
Había una vez, dos amores muy distintos que se querían mucho. Pasaban muchas horas juntos, se querían, hablaban, soñaban, se pasaban la vida haciendo planes, creando sueños pero, siempre estaban en el mismo sitio, no se movían. Un día, uno le dijo al otro:
– ¿Por qué no avanzamos más en nuestra relación?, ¿por qué no cambiamos de sitio?, ¡siempre estamos aquí!, ¡no vamos a otros lugares!, ¡el mundo es muy bonito!
Su pareja le dijo:
– Vale, ¿dónde quieres que vayamos?, llevamos en esta montaña mucho tiempo, solo podemos bajar por la ladera. Desde aquí arriba vemos todo: el campo, la ciudad, los animales, el cielo, el mar, los ríos. Pero si tú quieres podemos ir a otro sitio.
Entonces dijeron: – Vale, ¿nos arriesgamos?
Los dos dijeron: – ¡Síííííí!
Los dos se tiraron por la montaña abajo. Cuando llevaban unos centímetros de camino, uno empezó a alejarse del otro, el que se quedaba atrás no decía nada….
El primero dijo: – Cariño, ¿por qué no vas más deprisa y vienes a mi lado?
La pareja respondió: – Cariño, tú eres agua y yo aceite, tú vas más rápido que yo.
El agua dijo: – ¿Y por qué no me has dicho que no irías a mi lado…?
El aceite dijo: – Porque quería hacerte feliz, tú querías viajar… Viaja…. Yo te encontraré, iré más despacio, pero te encontraré.
Pasados unos metros dejaron de verse.
The end.
Moraleja: Si lo que tienes te gusta, no lo cambies.