
- El Centro de Interpretación, con aforo completo, ha sido escenario de los siete espectáculos celebrados durante el curso 2017-2018.
- Por segundo año consecutivo, una tarde de domingo al mes, el Ayuntamiento de Sevilla la Nueva ha ofrecido espectáculos de magia, cuentacuentos, teatros y musicales.
- El programa, que lanza la Concejalía de Juventud, vuelve el próximo 21 de octubre con el espectáculo de magia ‘Amèlie’.
‘El brujito de Gulugú’, de la compañía de teatro ‘El retablo de la ventana’, fue el encargado de cerrar la programación de ‘¡Viva el domingo!’, iniciativa desarrollada entre los meses de de octubre a junio por parte de la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Sevilla la Nueva.
Un programa de ocio infantil que, un domingo al mes, ha traído al Centro de Interpretación cuentacuentos, obras de teatro de actores y de títeres, musicales, conciertos y una gran variedad de espectáculos dirigidos a los más pequeños a través de profesionales de la animación con gran experiencia en público familiar.
Aventuras, fábulas, magia, canciones y, en definitiva, diversión para los niños y niñas de Sevilla la Nueva que, cada tarde y cada cita, han llegado a completar el aforo de esta sala, con capacidad para 120 personas, por segundo año consecutivo.
Todo un éxito que la organización espera repetir en próximas temporadas, con esta gran acogida entre las familias con pequeños del municipio, y que vuelve el próximo 21 de octubre con el espectáculo de magia ‘Amèlie’.
LOS TITIRITEROS EN CENICIENTOS
Una cabra y una mona
y tocando unos panderos,
asoman titiriteros
en carro de desmorona.
¡”Húngaros ya están aquí!”,
grita la muchachería,
y todo es algarabía
que nos gusta a ti y a mí.
La cabra no es cabra es, cabro,
y la mona resabiada
y se siente muy agraviada
en cuanto escucha el palabro.
Titiriteros hambrientos
venidos de sabe dónde,
que su miseria no esconde
llegaban a Cenicientos.
Con panderos y trompetas,
y a crudo bombo y platillo,
te pedían un durillo
vendiendo unas camisetas.
La función se organizaba
en el centro de la plaza,
y un fortachón con la maza
al más viejo golpeaba.
El pobre viejo achacoso,
tumbado sobre cristales,
aguantaba pedernales
en estado comatoso.
Una gran piedra en su pecho
el de la maza rompía.
“¡Que le entre una perlesía
viendo al buen viejo maltrecho!”.
Eso mi abuela decía
a coro con sus vecinas,
de estar de pie ya cansinas
marchándose de estampía.
Otra gritando exclamaba:
“¡Mejor un carbunco negro
como el que tuvo mi suegro
que como un toro bramaba!”.
A continuación vendían
papeletas de una rifa,
y pretextando engañifa
coruchos se escabullían.
De coñac unas botellas
rifaba la pobre gente,
siendo una mano inocente
a la luz de unas estrellas.
¿Se ganarían la cena,
los pobres titiriteros,
por los agrestes senderos
que da una vida de pena?
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LOS COPLEROS EN CENICIENTOS
Vendedores de coplas y romances de ciegos
deleitaban oídos y sucesos sangrientos,
erizaban cabellos y los niños atentos
las carreras cesaban y paraban sus juegos.
Con romances escritos por iletrados legos,
con las vírgenes violadas con tormentos lentos,
truculencias que caían sobre Cenicientos
traídas por unos errabundos andariegos.
Y en la dulce Plazuela se agolpaba un enjambre
de mujeres y niños de una hirsuta pelambre,
que veían el hacha y los hachazos atroces
cernirse implacables sobre unas viudas galanas,
que en solariegas ventanas abrían ventanas
por las que accedían los asesinos feroces.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LOS COPLEROS EN CENICIENTOS
Vendedores de coplas y romances de ciegos
deleitaban oídos y sucesos sangrientos,
erizaban cabellos y los niños atentos
las carreras cesaban y paraban sus juegos.
Con romances escritos por iletrados legos,
con las vírgenes violadas con tormentos lentos,
truculencias que caían sobre Cenicientos
traídas por unos errabundos andariegos.
Y en la dulce Plazuela se agolpaba un enjambre
de mujeres y niños de una hirsuta pelambre,
que veían el hacha y los hachazos atroces
cernirse implacables sobre unas viudas galanas,
que en solariegas mansiones abrían ventanas
por las que accedían los asesinos feroces.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho