Archive | abril 9th, 2018

Pleitos entre los abades y la villa de San Martín de Valdeiglesias

  • El condestable Álvaro de Luna ganó la batalla al abad del monasterio en 1434.

En 1150, fecha del inicio de la construcción del Monasterio de Valdeiglesias, este valle apenas estaba habitado por doce eremitorios diseminados entre el desfiladero de San Juan y el cerro de Guisando. Alfonso VII decide unir a estos eremitas diseminados en la comarca, para fundar juntos, el monasterio de Santa María de Valdeiglesias, en Pelayos de la Presa. Y cabe a los monjes la tarea de repoblar la zona, bajo el apoyo real, una vez que Toledo (1085) ha sido ya conquistada y se requiere un avance decidido al sur del Tajo. Pronto, sin embargo, comienzan los pleitos entre el señorío abacial y los nuevos pobladores, puesto que el surgimiento de villas como las de San Martín, y en menor medida Pelayos, chocan con la omnipresencia de los monjes, señores únicos, en ese momento del valle.
El primer choque se produce en 1205, cincuenta y cinco años después de la Dotación del monasterio por parte de Alfonso VII, llamado el emperador por unir en su figura los reinos de Castilla, León y Galicia. El Tumbo, el libro que relata la historia del monasterio desde su creación hasta la Desamortización (1835) , ya señala que siendo abad del convento Bernardo tuvieron diferencias con los pobladores del valle de San Martín y de Pelayos “porque querían alzarse con toda la tierra de la Dotación que había dado a este monasterio el emperador”. El rey Alfonso VIII interviene y encarga al arzobispo de Toledo que intervenga y marque los términos. “Oyó las partes”, menciona el monje escribano del Tumbo, “y visitando la tierra” [el arzobispo de Toledo], dio sentencia “por la cual señaló vasallos a todos los moradores y vecinos de San Martín y de Pelayos, y los derechos que debían pagar al abad”. El monasterio había ganado. Pero, solo, de momento…
Los monjes fueron los repobladores del valle. A partir de su instalación en él, vinieron muchos pobladores, pero también se convirtieron en los señores de la comarca, y los pioneros de las villas pasaron de campesinos a vasallos abaciales. Por tanto, el conflicto estaba servido y durará siglos. Es tiempo en el que el monasterio extiende su poder con la incorporación de la granja de Alarza (de donde coge el trigo para los monjes, allá en el señorío de Plasencia), y las dehesas de las Cabreras y Navas [actual Navas del Rey]; así como el derecho de paso de ganados por la Cañada Real.
Este artículo no permite extenderse con detalle en la multitud de pleitos y peleas, incluso con “gente armada” entre la villa de San Martín, cada vez más en auge y los abades del monasterio. Digamos que en 1355, el obispo de Ávila, el influyente don Sancho, actúa a instancia del rey Juan I como juez árbitro, sentenciando a favor, nuevamente, del monasterio y mantiene el uso de las tierras para labrarlas y cultivarlas en beneficio de los monjes; así como el derecho de paso de ganados libres de cargas.
La venta de San Martín
La venta de San Martín a Álvaro de Luna, comendador de Castilla, en 1434, se produce precisamente, para intentar solventar los continuos pleitos entre los pobladores del valle y los monjes, señores del dominio abacial que incluye toda la comarca.
El monje relata esas supuestas razones para vender gran parte de la jurisdicción de Valdeiglesias a Alvaro de Luna, entonces verdadero hombre fuerte del rey Juan II. Y obviamente el monje toma partido a favor del monasterio: “los desafueros y maldades de los de dicha villa [San Martín] hacían y usaban con el abad y convento de este monasterio perdiendo la vergüenza y temor de Dios: no guardando el respeto que debían al abad como señor que era. Y fue tanto que viendo el dicho abad no se podía averiguar [arreglar] con ellos trató con el dicho condestable de venderle el dicho señorío de la dicha villa por salir de tan mala gente y tener paz”. “De tal venta no resultó la paz que se pretendía sino mayores dificultades y pleitos que al día de hoy [mediados del siglo XVII] no se han acabado”, afirma el monje que escribió el Tumbo.
Hoy estas palabras hay que entenderlas sin localismos absurdos. La razón de fondo del conflicto entre el emergente burgo de San Martín, formado por campesinos, artesanos que pronto tendrán mercado franco y la incipiente clase de caballeros, por una parte; y el monasterio de Valdeiglesias, por otra, era moneda común en grandes partes del Reino. En definitiva es la lucha, a veces cruenta, entre el poder urbano y el poder monacal. A mediados del siglo XV, las poblaciones urbanas aliadas con la nobleza real (representada en este caso por Alvaro de Luna) lograrán imponerse a los señores monacales cuyo poder era ya, especialmente en el caso de Valdeiglesias, sensiblemente inferior al de 1150.
Hay, sin embargo, otras razones y consecuencias de por qué el abad busca a Alvaro de Luna, para vender la gran parte de su jurisdicción hipotecando el futuro del monasterio. El Tumbo, veladamente, apunta a que el acuerdo de venta al condestable se hizo en contra de buena parte de los monjes. Ahí aparece la figura del abad Pedro de Urueña, quien urdió la venta por 30.000 maravedíes. Este monje, procedente del convento cisterciense de La Santa Espina, en Valladolid (casa madre de la que dependía Valdeiglesias), junto con otros cinco monjes más también de La Espina, fue la figura clave para realizar la operación. El abad tenía vinculación, probablemente, con Alonso de Urueña, el influyente abad de La Santa Espina.
Veinte años después de la venta, en 1453, otro abad, en este caso Alonso de Matatoros, originario de San Martín, intentó revertir la venta cuando se enteró de que Alvaro de Luna, había perdido drásticamente su influencia, e iba a ser ajusticiado en Valladolid. Un monje del convento viajó en menos de tres días desde Pelayos, para hablar con el todavía condestable de Castilla y “llamarle a misericordia”, pero al llegar a la ciudad vallisoletana encontró, dramáticamente, la siguiente escena en la plaza mayor vallisoletana: en una pica la cabeza de don Alvaro, y en el suelo su “cuerpo tronco”, como se narra (ver artículo del mismo autor en “Santa María de Valdeiglesias, un monasterio por descubrir”. Revista “Románico”. Enero 2018). Llegó tarde para intentar convencer a Alvaro de Luna puesto que acababa de ser ajusticiado. Pero, esa, es otra historia.

Castillo de la Coracera (San Martín de Valdeiglesias).

Una calle para el monje escribano

“El gran deseo que he tenido, y tengo, de servir en algo a este monasterio de Nuestra Señora de Valdeiglesias donde tomé este santo hábito, viéndome ya en los últimos años de mi vida y tan achacoso que no podía servir en otros oficios, tomé por asunto el componer los papeles del Archivo”. Así comienza el monje anónimo del Tumbo de Valdeiglesias, escrito entre 1636 y 1644, un libro elaborado en pergamino de más de mil páginas, que al cabo del tiempo es prácticamente el único testimonio escrito que se conserva del monasterio de Pelayos de la Presa.
Este monje realizó un trabajo minucioso durante ocho años recogiendo el escrito de Dotación, privilegios reales, bulas papales, pleitos entre vecinos y el monasterio. Sin él no sabríamos cómo vivían los monjes cistercienses, ni cuáles eran los términos y obras realizadas durante nueve siglos. Sorprende su rigor y meticulosidad. Este monje del convento, el Monje de Valdeiglesias, requeriría hoy el nombre de una calle por parte de los Ayuntamiento de Pelayos de la Presa, San Martín y Navas del Rey.

Enrique Jurado, periodista y presidente de la Asociación Cultural Alberche-Albirka, colectivo autor de esta serie de artículos históricos.
www.Albirka.blogspot.com.

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El fútbol, ese terrible enemigo de los libros

  • Jugadores de la Liga de Fútbol Profesional española van a grabar vídeos en los que leerán párrafos de libros.
  • Muchos amantes de los libros han levantado la voz en contra de esta propuesta.

Es curioso este mundo, curioso y preocupante en muchos momentos. O, al menos, preocupante para mí, a veces incluso terrible. Fijaos, hace unos días saltaba la noticia, la Liga de Fútbol Profesional y el Ministerio de Cultura llegaban a un acuerdo, un acuerdo provechoso para el fomento de la lectura, para los libros y para todos los amantes de la Literatura, o eso pienso yo. La idea es sencilla y muy fácil de explicar: algunos jugadores de la Liga de Fútbol Profesional española van a grabar una serie de vídeos en los que van a leer, sí, van a leer. Y no van a estar leyendo un periódico deportivo o una revista del corazón, qué va, van a leer párrafos de libros. Puede que incluso recomienden algún título y alaben un libro.
Se me ocurre, igual que se les ha debido de ocurrir a las personas que han puesto esta idea en marcha, que la repercusión de los futbolistas puede ser muy útil para que más personas lean, porque estos jugadores son importantes, son iconos, modelos a seguir por muchos ciudadanos de cualquier ámbito social. Ha llegado la hora de que promocionen algo más que una vida disoluta, alguna marca que los patrocine o un coche impresionante con una cilindrada demasiado superior a la recomendable. Cobran mucho dinero de sus clubes deportivos, de los patrocinios y, a veces, incluso de nosotros cuando acuden a la Selección Española para representarnos por todo el mundo. Mucho. Y está muy bien que lo hagan, porque si lo cobran será porque lo generan. Porque nos convierten a todos en soñadores o en seleccionadores, porque hemos decidido montar una sociedad en la que ellos son unos privilegiados, gracias a todo lo que nos ofrecen partido tras partido, que no es poco. Por eso a mí no me molesta que cobren tanto, aunque cada uno de sus sueldos multiplique en mucho el que cobro yo en una década… o en varias. Los niños y los mayores, todo el mundo se fija mucho en lo que hacen, en cómo lo hacen, en qué dicen, en qué invierten su tiempo libre… ¡y hay muchos miles de personas que deciden imitar algunos de sus actos, maneras de ser o diversiones! Por eso me parece tan importante que hablen, además de hacerlo de muchas otras cosas, de libros, porque será muy fácil que alguien compre uno que ha leído o ha dicho leer su jugador favorito.
Pero eso no es lo que me preocupa, no… de hecho me parece muy bien que el Ministerio tire de cualquier recurso bien seleccionado para fomentar la lectura, porque estoy seguro de que se seleccionará muy bien qué jugador lleva un libro y qué libro lleva. Lo que me preocupa es la cantidad de rencor que me he encontrado con este asunto. De envidia o de rivalidad extrema o inventada.
Muchos amantes de los libros han levantado la voz en contra de esta propuesta, ofendidos, según he entendido, porque para ellos todos los futbolistas profesionales son una panda de egoístas analfabetos que no saben ni lo que es un libro. Creo, en primer lugar, que es injusta esa generalización. Es probable que haya futbolistas analfabetos, futbolistas egoístas o incluso futbolistas a quienes los libros les importen más bien poco… o nada, pero ¿son todos así? Y aunque lo fuesen, ¿no serían un recurso igualmente estupendo? ¿Es que para hablar de libros hay que ser un erudito o de una pasta especial? Porque entonces sí que estaríamos haciendo un flaco favor a la Literatura, estaríamos afirmando que solo unos pocos privilegiados pueden leer o pueden hablar de libros o pueden recomendar aquellos títulos que, por unos motivos o por otros, les han cautivado.
Y no estoy hablando de prescripción, para eso hay grandísimos profesionales que se dedican a ello, pero en una aventura como esta cualquier ayuda es buena, ¿no os parece?
Me ha fastidiado ese odio de clase que me he encontrado contra los futbolistas por el mero hecho de serlo. Me sienta muy mal ese odio poco disimulado por un mundo entero, el mundo del fútbol y yo, que suelo ser más de aliados que de enemigos, además de un amante (cada vez menos pasional, también es cierto) del balompié, siento que tenemos demasiado terreno perdido que no sabemos ganar. O, lo que sería más preocupante, que no nos interesa ganar. Parece que preferimos estar acampados en nuestro propio campo, en nuestra propia cueva y todo lo que venga de fuera o nos parezca ajeno tiene que ser dañino por definición. Un ataque contra el exquisito mundo del libro…
Y me jode que esa distinción de clase, ese odio o ese rencor descarado venga de un mundo que se dice culto o que se cree culto… es de risa, ¿no os parece? La literatura habla de libertad, de mundos extraños, de vacíos interiores, de encuentros con desconocidos y provoca que nos sintamos en la piel de personas que son muy diferentes a nosotros. Todos los escritores y los lectores soñamos con hallar esa galaxia irreal, totalmente nueva y en la que todo es posible, que moldeamos a nuestro gusto o que hollamos con la curiosidad como punto de partida… y sin embargo, cuando se presenta la oportunidad de acercarnos a un mundo que parece lejano y desconocido… de tener nuevos aliados en el fomento de esos que amamos tanto… bueno, hay quien solo ve maldades y enemigos.
El fútbol no es enemigo de la literatura, los futbolistas no lo son. De hecho pueden ser unos aliados increíbles de los escritores y de los libros, ¿por qué entonces querer tenerlos alejados? ¿Por puro rencor? ¿Por qué ese menosprecio e incluso ese odio visceral? Por favor, seamos más inteligentes y menos rencorosos, abramos las puertas y dejemos que los “otros”, los que son tan, aparentemente diferentes, se conviertan en nosotros y nosotros, disfrutemos de su amistad y compañía. Será un buen gol en favor de la lectura.

Javier Fernández Jiménez.

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Rodetama, 5 mujeres dedicadas a la creación artística en Cadalso de los Vidrios

Tarde de visita artística al grupo de mujeres que desde hace 24 años tiene un hobby que bien podría ser una profesión, la de ser creadoras de figuras y piezas artísticas en el taller de cerámica Rodetama en Cadalso de los Vidrios.
Hablamos con Paloma, Juani y Marisol, 3 de las 5 componentes del grupo que diseña y crea nuevas piezas a sumar a su catálogo disponible para todas las personas interesadas en sus creaciones.
¿Por qué el nombre de Rodetama?
Hace 24 años empezamos las clases de aprendizaje en el matadero de Cadalso, ya en desuso por entonces, y vimos que dando la vuelta al nombre de matadero quedaba una expresión que nos gustaba. A la vez nos trasladamos de ubicación a la actual en el centro multifuncional de la calle San Antón.

¿Cómo fueron los comienzos?
Los primeros cursos los dimos por mediación de la Asociación de Mujeres Los Álamos de Cadalso, la profesora nos propuso hacer un curso más profesional por la Dirección General de la Mujer para profesionalizarnos más y aceptamos, luego ya continuamos por nosotras mismas.

¿Cómo funciona Rodetama?
Somos cinco mujeres, estamos los fines de semana, todas tenemos nuestro trabajo particular al margen de esta otra actividad.


¿Vuestras obras cómo las comercializáis?
Tenemos una pequeña exposición en la Oficina de Turismo de Cadalso, también asistimos a ferias. Lo que recaudamos lo reinvertimos en comprar material. Tuvimos que hacer un curso en el laboratorio de Esmalte en Chapinería para perfeccionarnos todas y los materiales que utilizamos son muy costosos.


Tenéis talleres de aprendizaje para la gente interesada en esta actividad artística.
Sí, tenemos talleres de aprendizaje gratuitos para el colegio del pueblo englobados en su semana cultural, también para el centro El Águila de Chapinería y varias clases para la gente en verano que son gratuitas para los niños. Colaboramos de manera desinteresada en la entrega de obsequios para diferentes eventos que se realizan en el pueblo como Cadalvín (la feria del vino), Carnavales, el Certamen de Cortometrajes que se ha celebrado recientemente; donamos una pieza para el ganador, etc.
¿Cuál es el objetivo de vuestra actividad cultural?
El proyecto es hacer talleres de aprendizaje a precio asequible para particulares interesados en aprender esta bonita actividad artística.


¿Tenéis ayuda para seguir creciendo?
El Ayuntamiento colabora y tenemos con él un agradecimiento mutuo.


Para terminar, ¿cuál es el nivel del arte de la cerámica en la comarca?
Había un grupo muy bueno de ceramistas en Chapinería que ya no existe. Solamente quedan personas a título particular que siguen en la brecha como nosostras.
Nos despedimos de Paloma, Juani y Marisol dejando que terminen las últimas piezas de unos diseños exclusivos que tienen de encargo.

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