ejemplo los denostados slums ingleses, en donde vivieron numerosas familias, hacinadas en pésimas condiciones de habitabilidad. España no se libró absolutamente de ese proceso pero llegó, algo más tarde y leve, a algunas regiones concretas. Especialmente, Cataluña y País Vasco.
Esos desarrollos urbanos se iniciaron tras la Guerra Civil, al implantarse un modelo de recuperación económica que fomentaba la actividad agrícola, frenando la inmigración hacia unas ciudades que no estaban preparadas para ello. Instituciones como Regiones Devastadas o Instituto Nacional de Colonización se encargaron de gestionar el proceso que, pasado el tiempo, se percibe de forma contradictoria, en función de los criterios y puntos de partida utilizados para su análisis.

Poblado de San Juan en Pelayos de la Presa.

Para detener la huida hacia la ciudad se generaron nuevas zonas de producción agrícola, mediante sistemas de regadío, precedidas de la construcción de grandes presas. En esta faceta no fuimos con retraso respecto a otros países, sino que, de los años 50 a los 70, la construcción dentro de este sector nos condujo a estar en el primer lugar del ranking.
Para la construcción de estas presas fue necesario movilizar muchos recursos humanos y construir nuevos alojamientos junto al lugar de trabajo. En función de las empresas que realizaron aquellos trabajos y las directrices oficiales a las que se acogieron, la imagen social que ha trascendido de los poblados obreros es muy diversa. Desde los barracones donde se amontonaban presos —a los que se ofrecía la redención de penas a cambio de trabajo— hasta las modélicas viviendas para ingenieros y personal de plantilla hay un enorme abanico de posibilidades para la controversia. Algunos de ellos desaparecieron al concluir la construcción o se dejaron abandonados a su mala suerte, con el inevitable proceso de ruina, pero otros se pusieron en venta, permanecieron como viviendas para los empleados de mantenimiento o fueron rescatados para distintos usos.

Iglesia de San Blas, en Pelayos

En el río Alberche subsisten dos de estos poblados, acompañando a los embalses de la zona. El poblado de Picadas es el primero que encontramos viniendo desde Madrid, en la margen izquierda, junto a las orillas del embalse. Mantiene la organización inicial, en franjas de edificación siguiendo las curvas de nivel, pero ha evolucionado mal, por su escasa calidad constructiva y la ausencia de espacios para vida social. El poblado de San Juan, muy cercano a él, estuvo mejor construido y se conserva en buen estado.
Se realizó entre 1951 y 1953 en el entorno del Cerro del Cubo, que separa los dos muros de contención de la presa, y estaba dotado de todo lo necesario para la vida cotidiana de los trabajadores. Además de las viviendas, el conjunto disponía de economato, hospital, escuela, comedores, hogar sindical y, por supuesto, iglesia y cuartel de la Guardia Civil. Las viviendas se diferenciaban de acuerdo con la categoría laboral de los empleados y su situación familiar (obreros, capataces e ingenieros, y casados o solteros). Para estos últimos se construyeron albergues, en forma de naves longitudinales, organizados a base de boxes donde se dormía en literas, con los accesos y aseos en sus extremos.
Los muros testeros, pilares, zócalos y recercados de huecos se construyeron con piedra granítica, realizando el resto de las paredes con bloques de hormigón revestidos de un enfoscado a la tirolesa. Viguería de madera y teja cerámica curva daban al conjunto un aspecto tradicional, filtrado de cierta modernidad, anticipo de la recopilación de diseños de los famosos manuales CEAC de los años 60.
Algunos edificios (albergues y comedor de obreros) fueron demolidos, pero la mayoría de las viviendas permanece en pie y en uso, aunque algo abandonados sus elementos comunes, excepto la ermita, utilizada habitualmente durante las Fiestas de San Blas. Merece una visita para rememorar una época, no tan lejana, en la que se pueden apreciar acontecimientos y formas de vida muy diferentes a nuestra actualidad.

Alfonso Segovia, arquitecto y miembro de la asociación cultural Alberche-Albirka.

Además de San Juan

Existen en el Alberche otros poblados obreros de distinto origen y evolución, como el Poblado de las Cruceras, junto al embalse de El Burguillo, que alojó a trabajadores de la madera y la resina (hoy está destinado a turismo rural) o el Pueblo de Colonización de Alberche del Caudillo, al amparo de la presa de Cazalegas y Canal Bajo del Alberche (ambos construidos por presos políticos del franquismo). Y si prefieren perderse en un poblado ausente, vayan a El Alamín, cerca de Villa del Prado, donde están abandonadas unas construcciones modélicas, similares en aspecto al Poblado de San Juan, creadas por el Marqués de Comillas para los trabajadores de su finca agrícola.

Esta sección está coordinada por la asociación cultural Alberche -Albirka.
Albirka.blogspot.com

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¿Y ahora qué hacemos con el monasterio?

HOMENAJE A MARIANO GARCÍA BENITO.

El 18 de mayo se cumplen 5 años de su fallecimiento. Adquirió en 1974 el Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias dedicando parte de su vida y su dinero a intentar parar el expolio y abandono al que estaba sometido desde que fue desamortizado en 1835. En 2003 lo donó gratuitamente al Ayuntamiento.

Era 1973. Tres jóvenes, pelayeros de adopción (Paloma Dorado, Antonio Ventura y el que firma este artículo), se acercan a una agencia inmobiliaria en la calle San Bernardo de Madrid. No van a comprar un piso sino a informarse de un anuncio sobre las condiciones de venta de un bien para ellos precioso que es el maltrecho monasterio de Santa María de Valdeiglesias, en Pelayos de la Presa. Tan apreciado es que acaban de filmar un documental amateur, entre amigos, sobre el monasterio, grupo en el que está a veces un todavía desconocido Fernando Trueba, futuro director cinematográfico ganador de un Óscar. Ese mismo anuncio, publicado en el diario ABC, fue leído por Mariano García Benito siendo el origen de la compra del monasterio: “se vende un monasterio”.
Dice con razón Concha Velasco, coordinadora de estas páginas de homenaje, que a las autoridades locales “les cayó el gordo” cuando García Benito decidió transmitir al pueblo de Pelayos su legado como mecenas de un monasterio, que probablemente sin su intervención altruista, hoy habría desaparecido o utilizadas sus piedras para construir cualquiera sabe qué urbanización.
Esas mismas autoridades, que agradecidas sí al legado de García Benito, parecen contemplar  hoy esta joya en sus manos sin mostrarla al gran público. Tienen en sus manos el único monasterio cisterciense de la Comunidad de Madrid. Tienen en sus manos un monasterio que cuenta con el Privilegio fundacional de Alfonso VII, cuyo importante documento se exhibe estos días en el Museo del Prado (ver imagen de la exposición de la Hispanic Society de América). Está en sus manos, un monasterio cuyo documento más importante el llamado Tumbo de Valdeiglesias permanece depositado en la Academia de la Historia (bibliotecadigital.rah.es), para el estudio de los investigadores. Tienen en sus manos un convento que contó con una maravillosa sillería que hoy es la sillería de la catedral de Murcia…..

Torre herreriana del monasterio de Santa María de Valdeiglesias -Pelayos de la Presa-.

Y tienen en sus manos -y también tenemos en nuestra manos los ciudadanos de esta comarca- un potencial de atracción turística para la zona de Valdeiglesias; una oferta de turismo de calidad en una comarca en la que se cuenta, además del monasterio, con los Toros de Guisando y con el castillo de San Martín. Tres joyas de turismo cultural siempre que se gestione pensando en el desarrollo de la región. El desarrollo de la región no se hace solo con ladrillos sino apostando por los valores culturales y medioambientales, promoviendo el legado artístico.
El mejor legado sería, sin duda, que Pelayos y la comarca de Valdeiglesias, impulsaran la creación de un polo cultural alrededor del monasterio, abriendo sus puertas para visitas guiadas; creara un museo didáctico sobre el Arte Cisterciense en región de Madrid; buscara una financiación sólida de la Comunidad de Madrid para rehabilitar de manera integral esta joya artística.
Estas son algunas de las reivindicaciones que desde nuestra asociación Albirka (albirka. blogspot.com) defendemos desde nuestra fundación a principios del presente siglo. Somos conscientes de que la tarea necesita contar con diferentes entidades: Comunidad de Madrid, Sierra Oeste, ayuntamientos, empresarios, mecenas y emprendedores locales. Sería miope no ver en esta oportunidad, una vía de desarrollo económico y cultural para la comarca de Valdeiglesias. Sería el mejor regalo que nos podríamos hacer como ciudadanos, y la mejor contribución para proseguir el legado de García Benito, un mecenas altruista e imprescindible para toda la Sierra Oeste. Por eso, más que nunca cabe preguntarse: ¿Y ahora qué hacemos con su legado, qué hacemos con el monasterio?

Enrique Jurado es el presidente de la Asociación Alberche-Albirka.

Descargar páginas 24 y 25 A21 mayo 2017

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La asociación cultural Albirka, guía para ver las pinturas rupestres en los pinares de La Enfermería de Pelayos de la Presa

La Asociación Cultural Alberche-Albirka participó el pasado sábado 14 de julio en una de las primeras actividades incluidas dentro del Plan de Atracción Cultural de Pelayos de la Presa, una iniciativa auspiciada por el ayuntamiento de esta localidad de la Sierra Oeste. Más de una veintena de personas se apuntó al Paseo Ecológico que consistió en la visita guiada a las pinturas rupestres situadas en los pinares de La Enfermería, cerca del monasterio, y la subida a Casa Quemada y los lanchares del risco de la Mora.

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