- La donación del monasterio de Valdeiglesias salió ilegalmente del Archivo Histórico hace más de cien años, hoy está en la Hispanic Society de la capital norteamericana.
Utilizamos hoy un término que viene al pelo para explicar qué ocurre con algunos de nuestros tesoros artísticos e históricos: la trazabilidad. Lo aplicamos ahora como consumidores cuando queremos saber la procedencia de un alimento, especialmente, para conocer si es un alimento de proximidad o viene de las antípodas. Los agricultores, hoy en día, en su justificada reivindicación por lograr un precio de origen más justo quieren saber, dónde se multiplica por tres o por cuatro sus productos, que venden a los intermediarios a precios que apenas cubren los costes de producción.
Pues bien, a la hora de investigación histórica también es importante conocer “la historia”, la trazabilidad, de una joya histórica que ha terminado a miles de kilómetros del monasterio de Valdeiglesias, en Pelayos de la Presa. Nos referimos al documento de Donación por el que se fundó el monasterio de Santa María de Valdeiglesias, fechado en 1150. Este documento, junto con el Tumbo de Valdeiglesias, son los textos antiguos de mayor importancia para conocer la historia de la Sierra Oeste (en particular, los términos de San Martín de Valdeiglesias, Cadalso, Navas del Rey, Pelayos de la Presa). Y son esenciales porque son el origen de nuestra historia.
Es bien sabido que algunas de las joyas que pertenecieron al monasterio de Valdeiglesias están ahora en lugares remotos. Algunas para bien; otras, producto del expolio que se produjo a partir de la Desamortización de Mendizabal (1835-36). Pongamos solo unos pocos ejemplos.
Están lejos de su lugar originario dos joyas impresionantes: la primera, es la sillería del monasterio; desde hace 150 años en la catedral de Murcia. El autor es el afamado escultor Rafael de León. También, los cuadros, de tema religioso, realizados por el pintor Juan Correa, el llamado “Rafael español”, nacido en Mascaraque (Toledo), se pueden ver en el museo de Santa Cruz de Toledo (museodesantacruz@jccm.es). Pertenecen en su mayoría al museo del Prado pero este, con buen criterio, realizó una cesión al museo toledano. Ahí quedan las buenas noticias; buenas noticias porque es ilusorio pensar que estas joyas estarían mejor en un monasterio en ruinas.
Entre los grandes agravios y expolios permanecen otras obras: la puerta renacentista del complejo abacial, sacada con nocturnidad y alevosía por el marqués de Comillas para su finca en el Alamín, en los años cincuenta siendo este, para más inri, dueño en aquel entonces de nuestro monasterio. Es algo que está hoy suficientemente documentado.
Capítulo aparte es el pergamino de la Donación monacal, fechado en 1150. Este documento, escrito en latín, contiene una franja iluminada en donde aparecen las figuras del emperador Alfonso VII; sus hijos, los futuros monarcas Sancho III de Castilla y Fernando II de León; junto con el abad benedictino Guillermo, el verdadero fundador del monasterio. La tarea encomendada por el monarca era repoblar Valdeiglesias creando, colateralmente, las villas de San Martín de Valdeiglesias y Pelayos, durante siglos dependientes del convento.
Obviamente, el documento fundacional que, al menos desde 1921, pertenece a la Hispanic Society de Nueva York, sufrió los avatares de la Desamortización noventa años antes. Gracias a las indicaciones y conocimientos de Luis Miguel de la Cruz, del Archivo Histórico Nacional (AHN), el autor de este artículo ha podido rastrear la peripecia vivencial, como de un ser humano se tratase, de la Donación firmada por el rey emperador Alfonso VII. ¿Qué ocurrió desde 1836, tras la Desamortización, hasta 1921, fecha en donde el pergamino aparece en tierras norteamericanas?
Busquemos a los expertos. Un “privilegio….posee el Archivo Histórico, procedente del cabildo de Avila, y por el cual el emperador D. Alfonso VII ……. dona al abad Wielmo (Guillermo) y al monasterio de Valdeiglesias el lugar del propio nombre con los términos que delimita”. Palabras del erudito José María Escudero de la Peña. Este texto de José María Escudero, profesor de Paleografía, fechado en 1872, al inicio de la Restauración Alfonsina, confirma que este Privilegio monacal de Pelayos de la Presa estuvo, al menos, cincuenta años (de 1836 a 1872) en el actual Archivo Histórico Nacional. Ahí debía haber permanecido hasta nuestros días pero no fue lo que ocurrió desgraciadamente.
Un documento perdido en la Edad Media
Por tanto, de nuevo, la impertinente pregunta es: ¿Qué pasó desde 1872 a 1921 que se expone por primera vez el pergamino en Nueva York? ¿Cómo pudo desaparecer este importante documento –desde el punto de vista historiográfico el más importante-, en manos del Estado (Archivo Histórico; hoy Archivo Histórico Nacional) y pasar a manos privadas, por más que la Hispanic Society (hispanicsociety.org) sea una reputada institución artística?
La respuesta está, en el expolio sistemático que sufrieron muchos monumentos españoles por la falta de escrúpulos, las apetencias económicas y la dejadez de las autoridades gubernamentales españolas hasta la llegada de la Transición democrática en España.
Volvamos a la cuestión esencial: a finales del siglo XIX, en una fecha indeterminada, la Donación fundacional de Pelayos fue vendida fraudulentamente a terceros (sacada del Archivo Nacional). Durante años, quizá decenios, permaneció en manos privadas. Con posterioridad, ya a principios del siglo pasado, el mecenas norteamericano, Archer M. Huntington, un gran hispanófilo, compró el Privilegio exponiéndolo en Nueva York. ¿A quién se lo compró? Desde la Hispanic Sociaty nos señalan que en esa época el mecenas neoyorquino compraba piezas cartográficas y documentales en tres librerías europeas importantes de la época, una de ellas barcelonesa.
Es por tanto probable que fuese ahí donde se realizase la compra, aunque, como confirman desde la Hispanic Society, no existe una ficha de la “trazabilidad” de la compra de la Donación de Alfonso VII sobre Santa María de Valdeiglesias. Gracias a la Hispanic Society, el documento fundacional ha podido ser visto en el Museo del Prado, en 2017, y, en una exposición posterior en el museo estatal de México.
Paradógicamente, no fue esta la única vez que dicho pergamino se había “perdido”. Siglos antes, a mediados del XIII, el monasterio de Pelayos sufrió su primer gran incendio. En él desapareció el original de fundación del monasterio. Durante dos siglos y medio, Valdeiglesias no dispuso de documento alguno que avalase la propiedad de los monjes cistercienses, según se puede comprobar en el Tumbo de Valdeiglesias (Real Academia de la Historia).
Toda una peripecia, no la única de bienes patrimoniales españoles, que hoy podemos aclarar. Aunque la pregunta sigue en el aire: ¿Quién sacó el documento del Archivo, y quién o quiénes se beneficiaron, de manera fraudulenta y delictiva, de su venta? Ahora sí que la respuesta, únicamente, la podremos encontrar en el viento. En el mal viento del expolio sufrido.
Enrique Jurado Salván es periodista y presidente de la Asociación cultural Albirka