- Cuando está a punto de cumplirse un año de la publicación de su poemario Des-asíntota.
- “La poesía debería ser: el fin de las guerras, satisfacción de las hambres y cura de toda enfermedad espiritual.”
La Sierra Oeste en primavera, es uno de los parajes más asombrosos de Madrid. Los pueblos y sus verbenas se llenan de habitantes y forasteros para rebosar de bullicio sus calles; en ellas, hemos pasado la mañana con Miriam García Abad, una joven poeta de Robledo de Chavela que celebra el inicio de la nueva estación con nuevos proyectos.
Primera primavera con Des-asíntota en las librerías. ¿Cómo describirías tu experiencia con tu primer poemario en manos de tus lectores?
La veracidad de la frase “el tiempo vuela” es tan cierta como potente. Ha pasado tan deprisa, ya casi estamos celebrando el aniversario de Des-Asíntota y aún no me lo creo. Me ha llenado de anécdotas, de sorpresas, de lágrimas los ojos, de amor, pero sobre todo de sonrisas. La cara de los lectores cuando se acercan tímidamente a preguntarte por una dedicatoria, una foto, o simplemente hacerte un comentario es una experiencia tan única, que es inigualable.
Miriam, ¿por qué te decantaste por un poemario y no por una novela?
Esta pregunta puede sonar fácil, pero es engañosa. La verdad es que desde que empecé a escribir, ha sido el género con el que más cómoda me he sentido. Desde mi perspectiva, para escribir novela hace falta mucho tiempo, una técnica y una historia. Con la poesía todo es más sencillo, todos hacemos algo diferente cada día, aunque sea nimio, y todos sentimos diariamente o atravesamos un momento nuevo más constantemente. La buena poesía, esa que es “un arma cargada de futuro”, trata de romper cadenas y esa poesía se consigue transmitiendo y sintiendo cada realidad.
¿La poesía es hija de la inspiración o del trabajo?
No me es grato responder qué es la poesía, y no es tarea fácil saber a ciencia cierta de dónde proviene. Creo que la poesía es el alma máter, es precursora del conocimiento, de la belleza, del anhelo, del cansancio y de la admiración. La poesía trabajada me ayuda a encontrarme y conocerme mejor a mí misma.
Según tu concepción de la poesía, ¿cuál es la meta de este arte y qué puede cambiar?
Me vas a permitir mencionar a Pessoa para responderte esta pregunta. Decía que “el poeta es un fingidor”, pero que “la vida no es suficiente, y por eso existe la literatura”, y creo que está en lo cierto. Me gustaría que la poesía, dejase de ser una mera tendencia, una pretensión estética o un extraño género artístico. La poesía es crítica, es elogio, es espada; debería ser: el fin de las guerras, la satisfacción de las hambres y la cura de toda enfermedad espiritual.
¿Qué consejo darías a los jóvenes poetas que, como tú, están empezando?
No me aventuro a dar consejos; pero sí puedo afirmar que es un riesgo que merece la pena correr, no solo para transmitir a los demás, sino como una forma de intentar conocer la voz interior de cada uno. Cualquiera que escribe tiene ese poder infinito del lenguaje en las palmas de sus manos; es una oportunidad que no hay que desaprovechar. A veces, de sueños se vive.
¿Cómo es tu propio proceso a la hora de escribir poesía?
Para mí, escribir es una necesidad. No viajo sin una libreta, o sin el teléfono para poder escribir lo que me ha pasado o cómo me he sentido cuando algo me ha ocurrido. No sigo un proceso en sí, hay temporadas largas de silencio que, para mí, son igual de importantes que todas esas tardes sentada frente al ordenador sin cesar de apretar las teclas del teclado. Tenía ganas de volver a Madrid para poder escribir sobre la etapa que estoy experimentando ahora mismo, y es que la mayoría de las veces, la poesía “se escribe sola”.
¿Hay indicios de un nuevo proyecto?
Tengo muchas ideas, mucha ilusión y me alegra ver que cada vez más y más jóvenes se introducen en el mundo de los versos. Mi poemario se fraguó lentamente, con precisión y disfrute. No quiero que la poesía deje de ser el acicate de mi existencia. Por eso no lo descarto, pero por supuesto, no hay fecha programada.